Un análisis a la correlación existente entre el machismo en la alicaída industria televisiva en Chile da como resultado que es una versión microscópica de como opera en Hollywood.

Hasta hace poco –y parece mentira- una de las pocas discusiones que se realizaba de manera transversal y democrática en nuestra sociedad repleta de contradicciones, era la preferencia por la estación donde veíamos teleseries.

El área dramática de cada conglomerado responsable de entregarnos entretenimiento, mantuvo durante décadas la estructura completa de los canales de televisión gastando millones de pesos en publicidad, y por qué no decirlo, usando cartas que bordeaban la falta de ética para conseguir el primer lugar de las preferencias.

Pero el entusiasmo del público hacia las teleseries terminó hace mucho tiempo al igual que el duopolio de TVN y Canal 13. Han existido excepciones gracias a la consolidación de Mega como canal que durante los últimos cinco años ha capturado la atención de un público que se trasladó a las múltiples opciones que otorgan plataformas como Netflix, pero esto no impide que el canal continúe generando pérdidas.

Uno de los principales problemas de nuestra industria televisiva, es la brecha salarial existente entre hombres mujeres, situación que se replica en todo el mundo y Hollywood no es la excepción.

Jennifer Lawrence ya había denunciado la inmensa diferencia de ingresos entre ella y sus compañeros de reparto masculinos en American Hustle, pero la situación de poner en boga esta realidad en nuestro país se encuentra en pañales pese a que las mujeres sacan adelante las producciones nacionales principalmente por versatilidad interpretativa.

Un ejemplo: Forbes este año publicó las listas de actores y actrices mejores pagados de Hollywood. Mark Whalberg gana 68 millones de dólares por película, y Emma Stone la actriz mejor pagada, Emma Stone, 26. Un millón menos que el quinceavo actor mejor pagado, Ryan Gosling. Revisa esas datas acá

El nivel de exigencia hacia las actrices –en todo ámbito posible- siempre ha sido superior pese que la situación no se refleja en sus sueldos donde existe una diferencia altísima con sus pares masculinos como se dio a conocer este año.

El área dramática de Mega presenta diferencias sustanciales entre los salarios de actores y actrices: Paola Volpato gana 50% menos que su par, Álvaro Rudolphy y actores como Gonzalo Valenzuela ganan 20 millones de pesos al mes a diferencia de emblemáticas actrices como Solange Lackington que ganó un sueldo inferior a compañeros de trabajo masculinos que realizan roles secundarios en la misma producción.

La situación salarial no pasó desapercibida ni en la opinión pública ni en las mismas actrices que componen al área dramática del canal. Luego del alargue de Perdona nuestros pecados –teleserie actualmente en transmisión- la actriz Ximena Rivas intentó renegociar su contrato, pero fue despedida.

“Por circunstancias muy particulares acepté trabajar en Mega por 40% menos de lo que correspondía mi sueldo. Eso te afecta emocionalmente” dijo la actriz a primer plano hace unas semanas.

 “Simplemente quería un reconocimiento” agregó al momento de ver la negativa de su reajuste salarial.

No decimos que los actores chilenos sean malos, pero ¿Cuántas veces los hemos visto actuar de sí mismos una y otra vez con el correr de los años?  

Si tomamos los titulares de las revistas, vemos cómo los temas de conversación hacia las mujeres que trabajan la industria del espectáculo nacional se limitan a saber sobre su corazón, sus dietas y sus secretos para estar joven. En comparación, los hombres son interrogados sobre sus planes a futuro, en si cambia o no cambia los pañales del hijo que tuvo a los 40 y en su sensibilidad por hacer alguna actividad fuera de lo común para su estatus de galán (generalmente es carpintería).

Y es que existe una potente tolerancia hacia el fracaso masculino y un resguardo total a su imagen pública. Son las actrices quienes permanecen bajo escrutinio mediático ante el menor tropiezo.

Los hombres pueden engordar unos kilos en televisión mientras conserven su carisma de yerno ideal. Pueden prescindir de la tintura capilar, porque las canas les dan estilo. Pueden no ser buenos actuando, porque su presencia genera auspicios.

Con las actrices sucede todo lo contrario: no pueden envejecer, ni engordar y tampoco pueden pedir un sueldo acorde su trayectoria o capacidad actoral porque serían literalmente cortadas de escena; no pueden reclamar por ende, tener el mismo trato que sus pares masculinos por el peligro que supone quedar sin trabajo en una industria con fecha de vencimiento.

Y si bien el público ignora hace un buen tiempo todo lo que tiene que ver con la televisión nacional, no se puede dejar pasar la extrapolación del machismo en todos los ámbitos laborales existentes.