La Mala María en directo es una rotunda estafa. Como stripper, debe estar algo por sobre el promedio: un cuerpazo, aguileña, aguda, coqueta, mala, tacones altos, lencería, alta putaza. La mujer escupe ego y se desenvuelve para la fiebre de nuestra líbido. Entiende su talla y su belleza y desde el escenario alardea con clase y desinterés. Guapa. Un verdadero bombón ibérico que cobra en euros.
Ahora, lo evidente es que no se debiera observar su show tan sólo desde el estrecho ángulo misógeno de su performance como stripper. Resulta que la stripper en cuestión es músico. Resulta que su flow es inigualable. Resulta que sus letras y sus melodías vocales deben ser lo mejor de la “industria”. Resulta que la estrellada María Rodriguez ilumina. Claro. Sería lógico entonces comenzar por el análisis en conjunto de su performance musical en Chile. Tarea mas bien difícil y no debido a su complejidad. La paradoja aquí lo complica todo.
La Mala María tiene discos, historia y calidad de sobra para hacernos creer que la experiencia de verla en directo debiera aplastarnos, que debiera ser desde la tarima desde donde debiese evidenciar su talento y vagaje musical. Su problema es exactamente ese: el directo. Es específicamente en el directo donde la Mala Rodriguez consigue estropear su tan estilizada propuesta en el rap. Es en los shows donde los que adoramos sus discos creemos que se nos ha metido el dedo en la boca. Que nos han pasado gato por liebre. Es en medio del público en el Amanda para la fiesta CAT donde pude percibir una desestimulante sensación de estafa. Fuimos timados. He aquí el porqué.
A la chica se le ha ocurrido cambiar sus elaboradas bases para acompañarse por un par de músicos en el directo. Bien. Un rollo que Anita Tijoux ha sabido llevar a un alto nivel de ejecución y de técnica. Calle 13 es otro ejemplo claro, en cuanto latinos. Éste no es el caso de la Mala María. Con un baterista que acaso marca el tiempo y acompañado de un “hombre orquesta” que maneja los controladores midi y la guitarra, sólo presenciamos una plana ejecución musical, un sonido que bien parece salido de banda de covers para un festival escolar en cuanto falta de capas y niveles. Tener menos músicos demanda mayor profundidad en la ejecución. Desafortunadamente, este no es el caso.
Por un lado los músicos y su sonido plano. Por otro lado la “remezcla” de los temas. Temas que -para ser presentados en directo- han cambiado no tan sólo en el tempo sino en la melodía. Temas que en sus discos ostentaban complejas y elaboradas bases han sido reemplazadas por una ejecución plana y melodías completamente distintas. Temas que en el directo sólo lograban ser advertibles cuando la Mala comenzaba a cantar el coro. Grandes temas como “Prima”, del Dirty Bailarina, arruinados por el fetiche de toquemos-con-dos-músicos-en-directo-para-darle-fuerza-al-rollo, resultando en un desgraciado efecto contrario.
Los músicos y su sonido plano. Los temas mal ejecutados presentados con otra forma. A estos se suma un tercer factor para la desazón del público: la mezcla. La Mala cuenta con un sonidista que es parte de su staff en gira. No sé dónde estuvo o qué hizo por el sonido.
Que no se me mal entienda: la vi el 2002 en Estación Mapocho con Kultama. La vi al mediodía el segundo día de Lollapalooza. Al mediodía. Corriendo. Sacrificado. Comprometido. La acabo de ver hace seis días en Amanda, dónde hasta la banda más mediocre suena bien. Hube de pagar por todas las entradas menos por la de Amanda, lo que declara que no hablo desde una posición fácil. En Lollapalooza, hace 8 meses atrás, la sensación que dejó su show fue exactamente la misma a la que describo hoy. Hubieron problemas en el setting, lo sé. Aún así: desazón. Desilusión. Que volviera a nosotros con sus pistas y su brío la Mala del 2002.
Lo de stripper viene exclusivamente debido a la tan brutal disociación que produce la opción musical que ha tomado para presentarse en directo. Stripper en la medida en que es la única en la tarima bailando y cantando con un talento que avasalla. Pero sola. Cuánto más hubiésemos disfrutado de ella y su impecable estilo siendo acompañada tan solo por un modesto DJ, que tanto abundan en la movida de España. Cuanto hubiésemos revivido sus temas esa noche para mover el culo y bailar tomando whisky si no estuviera esa “banda” ahí, para distraernos del objetivo común.
Rodriguez: anda, no seas mala. Reflexiona. Revive tu directo. Construye comunión musical con tu público. Bota esa postura de diva seria. Un líder no, necesitáis un ícono.