Bong Joon-ho es la persona del momento. No solo por hacer historia en los Oscars y dirigir el film que, por primera vez en sus 92 ediciones, es premiada como mejor película sin ser de habla inglesa. También lo es por su personalidad y por la crítica detrás de sus trabajos.

El surcoreano de 50 años proviene de una familia adinerada y muy ligada a la cultura. Su padre ya fallecido y todos sus hermanos son profesores universitarios en áreas como las artes y la moda. Su madre, dueña de casa e hija de un connotado escritor local.

Estudió sociología en la Universidad de Yonsei, en Seúl. Y mucho de lo que plasma en las películas se basa en su concepción de la sociedad. Es tajante en responsabilizar a la “polarización de la economía” en la fractura que hoy existe en países como el surcoreano o también como el nuestro. Su crítica es ácida y profundamente política, pero para nada obvia. Al igual que su compatriota Byung-Chul Han, entiende que el neoliberalismo ha producido las extremas desigualdades que se pueden apreciar, por ejemplo en Parasite.

Su carrera se ha basado en evidenciar los problemas que parecen adormecidos, desde la tensión entre las clases sociales al cambio climático. Desde lo íntimo de Parasite a lo extremo de Rompenieves. Un ir y venir de géneros, momentos y sensaciones. La risa y el llanto mezclados en un deleite de experiencias.

A pesar de la multiplicidad de emociones que recorren sus películas y de los diversos estilos que se encuentran en cada una, existe un elemento central que las une “todos vivimos el mismo país llamado capitalismo” comentó. Sus películas lo abordan en la diferencia, en la otredad “Sin diferencia no hay capitalismo. Cuanto más extremo es el capitalismo más extrema la diferencia”, sostuvo.

¿Quiénes son los parásitos? (un poco de spoiler)

Ante esta pregunta, Bong Joon-ho respondió que “a primera vista, son la familia pobre, porque se infiltran en la familia rica para chupar su sangre. Pero los ricos no pueden vivir su vida sin depender de los demás, así que también son parásitos. ¿Y quién es responsable de esta degeneración generalizada? ¿Y de dónde proviene esa brecha que separa a una clase de la otra? De eso trata la película. La familia pobre es lo suficientemente inteligente y hábil como para prosperar en muchos trabajos, pero el sistema no le da la oportunidad de hacerlo”.

Se le ocurrió la idea central de la película cuando estaba en la universidad. Comenzó a darle clases a un joven millonario de Seúl y ahí conoció los lujos en su máxima expresión. Se sentía como un extraño, como un infiltrado en un mundo que no le correspondía. “Yo pensaba en lo divertido que sería si mis amigos pudieran colarse conmigo en la casa”.

Luego del conflicto con Corea del norte, en los años setenta, el gobierno surcoreano decidió crear los banjiha, una especie de semisótano que sería utilizado única y exclusivamente para refugiarse en caso de guerra. Años más tardes y con un creciente modelo de libre mercado los banjiha se comenzaron a vender a todo el público. Hoy, siendo la economía numero 11 del mundo, estos ex refugios están normalizados como vivienda de jóvenes y familias pobres.

La gracia de Parasite es que no refleja sólo una sociedad lejana y peculiar como la surcoreana, al contrario, retrata los barrios de Chile, de Estados Unidos y de muchos países de Europa. La cinta de Boong Joon-ho plasma las deficiencias de un modelo que siempre se nos dijo perfecto, con sus casas enormes e iluminadas como la de los Parks, con sus autos de lujo y vacaciones en el extranjero, pero que al escarbar un poco salen a relucir los banjiha, los campamentos y las casas chubi, la pobreza trasvestida de clase media y el olor que rápidamente detectó Da-song, el olor de no poder pertenecer.  

“Hemos vivido un desarrollo económico tremendo, hemos exportado el K-pop… pero la violencia puede estallar en cualquier momento precisamente por la desigualdad” declaró hace unos meses ¿les suena parecido?

Es por ello que la victoria de Parasite no destaca fundamentalmente por triunfar viniendo desde Corea del Sur, su éxito radica en gran parte porque cuestiona todo lo que la academia enaltece y perpetúa. Por esa desigualdad que vive en silencio, escondida, pero profundamente arraiga en las venas de Hollywood. Por la escasa presencia de mujeres, de otros colores de piel, por la nula apertura a la diferencia que existía en ese mundillo de fantasía. El cine como parasite debiese ser un punto de inflexión en el devenir de la academia.