Una vez más, el medio Interferencia le genera un dolor de cabeza importante al Gobierno y al poder Económico al destapar con destreza y acuciosidad otra de las íntimas fibras que los unen y que crean una relación absolutamente improcedente y a espaldas de la gente.
Esta mañana a través de un reportaje firmado por Víctor Herrero todo Chile se enteró de un vergonzoso secreto que todo el Gobierno de Chile, desde Piñera para abajo incluyendo a Blumel y todo el lote, seguro esperaba que jamás se revelara: el origen de ese mamarracho que intentaron vender como informe “Big Data” y que supuestamente probaba con un incuestionable nivel de análisis de información que el movimiento social conformado desde el estallido en adelante tenía una influencia extranjera.
O sea que no era que la gente se había emputecido de décadas de abuso sino que era algo artificial, financiado y orquestado desde afuera. Si la tesis del Foro de Rio no era suficientemente ridícula el nuevo flamante informe aseguraba que esto se estaba manejando a través de grupos de fanáticos del K-Pop. Por supuesto el nivel de absurdo llegó hasta a que medios coreanos se cagaran de la risa (acá no es tan chistoso considerando que en el fondo se nota que el Gobierno está obstinado en sostener su estrategia del “enemigo implacable y organizado con alto nivel de tecnología” y por ende justificar su bestial nivel de represión).
Ocurrido esto era de esperar que nadie quisiera hacerse cargo de semejante pedazo de basura. Del Ministerio del Interior, a la ANI, a la SECOM todos se tiraron la pelota y terminó cayendo el director de la secretaría de Comunicaciones, Jorge Selume.
Es imaginable que el Gobierno pensó que Navidad, Año Nuevo, cientos de breaking news al día, harían que se olvidara el vergonzoso asunto. Pero no.
Y bueno, como un gran final de un capítulo de Scooby Doo (perdón lo boomer de la referencia) el malo detrás del mamarracho sería nada más ni nada menos que Andrónico Luksic. Y la cosa no se quedaba ahí, sino que había vuelto de las sombras Rodrigo Hinzpeter (ex ministro del interior de Piñera I y conocido por el enorme chasco que fue el caso Bombas).
El vínculo empresarial-gubernamental es uno que no debiera seguir operando en las sombras de forma tan grosera (y por eso el rol del periodismo de investigación es tan clave).
Que el autodenominado “ser humano igual que todos, pero poderoso” Luksic vuelva estar detrás de una zancadilla, o más bien barrida a dos piernas, a un Gobierno (recordemos que el le prestó la plata a Sebastián Dávalos y de cierta forma provocó el caso Caval) es bastante escalofriante también. Acá su explicación.
Pero el hecho de que Piñera confíe/necesite tanto en sus ex ministros del Interior (se ha comentado bastante que Chadwick sigue siendo un “asesor” del Presidente tras su salida con acusación constitucional incluida) es una clara señal de un Gobierno completamente a la deriva. Y eso, más allá de la “anécdota” de haber comprado-o-aceptado una bosta de informe, es realmente preocupante.