La sal es un elemento esencial en nuestras comidas, pero también un ingrediente que en exceso puede ser peligroso para la salud. Sin embargo, la sal de mesa que siempre queremos evitar, puede ser menos dañina que otras que supuestamente son menos procesadas y que prometen un origen más natural, y hasta beneficios para la salud. 

¿Te acuerdas del comercial del “Le saco la sal, le saco la sal”? Siempre escuchamos que echarle demasiada sal a las comidas hace mal para la salud y por lo mismo, el mercado ofrece variadas opciones para reemplazar este ingrediente tan necesario para darle sazón a lo que comemos. Estas opciones aparentemente “más sanas” -según el marketing que utilizan-, prometen reemplazar tanto el sabor de la sal de mesa como también ofrecer mayores beneficios para tu organismo. Sin embargo, ¿qué tan real es eso?

Entre las sales alternativas más populares están las del Himalaya, las de mar, las escamas de sal y la kosher. Todos estos productos a menudo son promocionados como condimentos con menos cantidades de sodio (el ingrediente de la sal común que más impacto tiene en la salud), apareciendo como opciones más saludables. No obstante, la falta de un componente vital para el correcto funcionamiento del organismo dice lo contrario: el yodo.

Desde 1924 que a la sal común se le agrega yodo mediante diversos procesos químicos, ya que este mineral es vital para la prevención de enfermedades como el bocio (agrandamiento anómalo de la tiroides), el hipotiroidismo y problemas en el embarazo que incluso causan abortos espontáneos y anomalías congénitas.

México prohíbe la Maruchan: te contamos las razones 🍜

El proceso químico al que es sometida la sal de mesa no es sólo para agregar yodo, sino que también para remover impurezas y minerales que contaminan el producto y podrían enfermarte (como el mercurio o el plomo). Aquellas sales que no pasan por estos procedimientos y que están en estado natural, tienen más riesgo de poseer este tipo de elementos dañinos.

Además de su baja refinación y los mínimos niveles de yodo, las sales menos comunes en ocasiones poseen un menor valor nutricional que la que usamos todos los días. Por ejemplo, la sal del Himalaya incluye menores cantidades de hierro, calcio, potasio y magnesio que su contraparte. Lo mismo ocurre con la sal de mar, que aunque posee un sabor más fuerte y salado, posee una deficiencia de zinc que se le suma a la falta de los minerales anteriormente mencionados. Obviamente y como con todo lo que comes, siempre debes tener ojo en las cantidades y en cómo sazonas tu comida. Y tú, ¿eres de los que le echa más sal a los platos?