En la misma semana un adolescente mapuche recibió 100 perdigones disparados por un carabinero en la espalda y quedó en riesgo vital, mientras que al empresario más poderoso de Chile le llegó un piedrazo que le causó lesiones leves. Esos son los hechos. Y eso algo significa.

100  perdigones en la espalda

El relato de los hechos ocurridos el día domingo 18 de diciembre en Collipulli, región de la Araucanía, pertenece a un hombre de 62 años cuyo nombre es Guillermo Hernández. Son las palabras, dichas al diario de circulación nacional La Tercera, de un hombre que está viviendo el lacerante calvario de estar con el alma en un hilo esperando que su nieto de 17 años, Brandon Hernández Huentecol, sobreviva luego de recibir el inimaginable dolor de 100 perdigones impactando sobre su joven cuerpo.

“Esa mañana yo estaba con mis dos nietos en el sitio de la casa y vimos harto movimiento policial en el camino. El primero en ir a mirar fue mi nieto más pequeño, de 13 años. A él lo tomaron y comenzó a gritar por ayuda. Brandon tomó su bicicleta y fue a ver a su hermano y lo tomaron rapidito. Cuando llegué al camino los tenían a los dos tirados en el suelo, boca abajo. Dicen que se les escapó el tiro, que fue un accidente. Pero no hay justificación. Los tomaron como si fueran delincuentes y son niños. Es una maldad muy grande lo que hicieron”.

El dedo sobre el gatillo del arma pertenece al suboficial de Carabineros Cristian Rivera. El arma pertenece al Estado de Chile. Desde Carabineros se apresuraron en decir que el arma se disparó sola, luego dijeron que fue un accidente. Ahora dicen que están investigando.

Lo único cierto y claro dentro de todo esto que el periodismo ha descrito con el eufemismo de “un confuso incidente” es que mientras Brandon lucha por sobrevivir, el suboficial Rivera fue imputado por cuasi delito de homicidio pero sigue cumpliendo sus labores normales como policía de las Fuerzas Armadas de Chile, y que Amnistia Internacional pide sanciones en contra del agresor. Los hechos, fríos y duros, componen una brutal foto de lo que sucede actualmente y ya hace demasiados años entre el Estado chileno y el Pueblo Mapuche.

¿Fuerza desmedida? Sin absolutamente ninguna posibilidad de duda. ¿Fuerzas de orden fuera de control? Es totalmente plausible de creer. ¿Casualidad? De ninguna manera, no es ni el primero ni el segundo. ¿Causalidad? Por ahí vamos, podría ser, aunque en ningún caso en el sentido de creer que Brandon recibió los efectos/consecuencias de sus propios actos. Su espalda recibió los efectos/consecuencias de un Estado que no ha tenido en prácticamente toda su historia la voluntad de asumirse y reconocerse como uno multicultural y que en cambio ha optado por la retórica y la estrategia de denominar la situación como un “conflicto”, que significa etimológica-mente “guerra”, una que es injusta desde donde se le mire.

Piedrazo en la cabeza

Este martes Andrónico Luksic, 62 años también, al igual que el abuelo de Brandon, abandonaba la sala del octavo juzgado de Garantía, después de declarar como querellante en el juicio por injurias con publicidad en contra del desaforado diputado ex RN Gaspar Rivas. Afuera, un grupo de manifestantes contrarios al proyecto hidroeléctrico Alto Maipo, de propiedad mayoritaria de Luksic y que entre otros daños irreparables al ecosistema, según el Colegio Médico, ha contaminado y está agotando irremediablemente las aguas de la fuente de agua dulce más importante de la Región Metropolitana con altas dosis de arsénico, plomo, manganeso y níquel, lo esperaba.

A recordar las palabras de Rivas: “El máximo delincuente que tenemos en los últimos días, es el señor Andrónico Luksic, tan poderoso, tan rico y con tanta influencia, que se da el lujo de inundar Santiago. Espero también verlo preso a ese tipo, por que es un delincuente y lo digo aquí, que se querelle cuando quiera. Es un hijo de puta.”

Salido de madre, sobregirado de tuerca, fuera de sí o no, es lo que muchísimos chilenos piensan también.

La rabia acumulada del grupo latía hirviendo por sus venas también por la siguiente lista de imputaciones como salidas de una película pero que son ciertos y sencillamente googleables para comprobar su veracidad: Dejar sin agua al pueblo de Caimanes con la Minera Los Pelambres, prácticas antisindicales, la contaminación del agua en Antofagasta, y haber sido el principal financista del Caso Caval, lo que teje una telaraña gruesa entre política y poder. El llanto de cocodrilo con el que respondió en primera instancia a las palabras de Rivas no le ayudó a generar empatía sino todo lo contrario.

Entre insultos, uno que otro escupo, y empujones, a Luksic le llegó una piedra en la cabeza que lo dejó con lesiones leves, como asevera el parte médico de la Clínica Alemana.

Desde todos los sectores políticos se rechazó la agresión al empresario. “Condenable“, dijo sobre el hecho la diputada Camila Vallejo.

Estamos mal

No hay nadie sin la cabeza afiebrada que crea que está bien tirarle un piedrazo a otro ser viviente. Del mismo modo, es de esperar que nadie crea que esté bien ponerle 100 perdigones en la espalda a una persona. Pero está pasando. Pasó. Y lo peor y terrible es que probablemente siga sucediendo. En las protestas ya hay muertos. En Turquía mataron a un embajador.

La abstracción de los hechos. La frialdad de la simbología, sin embargo, es más que evidente y cruda. El sistema, poder, Estado, o Gobierno, puede disparar brutalmente 100 perdigones hasta a menores de edad dejándolo en riesgo vital en hechos que son catalogados como “confusos” o “accidentales”. La gente que, no de la mejor forma, busca responder también con violencia a los abusos, con suerte logra asestar una piedra que rebota en la cabeza de un empresario poderoso dejando lesiones leves.