El autor de “Crónicas de la Araucanía” especializado en pueblos indígenas, revuelta popular y reforma agraria recuerda el lamentable ciclo a través del cual las aristocracias dan y quitan al bajo pueblo a través de la mano dura y la violencia. “Cómo hipótesis, podemos agregar que el campesino y el indígena siguen siendo un pueblo indómito y no ha sido dominado aún por la fuerza”, sostiene.

por Carlos Salazar

Alejado de la ciudad, asilado en el campo, el historiador José Bengoa (75) escucha de lejos los caceroleos de las últimas semanas, pero se siente optimista sobre un período de cambios sociales relevantes que le recuerdan lo que hace medio siglo fue la Reforma Agraria o el triunfo de la Unidad Popular, dice.

Por estos días, también, observa con prudencia el rebrote de la violencia en la Araucanía y el acceso de los cotizantes a sus ahorros previsionales. Ante un impulso renovador como el de los últimos meses, el autor de “Reforma agraria y revuelta campesina”, cree necesario advertir: “El problema es que, desgraciadamente, en nuestro país tenemos una larga experiencia que acredita que los triunfos sociales, por muy populares que sean, son reversibles a lo largo de la historia”.

Sobre lo anterior, ejemplifica con las ideas progresistas de presidentes como José Manuel Balmaceda o Salvador Allende en cuanto al aprovechamiento local del salitre, el cobre o el desarrollo de la industria, pero que hoy son solo placas en el museo.

Aunque son contextos diferentes, las revueltas sociales de hoy tienen ingredientes parecidos a otros momentos históricos como estos que, dice, le recuerdan al historiador Mario Góngora. “El, que fue citado en el Congreso durante estas discusiones recientes, decía algo bien terrible: que los chilenos sólo han sido manejados por la autoridad a través de un presidencialismo centralizado y mano dura”.

Esa violencia estructural, para Bengoa, que se trasluce en las crisis sanitaria, económica y cultural, tiene un relato dramático también en el regreso de la olla común como institución de la pobreza, por ejemplo.

“Eso tiene que ver con algo mucho más profundo que nos lleva de regreso al período de la hacienda y a la dominación del inquilino y del mapuche, los trabajadores y los peones, algo que se realizó a la fuerza. No con la razón, sino con mucha dureza en haciendas donde existían implementos de tortura y detención. Había prisiones, había cepos de madera donde los pobres y los indígenas eran amarrados por los pies y que aún pueden ser vistos en lugares de memoria”, explica el fundador de la Escuela de Antropología de la UAHC.

A ningún rey obedecen

El investigador explica que esa pobreza que violenta, también se aprecia en nuevos estudios que ubican a los pobres de hace cuarenta años en el mismo lugar, pero bajo nuevas líneas de ingresos y quintiles.

Dice que ha logrado acreditarse que, al menos un tercio de las familias mapuche que viven en el sur, apenas logran un nivel de autosustentabilidad, de acuerdo a sus cultivos e insumos domésticos como gallinas, huertas y huevos.

“Parece algo muy lindo vivir de la tierra hasta que baja el precio del trigo o tienes una mala cosecha o te afecta una helada y caes en una situación de pobreza muy grave”, explica.

El otro tercio debe salir a trabajar como temporeros para sobrevivir y también están a merced de otros elementos que pueden afectar a esta industria agrícola o la maderera que “ha encerrado como islas en un mar forestal” a las comunidades mapuche.

Estos muestreos realizados por universidades y centros de estudios, no por el Estado, dan cuenta de otras situaciones urgentes que, para el profesor Bengoa, son realidades deplorables: “Existe una sobremortalidad en las comunidades mapuche que es algo inaceptable. El 90% de los hombres tiene riesgo de enfermedades graves. El tema de la criminalización también se ha volcado a ser definido como terrorismo. A partir de esto y el trato mediático, la población comienza a llamarlos terroristas en una espiral de violencia que sube sin fin”, declara.

“La cantidad de comuneros mapuche muertos durante las revueltas campesinas y tras el Golpe Militar es impresionante”, dice pasando las imágenes en blanco y negro y deterioradas de muchos de esos jóvenes asesinados.

Algunos, grupos enteros de hermanos junto su padre, incluso, dice. “Hay muchos otros que ni siquiera contaban con una fotografía para ser recordados como víctimas de esa mano dura. A eso podemos agregar, como hipótesis, considerando la resistencia de hoy en la Araucanía y otras provincias, que esta pugna de violencia se ha perpetuado producto de que el campesino sigue siendo un pueblo indómito y no ha sido dominado aún por la fuerza”, sostiene el historiador que espera que estemos ante un hito, al menos de diálogo, sobre los despojos a que ha sido sometido estos grupos que a ningún rey obedecen.

Entre esas posibilidades, el principal activo del pueblo mapuche, en la jerga neoliberal, sigue siendo el mismo de hace cinco siglos, finaliza José Bengoa:

“Los sectores más humildes se ven ahora muy vulnerados y deteriorados en términos económicos, sin embargo, en cuanto al nivel cultural son de una riqueza tremenda y muy ricos identitariamente, además. A veces, mucho más ricos que aquellos grupos que se creen ricos”, plantea.