El concepto heteroflaco se refiere a un conjunto de ideologías que nacen a partir de un pensamiento y una epistemología heterosexual que basa las prácticas del gusto/disgusto, el deseo/asco dentro de un binario corporal que no permite la existencia de la gordura bajo ningún sustento por lo tanto aísla, tortura, viola y mata a quienes viven lejos de este patrón.

A principios de este año desestimaron el testimonio de una mujer que acusaba de violación a un hombre porque era obesa. La defensa del acusado explicó:

“Dice que el señor le sacó la calza y yo me pregunto si a una persona obesa puede un hombre que pesa 75 kilos forzarla a sacarle una calza. La calza es una prenda de vestir que no es de fácil acceso para colocarla o sacarla. No hace falta que le explique al Tribunal lo molesto o dificultoso que resulta sacarse una calza. Para la fiscal, el señor le arrancó la calza. ¿Dónde está la calza? Si fue forzada a sacarse esa calza debería estar rota, no solo por la fuerza de la víctima sino la fuerza de la prenda de vestir”, sostuvo, entre otros argumentos, la letrada, y agregó que se presentó “una bombacha de escasísimas dimensiones que tenía manchas hemáticas. Pero ¿la calza? ¿Dónde está?”.

Cuando crecemos es común encontrar en los diálogos frases del tipo “No comas tanto, que puedes engordar”, “Mira, si sigues comiendo vas a ser como esa señora en la TV”, y así un sin número de frases que de a poco se encargan de frenar cualquier tipo de manifestación de deseo a los cuerpos gordos.

Paul Preciado dice en el diario Libération, en una entrevista realizada por Céline Daumas y traducida al español por Carmen Ruíz que “El deseo no es natural, sino construido, cultural, y se alimenta de la asimetría del poder entre hombres y mujeres: es entonces cuestionable y criticable. Incluso se podría decir que los hombres y las mujeres no son otra cosa que las ficciones políticas que resultan de esta asimetría”.

Esta construcción de deseo heterosexual compila entre líneas, y se maquilla bajo términos de salud, sólo cuerpos delgados o flacos, no importa si no están enfermos porque no se les nota.

Para que los niños, niñas y niñes tomen precauciones con la gordura desde pequeños son torturados con obligaciones y dietas que coartan cualquier intento de independencia y experimentación, de reconocimiento y de construcción de identidad, de establecer parámetros propios y de conocerse a través del método.

Bajo este modelo alimenticio se propone alimentar a estos niñes con comida sana, pero con precios inalcanzables para las familias de más escasos recursos, lo que nos recuerda a diario que la gordura es también un tema de clases. La receta para ser flacos y encajar en el molde está aplastada bajo lingotes de oro en las mismas esferas en las que se concentra cualquier tipo de poder adquisitivo de las sociedades.

Se enseña sobre el éxito de ser flaco, lo que implica tener un cuerpo delgado y cómo esa es la única manera de estar preparados para hablar con otras personas, para caer bien, para gustar y para una inserción social adecuada.

Ser flaco es más que una estética, es un reconocimiento, un premio, un pedestal de belleza y aceptación, es también una puerta abierta y un seguro de vida, un señuelo para ser tratado con respeto. Siendo flaco serás parte de todo, porque ser flaco a diferencia de habitar otro tipo de cuerpo te proporciona estabilidad y el poder de entrar a cualquier sitio, no hay límites ni censura.


Cristeva Cabello dice en Educación No Sexista Binarismo de Género, del libro Mayo Feminista editado por Faride Zerán, que “La educación ha estado ligada a la corrección de los cuerpos de niñes y también al abuso de éstos”, para referirse a cómo a través del sistema educativo las normas han transgredido cualquier manifestación personal de identidad a través de la experimentación de cada persona con sus propios cuerpos y con la expresión de género individual. Esto también permite preguntarse cómo este mismo sistema insiste en la homogeneización como una receta para el éxito en la misma educación.

En mi experiencia como gordo, esta pirámide social pone en la cima al hombre hetero flaco, luego a todos los hombres flacos, luego a los gordos, luego a las mujeres heterosexuales flacas, luego a todas las mujeres flacas, luego a las mujeres gordas, luego vienen todas las otras representaciones identitarias flacas y al final las gordas. Los cuerpos gordos siempre están al final, independiente de las otras aristas que permean cuelan los demás privilegios. Es necesario recordar que la gordura, la fealdad u otro tipo de capacidades/impedimentos en este contexto frívolo, pueden pasar a segundo plano si la clase social o este constructo violento de la raza juegan a favor del cuerpo.

También es necesario comprender que los cuerpos que vivimos bajo el régimen político y epistémico somos obligados a ser educados bajo perspectivas heteroflacas.

El pensamiento heteroflaco

Tal como dice Monique Witting, en El Pensamiento Heterosexual, “Los discursos que particularmente nos oprimen a todas nosotros y a todos nosotros, lesbianas, mujeres y homosexuales, son aquellos que dan por sentado que lo que funda una sociedad, cualquier sociedad, es la heterosexualidad”, estos mismos discursos fundan un estereotipo estético de consumo heterosexual que prohíbe la convivencia armónica de otras experiencias.

Este pensamiento heteroflaco forja metodologías de odio, tortura y muerte. A través de la industria farmacéutica, los medios de comunicación, la publicidad y la frivolidad que encierra con un halo de asco encima de la gordura, esta estructura rígida, lineal y que parece inquebrantable se establece como una directriz única e inpenetrable, un territorio ideal, un edén, una religión totalitaria y esencialista, prohibitiva y tradicionalista.

Gracias a la industria farmacéutica y su significante de control en la población (Adicciones a los cuerpos con patrones estéticos aceptados, adicción a los medicamentos, y así muchas más), se ponen en marcha planes dictatoriales que van desde la manufactura de la moda, la decisión de la comida, las relaciones sociales o la construcción del asco ante las personas gordas.

Desde pequeños, a quienes demostramos placer por la comida, quienes tienen cuerpos más grandes, vivimos en una sombra constante de nutriólogos y médicos en general porque no puedes ser gordo y sano, sólo ser flaco representa salud y buena vida.

Nos llenan de medicamentos, porque es la única manera de bajar de peso, nos obligan a ir a un gimnasio y nos quitan la comida, nos quitan el autoestima, nos presionan día a día, nos hacen creer que ser flaco es la única manera de estar sano, de ser una persona de bien, de encajar en moldes preestablecidos por un pensamiento de régimen político heterosexual, por ende de delgadez.

Un común es, por ejemplo, pensar que los flacos sólo por ser flacos son sanos y los gordos son enfermos y pueden morir fácilmente. Ese miedo a la muerte, justificado bajo paradigmas de salud creados a partir de la ciencia e ideales únicos de belleza y bienestar sólo funcionan para los cuerpos delgados, crece a medida que crece el cuerpo.

Asumir que las personas gordas no hacemos ejercicio y que no tenemos una dieta sana o una vida saludable es otro vislumbramiento gordofóbico en los discursos de quienes sólo se preocupan de la salud física, dejando de lado la salud emocional.


Desestimar una denuncia porque la víctima es obesa no sólo nos sitúa un lugar precario, sino que instrumentaliza el cuerpo como un objeto de deseo del que sólo pueden formar parte algunos cuerpos, porque ya sabemos que sólo hay algunos cuerpos que importan, y según este pensamiento heteroflaco sabemos cuál es el cuerpo que importa. Ya lo ridiculizaba la comediante chilena Chiqui Aguayo cuando en una de sus rutinas decía que sólo a sus amigas lindas las iban a violar y no a ella porque carecía de belleza.

El pensamiento heteroflaco es un régimen que no sólo pone en duda el testimonio de las mujeres, sino que también el de aquellos cuerpos que ponen un asterisco y son una interrogante a su paleta de deseos.

¿Dónde nos deja este pensamiento aquellos que desistimos de estos métodos de control?