Marco Arias y Wladymir Bernechea son el ejemplo vivo de las consecuencias de haber estado expuesto a demasiadas horas de Dragon Ball, Pokemon y Sailor Moon.

Marco Arias (1988) y Wladymir Bernechea (1989), son dos artistas y amigos que montaron una exposición doble o bipersonal que conectó dos lugares geográficos: Chile y Japón.

Galería Metropolitana y Design Festa Gallery.

Dos usos-horarios y dos estilos pictóricos opuestos, tanto técnica como referencialmente. Los dos comparten eso sí una cosa: el origen digital y etéreo de las imágenes trabajadas, interfaz que les permite hacer una lectura propia del eje cultural Chile-Japón.

Bernechea exhibió obras monocromas y atmosféricas, minimalistas y silenciosas, donde los paisajes vacíos, las arquitecturas y personajes espectrales, arman un contexto sin identidad. (Como lo que se ve arriba, junto a una joven japonesa y abajo, a solas).

Arias, por su parte, toma inspiración en el ruido y el estímulo visual de su generación y exhala explotando la estética de los medios de masas. Es “un ejercicio pictórico de superposición de imágenes sobre la tela, donde convergen comics, mangas, televisión, redes sociales y memes”.

La expo se llamó Combo Breaker (si, como del Killer Instinct).

Conversamos con Marco y Wladymir sobre la experiencia de exponer en Japón, las repercusiones de haberse visto expuesto a sobredosis de animación japonesa durante la infancia.

¿Te das cuenta como muy pocos chilenos pueden ser verdaderos millennials? Ser millennial en un país del tercer mundo es casi una contradicción.– Marco Arias

¿Cómo se dio exponer en Japón?

Marco: Es la gracia de usar hashtags a través de Instagram. Desde esa red quienes llevan la Galería en Japón vieron nuestro trabajo y nos invitaron. Uno cree que sólo llegarán bots cuando usas #chileanpainting #japanese #manga, ¡Pero resulta que en nuestro caso se convirtió en una oportunidad concreta!

Con Wladymir hace rato teníamos ganas de exponer juntos, y en mi cabeza rondaba la idea de armar una expo bajo el concepto de Combo Breaker (frase del juego Killer Instinct de Súper Nintendo devenida incluso en meme), ese que aparecía cada vez que evitabas, con un buen golpe, la sacada de cresta que te estaba dando tu oponente. El problema era que el concepto era muy potente y agresivo, entonces no podía usarse en una exposición experimental, tímida, ni algo poco pro-positivo.

Wladymir: Una vez en Japón, por fin podíamos tensionar la cultura chileno-japonesa que hemos venido investigando hace mucho tiempo desde la pintura.

Marco: La cosa es que fue en una de las galerías de arte contemporáneo más importantes de Chile, y significa el triunfo de una generación: por fin, se cuelan en la corriente formal e institucional del arte, Gokú, Vegeta, Sailor Moon y los Pokemon.

Wladymir: Y en paralelo, también en Japón ¿Qué más combo breaker que eso?

De qué se trata Combo Breaker y cuál fue el feedback que recibieron de Japón y de acá, qué diferencias y similitudes hubo en la reacción de la gente.

M.A: En concreto, fue una exposición de pinturas que, desde dos estilos diferentes, quiso analizar y tensionar las imágenes provenientes de la animación japonesa transmitida en Chile durante los 90 y los 2000. También fue la mejor excusa para revisitar conceptualmente a través del arte, todo el imaginario que como generación post 90 nos une, como si fuéramos una tribu. Las cientos de horas de animación japonesa que vimos siendo niños. No importa si eres artista, poeta, periodista, ingeniero o dentista: estas imágenes son un lenguaje transversal entre los chilenos, que incluso atraviesa clases sociales: bastaba una pequeña tele con antena recibiendo la señal abierta para estar al tanto de Los Caballeros del Zodiaco, Dragon Ball o Sailor Moon, por ejemplo.

Exterior Design Festa Gallery. Japón.

 

W.B: Yo pude viajar a Japón a montar la exposición allá. Fue muy impresionante para los japoneses ver estilos de pintura tan distintos a los que tradicionalmente caracterizan a su propia historia del arte: las pinturas monocromas llenas de pasta puestas con chinches sobre el muro generaban una contraposición al arte híper limpio de la técnica japonesa. Otra cosa que les atrajo mucho fue la evolución de personajes icónicos de su propia cultura desde la pintura. Para ellos generaba un quiebre en la idea de lo que significa la exposición de un extranjero. La exposición fue extremadamente visitada, estuvo llena todos los días. A pesar de que nos fue bien en Chile, en Japón nos fue mejor. Sin duda ayudó la ubicación de la galería: estaba al lado de la calle más concurrida de Japón, que es Takeshita Street, el centro de la moda under nipona.

Marco, qué es lo que más te interesa/obsesiona de la cultura japonesa, que cruza buena parte de tu obra.

M.A: Personalmente, más que admirador de lo japonés, soy fan de redescubrir desde adulto todos los elementos que me formaron siendo niño, hoy día desde una mirada crítica. Estos shows de animé que llenaban las horas de parrilla programática de alguna manera fueron compañía, entretención y aprendizaje, pero también fueron la puerta a la normalización de cuestiones medias oscuras para los ocho años, como el fanatismo obsesivo, el consumismo pulsional (las láminas, los tazos, los videojuegos, los posters, las poleras…etc), y la absorción de valores o (anti valores) presentados por sus personajes. Cuando extrapolas esa experiencia a una generación completa, por supuesto que dan ganas de investigarlo. El descubrir desde la pintura elementos que nos unifiquen como tribu y que acerquen a las personas al arte es lo que hoy me inspira a seguir trabajando.

¿Y a tí, Wladymir?

W.B: En mi caso, es la sutileza en torno a las sensibilidades lo que me atrae. Desde niño incluso, aquello era lo que me sedujo, pero no lo llegué a entender hasta después. Aquello fue configurando lateralmente mi propia personalidad: si te fijas, tanto el animé como los mangas están enfocados en representar asuntos introspectivos y silenciosos, como los paisajes y los puntos de vista. Desde chico que he sido un gran consumidor de animación japonesa: tenía una gran colección de VHS, series que eran estrenadas a la par con Japón y que la TV abierta de acá aún no transmitía o que derechamente no llegó nunca a transmitir, como Serial Experimental Lain. De esta serie recuerdo mucho el sonido de los cables de electricidad, cuestión que a las animaciones occidentales no les interesa.

Ser millennial en un país del tercer mundo es casi una contradicción

Marco, me contabas que te irrita ser tildado de artista millennial, explícame por qué no puedo clasificarte así.

M.A: Es verdad que esta exposición e incluso mi pintura apela a un universo global de imágenes, pero creo que hay que ser cuidadoso en el uso del lenguaje y los conceptos, sobre todo al hablar del trabajo de alguien. El término millennial es acuñado desde investigaciones sociológicas norteamericanas y fortalecido desde estudios hechos por agencias de marketing, precisamente para entenderse a ellos mismos, y que, en ejercicios invisibles de post colonialismo, aplican sobre el resto de las regiones del mundo. Fue usado por primera vez en el 91, en el libro (cáchate el nombre) llamado “Generations: the story of America’s future 1564 to 2069” . Para ellos los millennials son los nacidos entre el 81 y el 95, que vivieron su adolescencia y juventud en el cambio de milenio, nacidos bajo democracias estables, en contextos de oportunidades igualitarias y en hogares seguros y confortables. ¿Te das cuenta como muy pocos chilenos pueden ser verdaderos millennials? Ser millennial en un país del tercer mundo es casi una contradicción. Por eso cuando desde la publicidad y las agencias de marketing dicen que todos los que crecimos en los noventa, que nos identificamos con un lenguaje en común, como el animé por ejemplo, somos millennials sólo porque hoy tenemos internet en el celular, me parece una falta de respeto.