Eran algo así como las 11 cuando un whatsapp enfiestado me llegó: era mi amigo más aburrido de la vida junto a otra amiga motivadísimos invitándome a Fausto, una disco que se caracteriza por tener una infraestructura envidiable y porque ese día había el show de un comediante súper famoso. Aaah, y bueno, también porque es de las discoteques gays icónicas de santiago desde casi antes de que tú y yo naciésemos.
El show que nos sacaría carcajadas se llamaba El juego de botota fox y aparentemente era una verdadera bomba. Llegamos como a las 12:30 y aunque el espectáculo partía a la 1:00 ya no había posiblidad de estar en una buena posición. A esa altura la pista de baile estaba repleta.
Da lo mismo, me imagino que debe ser impactante.
A la 1 en punto, una voz en off nos dice que nos preparemos para lo que viene y advierte que todo es comedia. Que exagerado, dije en mi cabeza. 30 segundos después entran en escena tres personajes vestidos como mapuches haciendo bailes raros y gritando. Durante los primeros minutos no entendía mucho, y en la medida que pasaba el tiempo me costaba más esbozar una risa.
Que desagradable esta cosa pensaba en todo momento.
A pesar de que la rutina tiene a ratos momentos graciosos, pues tiene mucho de ese humor callejero que popularizó el flaco y el indio, algo me incomodaba en todo momento e hizo que contrario a rol que cumplo dentro de mi grupo de amigos (básicamente el personaje que se va cuando están casi barriendo en la mañana) pedí que nos fuéramos como a la media hora, porque en verdad el show me tenía de mal genio, y motivos no me faltaban. La rutina abusaba del bullying y clasismo. No era un chiste de tres, era la rutina completa.
Acá el chiste era en todo momento que no sé quien era pobre, que no sé quien era gorda, que no sé quien era mapuche y en general, puras estupideces MUY BÁSICAS. Súper desagradable todo, pero lo era aún más porque todos los asistentes aprobaban ese humor. Para mi entonces fue como “ya loco, tú te metiste en esta, así que calladito no más” y me retiré sin decir ni pío, si al final era mi culpa porque yo esperaba algo un poquito más inteligente. Quizás era suficiente con algo parecido al humor de los drags de Ru Paul’s Drag Race, pero en ese momento sentía que yo fui al ingenuo, porque eso era como esperar humor como el de Arrested Development en una comedia de las 8 de la noche en tv abierta.
La historia hubiese quedado hasta allí, en un simple mal rato, de no ser porque me encontré con esta columna de Marcial Parraguez en Bio Bío que plantea de manera magistral, el macro de todo el problema que había en ese show:
De un tiempo hasta ahora, mucho se ha hablado sobre la discriminación, los estereotipos, la defensa de los derechos humanos y de cómo la legislación puede proteger o amparar a quienes son víctimas de crueles burlas e intensivas ofensas por parte de grupos o individualidades. Un caso curioso es lo que pasa con aquellos que han sido históricamente ‘victimas’: Travestis, homosexuales, lesbianas, transgénero, día a día expuestos con morbo en distintos medios de comunicación siendo consumidos en masa.
¿Qué hacer en estos casos? Si una persona vulnerada por tantos sistemas se apropia de ésto y comienza a propagar odio ¿lo debemos aceptar?
Esto ha ocurrido no sólo ahora, sino que desde hace ya varios meses en un programa que se transmite a través de YouTube y cuya conductora es la transformista Stephanie Fox ‘La Botota’, junto a dos acompañantes del mismo rubro Randy Drag y Fernanda Brown.Estos tres personajes del entretenimiento participan del ‘Juego e’ la Botota’, show en el que cada semana se presentan con una temática distinta con Fox al mando. El formato es el siguiente: al comienzo aparecen las tres y de acuerdo al tema, muchas veces, bailan una canción ad-hoc para luego presentarse entre ellas mismas y hacer alusión al punto a tratar, exponen en un lenguaje vulgar conversaciones entre ellas. Luego, suben a dos o cuatro participantes, a quienes entrevistan y de acuerdo a lo que respondan lo ‘utilizan en su contra’. Concursan y ganan premios, como poleras estampadas o juguetes sexuales.En el programa ya habían sido capaces de burlarse -o ‘hacer humor’- de personas con discapacidad o síndrome de down. Son distintas las categorías en las que se mueven, han molestado hasta el cansancio a obesos, flacos y todo tipo de distinción corpórea, así como también a quienes desempeñan trabajos ‘mirados en menos’ como el de la vega o ferias libres. También a personas de la tercera edad o de clases sociales consideradas ‘bajas’.
Este domingo 1 de febrero un nuevo capitulo se comenzó a viralizar. La temática: Mujeres Mapuche. Esta vez se construyó una imagen estereotipada de lo que significa ser mapuche. Se utilizaron recursos para denostar el modo de vida, dejando claro que son ‘terroristas’, ‘flojos’ o ‘barbáricos’. Aludieron a la quema de camiones y declararon ‘con humor’ que ellos serían los culpables de estos actos.
Además, y siempre de una manera burlesca, vulgar y peyorativa, se aludió constantemente a los beneficios que éstos tienen por el hecho de ser mapuche, en especifico a las becas de educación, tema que se ha tratado de la misma forma en otros episodios y sobre todo cuando sube un participante con rasgos indígenas.
Una de las vergüenzas más importantes dentro de este programa es que Stephanie Fox había sido invitada y bajada de un programa en Canal 13, donde alegó discriminación y llamó a su fanaticada a tuitear con el hashtag #canal13discrimina para que se supiera de este movimiento de la estación.
Resulta irónico que después de ésto, la transformista se jacte de sólo querer hacer reír al público, porque es lo mismo que alegaban humoristas como Mauricio Flores, Los Atletas de la Risa, y tantos otros que tuvieron que cambiar sus rutinas, reformarlas o eliminar todo lo que hacía alusión al humor con ‘homosexuales’ o personas de la ‘comunidad LGBT o, directamente, a otras comunidades.
Hace algunas semanas la misma comunidad a la que defiende Fox (LGBT) salió victoriosa con la demanda del Acuerdo de Unión Civil, un paso para dejar ‘atrás’ la discriminación y unir a una sociedad.
Sin embargo, estas ‘demandas’ son claramente parte de un patrimonio elitista, con ambición de más y ansias de representar a una clase social más alta, olvidarse de sus orígenes mestizos o directamente indígenas. Esto es lo que expone Fox en su programa. Discriminación.
Este tipo de humor ¿se les permite sólo porque son travestis? ¿Aceptamos esto sólo porque ellas han sido discriminadas por su orientación sexual?
El público que ve este programa es claramente gay, aunque últimamente se han abierto las brechas y ya no son sólo los homosexuales los privilegiados para entender el tipo de humor de Fox, ya que heterosexuales han llenado butacas para escucharlas y reír.
Un público gay no politizado que se ríe de todo sin importar, pero que demanda falta de inclusión y respeto, y al mismo tiempo no tiene miedo de reír y masificar el odio hacia el resto de las personas.
Resulta bastante confuso que estas tres personas, quienes han vivido de cerca la falta de respeto en sus inicios, la violencia e incluso la invisibilización, se llenen los bolsillos con plata por hacer reír a la gente de la misma manera en la que ellas sufrieron. Esto demuestra que cuando llegan a un punto cómodo, con cierto poder en redes sociales sobre todo, se les olvida su discurso anti-discriminación.
La comunidad LGBT compró un discurso evidentemente yanqui, elaborado para otros espacios distinto al chileno. Un discurso sin contenido, superfluo, vacío, que valida la representación de un estereotipo en particular, y que ha sido asignado a través de puertas heterosexuales hacia la población pro-gay.
En este sentido, La Botota representa todo el estereotipo impuesto: vacía, ordinaria, sin contenido, sólo para el chiste. Para mantener a un sector de la población sólo con risas mientras se les pasa a llevar, y desde ahí mismo se genera y esparce el odio hacia otros sectores igual de vulnerados, como las personas con discapacidad y trabajos con menos salarios, de orígenes humildes o de procedencia indígena.
¿Tiene razón? Absolutamente y de hecho no creo que pueda aportar más a las razones de por qué rutinas como esta están mal.
Juzguen ustedes:
En la parte que suben al escenario a la chiquilla de Maipú, imagínense un curso de colegio y luego multiplíquenlo por 10, porque esa era la cantidad de gente riéndose de la pobre con bromas súper, súper denigrantes.
Mi objetivo no es ser ni parecer tonto grave, pero creo que no por ser un país tercermundista, tenemos que tener un humor tan poco aporte, después de todo es a través del humor donde usualmente encontramos parte de las mejores críticas sociales, lo único que se pide es :v:elevar un poquito el nivel de la broma.