“Liceo de mierda, todo su entorno, las niñas y la gente en general ahí me colapsó (…) Yo soy solo un maricón culiao, como diría… (nombre de compañera)”.
La breve carta que José Matías, de solo 16 años, resume, comprime en pocas palabras, el insoportable calvario que lo llevó a precipitarse desde el piso 11 y acabar con su vida en la ciudad de Copiapó.
Al liceo que hace referencia es al Sagrado Corazón. La directora del establecimiento, Adriana Ratia, declaró al diario de Atacama que están viviendo un profundo pesar, pero que “no tenemos registro ni solicitud de su apoderada, ni del estudiante, de algún tipo de bullying. Estaba siendo atendida (sic) en el departamento de orientación, pero no manifestó estar siendo acosada (sic) por compañeras o alguna profesora”.
Su madre, Marcela Guevara, respondió al mismo medio que “no quiero entrar nunca más a ese colegio, quiero que queden manchados con la sangre de mi hijo”.
Agregó que espera que el desde el liceo pidan disculpas en nombre de las compañeras que lo agredían y de los apoderados que no hicieron nada por detener el bullying. Marcela cuenta que hizo un grupo de Whatsapp con ellos para abordar el tema y que cuando se enteraron del suicidio de José se salieron todos y la dejaron sola.
Cuando José Matías de la Fuente Guevara nació fue bautizado como Josefa. Su mamá cuenta que desde sus primeros años su hijo fue distinto. Que quería disfrazarse de pirata y no de princesa, por ejemplo.
“Comenzó a manifestar su sexualidad y su verdadero sentir a partir de los 13 años. Fue cambiando, viéndose distinta y yo lo acepté. A mí me gustó que fuera diferente, que el Mati fuera diferente. Tengo tres hijas maravillosas y son todas diferentes, yo igual soy diferente. No estar dentro del marco también es bueno”, contó al diario.
José Matias estaba pololeando con una niña llamada Scarlett y en su entorno familiar eso era ningún problema. Iban al cine todos juntos incluso.
Marcela cuenta que pese a tener el corazón destrozado, la tranquiliza saber que su hijo alcanzó a vivir y disfrutar el amor.
“Pero en el liceo siempre se sintió marginado, se notaba que con suerte tenía dos amigas en la sala (…) Pasaba muchas horas en el colegio. Muchas horas de exponerse a miradas, comentarios burlas. Eso se lo comió”, asegura.
“Todas las personas que se han visto tocadas por esto van a tener otra actitud, sean generosos con los otros niños cuando veamos a alguien distinto, no lo castiguemos. Castiguemos las malas acciones. Una persona que tiene su libre derecho de ser por qué la vamos a castigar. No veo nada malo que fuera así”, concluyó la acongojada madre.
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