Del llanto a la risa y de la emoción al pánico, “IT” es una crónica del miedo y de cómo enfrentarlo a cualquier edad. Y de lo importante que es defenderte aunque nadie te escuche. Los que entren a la sala buscando horror traumatizante pueden sentirse defraudados, pero quienes pidan una aventura épica con una buena ración de perversidad, se sentirán más que satisfechos.

Por Fernando Delgado.

Mañana jueves se estrena el ansiado retorno del siniestro payaso diseñado en 1986 por el siempre fecundo Stephen King. Teniendo como antecedente una deslucida -y generacionalmente recordada- adaptación televisiva de 1990, ahora es el argentino Andrés Muschietti (Mamá), quien entrega este contundente primer capítulo. Haciendo justicia a ese universo triste y desolador de niños vulnerados en sus derechos elementales a merced de un camaleón de dientes afilados.

“Es verano y deberíamos estar afuera”, dice uno de los integrantes del club de los perdedores.

Y lo dice con angustia, con los nervios tan alterados como el resto de la pandilla. Porque hay una amenaza latente que los ahoga, un peligro que como buen villano no respeta nada. Ni siquiera las vacaciones de verano de estos amigos unidos en el horror de atestiguar como sus pares desaparecen con una impunidad abismante.

Porque Derry es un pueblo maldito, el peor lugar para desarrollar una pre adolescencia que se hace trunca. Todo conspira y se torna más enfermante aún teniendo en cuenta el rol de los adultos a cargo; no se trata de gente viciada sino abusiva.

Después de un ciclo de veintisiete años, It está libre y ávido de carne joven y trémula. La eventualidad de morir atrozmente es palpable por estos siete magníficos amigos. (Fraguados en una glorioso casting y una todavía mejor dirección de actores), el miedo no los deja dormir, no los deja respirar, menos todavía crecer. Entonces sólo les queda unirse y liberar un fuego cruzado contra todas sus pesadillas moldeadas en las garras de Pennywise, -ejecutado maduramente por Bill Skarsgård-, el mítico ente personificado anteriormente por Tim Curry estaba en un plan más teatral. Hoy encuentra en Skarsgård la voz exacta, siendo más físico que verbal consigue intimidar con fuerza.

Este flamante Pennywise deja de lado los recursos predecibles. Dedicándose a acorralar, seducir y manipular hasta hacer caer a sus púberes mártires.

Como si fuera un abusador de menores, uno que doblega usando el miedo como lenguaje universal y que desde ahí conecta diestro con el escenario de hoy; se trata de una novela ambientada en los cincuentas con saltos hacia los ochentas, y que en esta reinterpretación, aluniza íntegramente hacia fines de ese decenio. Porque si King la tuvo clara en su tiempo, Muschietti se aplica y logra la viva lucidez de entenderlo todo en su real magnitud. It nunca se fue, sigue vivo ahora más que nunca. Oculto entre un paisaje normalizado, con un trabajo estable de 9 a 6 y conectado a un wifi libre para extender sus redes sentando su olfato en el ciber bulliyng o el grooming.

Niños que lavan la sangre de otros niños es una alegoría cruel, pero sin dudas es una que está hecha con corazón y nobleza. Tal como si esto fuera “Cuenta conmigo” o “Los Goonies” interpretada en una sinfonía dark. La misma que aguarda en un friso de guiños y señales pop una memorabilia deliciosa.

Del llanto a la risa y de la emoción al pánico, “IT” es una crónica del miedo y de cómo enfrentarlo a cualquier edad. Y de lo importante que es defenderte aunque nadie te escuche. Los que entren a la sala buscando horror traumatizante pueden sentirse defraudados, pero quienes pidan una aventura épica con una buena ración de perversidad, se sentirán más que satisfechos.

Porque nada es mas inquietante que niños buscando a los suyos dentro de un laberinto pútrido de adultos alineados. Y es ahí donde reside el monstruo de la más grande conspiración jamás contada; la derrota de los padres sobre sus hijos.