Cuando Joanna Palani, estudiante de filosofía y ciencias políticas en Copenhague, tenía sólo 21 años (2014) decidió ir a luchar en contra del ejército de ISIS. La joven es de origen kurdo-iraní, nació en 1993 en un refugio de las Naciones Unidas en Irak. Durante la Guerra del Golfo su familia se vio forzada a dejar la zona y fueron a vivir a Copenhague cuando ella era sólo un bebé.

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Joanna es hija y nieta de soldados del Peshmerga, combatientes kurdos armados que son conocidos como “aquellos que enfrentan la muerte”, se le da el crédito de haber tomado un rol importante tanto en el derrocamiento de Saddam Hussein como en la captura de Osama Bin Laden, y han ido ganando lentas pero significativas victorias en contra de ISIS en Irak.

Palani fue a luchar por el ejército kurdo, estuvo seis meses en las Unidades de Protección Popular (YPG) en Siria y luego otros seis meses luchando en el Peshmerga. En total, estuvo un año en combate.

La primera noche de Palani en el frente fue brutal.

Mientras patrullaba con un soldado sueco fueron atacados por un francotirador que había visto el humo del cigarrillo que fumaba su compañero. Joanna vio cómo su colega recibió un disparo justo entremedio de los ojos. Ella le advirtió que no debía fumar en el frente, pero asume que ninguno de los dos se lo tomó realmente enserio a la primera, su compañero murió en sus brazos.

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El tiempo que pasó luchando contra el ejército de Bashar al-Assad fue el mayor reto de su carrera. Ellos son conocidos por atacar con gas de cloro, bombas de barril y bombas de vacío, todas ellas prohibidas por la ley internacional. El régimen es responsable de las muertes de 181.000 civiles y ahora está siendo investigado por crímenes de guerra y crímenes en contra de la humanidad.

A pesar de los duros momentos que pasó, Palani habla con mucho orgullo de su rol como entrenadora de jóvenes combatientes kurdas. Afirma que “Las niñas son maravillosas, ellas quedan muy emocionadas luego de volver del frente de combate. Son muy valientes, más valiente de lo que nunca podría haber sido a su edad”. Durante su permanencia en el YPG también vivió momentos duros. Asistió a las familias a las que les han raptado a sus seres queridos en territorio islámico. Palani recibió correspondencia detallada de chicas cautivas que intentaban organizar su propio escape o rogaban ser salvadas. También confiesa que a pesar de ser una soldado entrenado, sigue siendo difícil leer que una niña de diez años va a morir desangrada debido a una violación.

A principios del 2015, fue parte de un batallón que liberó a un pueblo cerca de Mosul. Ahí encontraron un enorme grupo de niños que estaban prisioneros para ser abusados por militantes de ISIS. Era un lugar de reuniones donde niñas eran encarceladas, violadas y cedidas a soldados de rangos más bajos del frente de batalla. Todas las niñas tenían menos de 16 años. Joanna cuenta que en el hospital donde las llevaban conoció a una niña de sólo 11 años que estaba embarazada de gemelos, murió tomando su mano. El doctor estaba indignado con ella, tuvo que convencerlo que ni ella ni su equipo eran los responsables de la violación y embarazo que se llevó la vida de esta niña.

A pesar de los duros momentos, Palani encontró la vida en el frente de batalla apasionante, “Honestamente, hubo momentos en el que estaba asustada, pero no hubo ni un solo segundo en el que deseé estar de vuelta en mi hogar. Sabía que estaba haciendo lo correcto.”

Después de un año en el frente visitó a su familia en Copenhagen. Lo que sería una visita de sólo 15 días se alargó hasta el día de hoy. Tres días después de llegar a Dinamarca la policía le mandó un correo en el que le informaban que su pasaporte ya no era válido y que sería revocado si intentase salir del país, si Palani saliera e intentara volver, podría ir a la cárcel por 6 años.

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Palani está furiosa con el gobierno danés, lo considera un acto de traición. Ahora enfrenta la decisión de renunciar a su pasaporte y reunirse con su batallón o esperar en Copenhagen y esperar que la ley cambie.

La joven cuenta que se le hace imposible ignorar a estas niñas que están viviendo como esclavas sexuales. No puede vivir en Dinamarca pensando en que la vida de cientos de niñas está en riesgo.

Pero por otro lado, no quiere perder las libertades que Europa le entrega, así que por ahora está estancada en Copenhagen. En vez de estar luchando por sus hermanas Pershmerga, está estudiando de mala gana filosofía y ciencias políticas en Dinamarca, donde el gobierno paga por su educación universitaria.

Soy una chica kurdo-europea. La mayoría de mis creencias y costumbres son europeas. No puedo vivir en Kurdistán por más de uno o dos años, no es cómodo estar ahí y ser una mujer. De todas maneras, prefiero escoger justicia pública que felicidad personal. Yo daría mi vida por Europa, la democracia, la libertad y por los derechos de la mujer. Me siento traicionada por quienes iba a sacrificar mi vida”.