Se habla del sur de Chile como una zona de confort para todos quienes odian las prácticas contemporáneas propias de las ciudades: atochamientos, gente con mala cara, precios elevados y delincuencia fuera de control.

Las provincias albergan silencio, una vida familiar donde no existe la cultura donde los niños tienen que preguntar a un conserje si pueden subir a tal piso para jugar. Todavía se puede llevar una vida del tipo Stranger Things andando en bicicleta con los amigos mientras te tomas una bebida en el almacén de la esquina.

Sin embargo, de repente explota. En el sur de nuestro país han ocurrido los crímenes que más conmoción han causado dentro de la opinión pública por la crudeza con la que se han llevado a cabo.

En Curicó, el doctor Francisco Ramírez Alvarado, asesinó a sus tres hijos, de 17, 16 y 14 años y luego se suicidó. La investigación dio cuenta de que el tipo tenía todo planificado. Su mujer sobrevivió a los hechos.

En Coyhaique, Nabila Rifo fue brutalmente golpeada por su pareja en plena vía pública. Después, en un acto que escandalizó y movilizó el país, le arrancó los ojos con las llaves de su auto.

En Lolol, una pequeña y tranquila localidad cercana a Pichilemu, donde nunca pasa nada, Oscar López Rodríguez decapitó a una profesora y les mostró la cabeza a sus hijos de 15 y 19 años. El hombre murió asesinado en un enfrentamiento con la policía.

En Molina, a 40 minutos de Talca, una mujer disparó, desmembró e hirvió en agua caliente el cuerpo cercenado de su pareja luego de que este le robase los ahorros de toda su vida. Mientras en que Rancagua, una mujer de 60 años fue apuñalada 40 veces bajo la motivación de un ritual que involucraba magia negra.

Es como si toda la calma presente en el sur y centro de Chile se condensara en tan solo un acto de locura dejando perpleja a la población completa de un país que olvida rápido la existencia de sus provincias.

En esta oportunidad, se dio a conocer que un chico de solo 19 años llegó hasta su casa cubierto de sangre y con una macabra sorpresa escondida en su mochila: su padre encontró un brazo cercenado, llamando de forma inmediata a carabineros para entregar a su hijo que reconoció el crimen sin oponer resistencia alguna.

El hecho ocurrido en Valdivia, produjo otro evento paralelo: se denunció la muerte de un indigente que había sido descuartizado. La faltaba su nariz, sus orejas y su brazo.

Uno de los hombre aseguró que el chico de 19 años -que ya contaba con antecedentes penales por incendiar unos autos- solía atormentar a las personas que dormían en la intemperie para robar las monedas que las personas les entregaban. De ahí vino su furia, pero nadie se explica el por qué se llevó el brazo.

Desde la PDI en horas de la tarde entregaron más antecedentes de lo ocurrido en la fatídica noche. “La víctima se habría se encontrado compartiendo alcohol en la plaza junto a un grupo de amigos, entre ellos el imputado, se produce una discusión y esta persona habría extraído un arma cortante, provocándole múltiples heridas que le causan la muerte en el lugar”, contó el comisario Rodrigo Morales, jefe de la Brigada de Homicidios de Valdivia.

Un testigo de los hechos fue otro indigente que le reveló a Radio Bío Bío lo que vió. Primero identificó a los protagonistas. “La víctima era conocida como “El Pincheira” y el atacante tenía el apodo de “El Cantante”.

Luego, dio su versión de los hechos:

“(El cantante) Andaba con un arma, un cuchillo carnicero (…) y viene a quitarles monedas a la gente de la calle. Nos pegó, me robó plata, le pegó al Pincheira. Me puso el cuchillo en el cogote, también me quería matar, pero ahí yo arranqué para librar. Yo conozco al Pincheira, y el tipo que le hizo el daño estuvo compartiendo aquí un trago, estuvo tomando vino, y el Pincheira le dijo una grosería y ahí sacó el cuchillo y le mandó un corte”, agregó.

La policía aún trata de entender por qué “El cantante” se llevó el brazo de su víctima.