Recién el año pasado la ONU reconoció que la marihuana podría tener propiedades medicinales, y aunque su uso en humanos es bastante popular, también ha aliviado la vida de muchos animales. Aquí una veterinaria y cuatro tenedoras de animales en terapia cuentan cómo este tratamiento alternativo ayudó a sus mascotas, y al mismo tiempo, piden legalización y educación sobre el tema. 

Fotos de Valentina Bird 

La Organización de Naciones Unidas (ONU) reconoció en diciembre del 2020 que la marihuana podría tener propiedades medicinales. Esto sentó un precedente para que comenzara investigaciones más relevantes y masivas sobre su uso terapeútico. Recién ese año el cannabis fue sacado de la lista IV de la Convención sobre drogas de 1961, un índice con las sustancias más contraproducentes y sin propiedades médicas. 

Y a pesar de estar vetada en esa lista, según cifras de la misma organización, cerca del 2,5% de la población, es decir, casi 147 millones de personas en el mundo, consumen marihuana de todas formas. Y aunque su uso recreacional – y ahora terapéutico – en humanos es algo de lo que se habla con más frecuencia, su uso para aliviar dolencias y enfermedades en animales es menos conocido

Son pocos los profesionales que han abordado esa área, sobretodo en nuestro continente, pero existen. Francisca Medina es médica veterinaria de la Universidad de Chile, cuenta que cuando fue estudiante ningún profesor tocó el tema del uso del cannabis medicinal. Sin embargo, ella trabaja desde el 2016 en la Fundación Daya. Llegó hasta este lugar motivada por encontrar una solución para los dolores de artrosis que sufría su madre, y después de conocer los tratamientos y sus resultados positivos, sintió interés en ver cómo esto se podría aplicar desde el punto de vista veterinario. 

Dra Francisca Medina.

La doctora explica que en Chile se permite el consumo privado y el autocultivo, pero falta mucha regulación e indicaciones sobre cuántos gramos se pueden portar y cuántas plantas se pueden tener. “No hay una entidad donde uno pueda registrarse como usuario tampoco”, explica la especialista, “eso sí, por Ley, los veterinarios y dentistas podemos prescribir cannabis, pero aunque una persona tenga cómo comprobar que su mascota está en tratamiento, un policía podría tomarla detenida igual”.

¿Qué animales pueden acceder a este tipo de tratamiento? “Todo aquel que tiene columna vertebral posee un sistema endocannabinoide, por lo tanto sería factible aplicarlo en peces, anfibios y mamíferos, por ejemplo”, asegura Francisca. Pero también hace énfasis en que este es un tratamiento complementario y que no siempre implica dejar los medicamentos convencionales. 

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Renato.

Para la matrona María José Espinoza, darle un hermanito humano a su hija era algo que no estaba en sus planes. Entonces pensó que lo mejor sería adoptar un animal. La niña es alérgica, y en lugar de tener un perro o un gato, consiguieron un cuy. Así llegó Renato a sus vidas. En su departamento de San Miguel, él es el dueño de toda la terraza

Renato ronronea, igual que los gatos, busca a sus humanas y trata de jugar con ellas y pide cariño. “Para mí él es como un hijo”, dice María José.  Por eso, cuando Renato empezó a cojear y a mostrarse fatigado, lo llevaron inmediatamente a urgencias. Allí les dijeron que a veces los cuy cojean por dolor y que además, parecía que Renato estuviera deshidratado. “No lo hospitalizaron, pero yo soy del área de la salud y sé que si un paciente está deshidratado no se puede perder el tiempo”, cuenta la tenedora.

Empezó a buscar emergencias de animales exóticos, en octubre del 2020, en pleno toque de queda, y junto a la niña llegaron al Buin Zoo. El diagnóstico era obstrucción abdominal y la radiografía arrojó la presencia de tumores en sus riñones. Por lo mismo, Renato no podía recibir un tratamiento invasivo.  Incluso después de ser dado de alta, el cuy no se movía, dejó de comer heno y sus humanas lo alimentaban con papillas. 

Por recomendaciones de un familiar, que había llevado a su perro a la fundación, María José se llevó al cuy y la veterinaria le dijo que si bien no tenía mucha experiencia en animales de ese tamaño, lo tratarían como a un chihuahua. Después de tres días, ella dice que Renato era otro animal. “Sólo con el tratamiento cannábico y la vitamina C, él rejuveneció como cuatro años”, cuenta. El cuy consume gotas de un recetario magistral. 

Renato estaba desahuciado y otro veterinarios ya le habían comunicado a su humana los pasos para darle la eutanasia en dos semanas. “Eso fue a principios de diciembre del 2020 y todavía está vivo. Esto cambió todo. Yo soy bien anti marihuanera la verdad, pero llegué a esto porque no me quedaban más alternativas”, reconoce María José, “pero sé que esto ayuda y alivia a personas con Parkinson o autismo”

“Desde el fondo de mi alma deseo que toda persona y animal que lo necesita pueda acceder a usarlo. Es un medicamento. Si la misma penicilina viene de un hongo, entonces ¿por qué no darle el pase a esta planta? Está estigmatizada, pero puede usarse para beneficios de animales y personas”, remata.

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Mateo.

Mateo (8) tenía 9 meses cuando empezó a tener convulsiones. Quedaba tieso en el suelo, salivaba, se le dilataban las pupilas y algunas veces perdía el control de sus esfínteres. Denisse Mena, bioquímica de profesión y tenedora del perro, lo llevó al veterinario y le dijeron que entre darle medicamentos y echarle a perder el hígado, era mejor que el perro tuviera estos ataques: el remedio era peor que la enfermedad, le confirmó el especialista. Pero las convulsiones, que primero eran esporádicas, llegaron a ser 7 mensuales. 

Por el amor a su perro, y por la inquietud de su profesión, Denisse buscó en internet distintas terapias y leyó el efecto positivo que tenía el cannabidiol en convulsiones y dolor crónico en los seres humanos. “¿Funcionará para las mascotas también?”, se preguntó. Con esa interrogante se acercó a la Fundación Daya y recibió una respuesta positiva. Conoció a Francisca y comenzaron con un tratamiento, que en primera instancia era complementario, pero que hoy es lo que mantiene a Mateo con ánimo, apetito y saludable. 

Denisse prepara el aceite para su mascota y tiene la planta en su casa. “Tengo la receta que me dio la veterinaria con el nombre del paciente, qué patología prescribe, qué cepa necesita, cuántos gramos él va a usar y todo eso está archivado y muy documentado, por si tuviéramos que demostrar en algún momento que esto no es recreacional, sino medicinal, y que es para Mateo”, cuenta.  Un gramo de cannabis cuesta cerca de 10 mil pesos, y su mascota consume 3 al mes. 

“La preparación la hago con aceite de oliva y hay que conseguir que tenga un efecto anticonvulsivo y no psicotrópico. Se hace un macerado a bajas temperaturas, lo cocino a fuego lento por tres o cuatro horas, lo filtro, separo el aceite y lo dejo enfriar. Luego lo pongo en frasquitos”, dice Denisse. “Él toma dos veces al día y se las doy en la lengua después de comer. Tres gotas temprano y la misma cantidad en la noche” 

Denisse lleva un registro desde que Mateo era cachorro de sus convulsiones. Elaboró un gráfico en Excel con las fechas y horas en las que el perro sufría estos ataques. “Empezamos el tratamiento en diciembre de 2019 y se ve una caída estrepitosa en el gráfico, pasamos de tener 7 convulsiones al mes, a una. Las últimas fueron en noviembre del año pasado y en marzo”.

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Yorchi.

Pamela López (43) pasó por varias consultas veterinarias antes de llegar a una donde le recetaran cannabis. Cuenta que cada vez salía más confundida y sin un diagnóstico para Yorchi (5), su mascota Yorkshire. Un año después de que llegara a su casa comenzó a convulsionar: salivaba, tiritaba y se retorcía. Con el tiempo los episodios se hicieron más recurrentes y más fuertes. Ella no podía dormir bien por la angustia que le provocaba pensar que su perro podría estar grave en mitad de la noche.

En una de las visitas al veterinario le dijeron que Yorchi podría ser epiléptico y le recetaron un medicamento hecho para humanos. El doctor le advirtió que sería muy fuerte para su organismo y que una vez iniciado el tratamiento no podría dejarlo. “Me puso tan nerviosa todos los efectos secundarios que esto podría tener, que de dárselo, habría tenido miedo. No quise”, cuenta Pamela. 

Harta de no tener respuestas positivas y de que tuvieran que dopar a Yorchi para que pudieran examinarlo habló con su hermano. Fue él quien la ayudó a buscar más opciones y quien le habló del aceite de cannabis. Así descubrieron los tratamientos cannábicos de Fundación Daya. Pamela no estaba segura si podrían aplicarlo en animales, pero leyó comentarios favorables que la motivaron a pedir hora para Yorchi. En pleno inicio de la pandemia tuvo una videollamada con la veterinaria Francisca.

Con su esposo viajan de diciembre a marzo a Coquimbo de vacaciones. Allá no hay veterinario cerca de su casa, por lo que siempre estaba aterrada, sobre todo porque las convulsiones ocurrían dos veces al mes. En 2021 por primera vez las vacaciones dejaron de ser preocupantes. La gotas de aceite de cannabis que le recetó la doctora  generaron un cambio importante en la salud de Yorchi. “Este verano me fui tranquila porque le dio un episodio sólo una vez en esos 4 meses”, comenta mientras explica que lo primero que empacó fue el frasco con la medicina. 

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Margarito.

Mi mascota ya no está, falleció el 18 de febrero”, cuenta con tristeza Victoria Zepeda (74). Habla de Margarito, quien llegó a su casa con dos meses a integrarse como el menor de cinco perros más. Eran todas hembras, así que decidieron ponerle ese nombre. Tres años después comenzaron los ataques epilépticos. Lo llevaron rápidamente a un neurólogo canino y después de un tratamiento convencional sin efecto estaban desesperados.

Margarito tomaba tres pastillas diarias para combatir su epilepsia: una de levetiracetam, otra de fenobarbital y una que tenían que hacerle en la farmacia. Victoria gastaba al menos 100 mil pesos mensuales en el tratamiento. Cuando veía que su mascota no mejoraba le preguntó a su veterinario qué más podía hacer para aliviar su calidad de vida. Él le comentó la existencia de la medicina cannábica. 

Victoria había escuchado la historia de un señor que le daba té de marihuana a su mascota para sanar sus malestares. “Me costaba pensar en darle cannabis a mi perrito porque nunca lo había usado”, asegura. Todo cambió cuando la doctora Medina le recetó virtualmente gotas de aceite a inicios del 2020. “Desde ese minuto Margarito no tuvo más crisis hasta el 23 de diciembre”, dice feliz. Incluso dejó el fenobarbital. 

La familia de Victoria se fue a vivir a Chillán en enero de 2021. El cambio fue muy fuerte para el regalón de la familia. “Habían tormentas y lluvias torrenciales aquí, fenómenos que nunca había visto Margarito”, explica su humana. Comenzó a quedarse adentro de la casa hasta que el 18 de febrero volvieron las convulsiones. Trataron de conseguir a un veterinario a domicilio, pero nadie los auxilió. Su mascota falleció rodeado por su familia humana y perruna tras meses de tranquilidad gracias al aceite de cannabis.

“La idea es que toda la gente que tiene una mascota con malestares puedan acceder a este tratamiento”, reflexiona Victoria mientras se pregunta por qué penalizan tanto el uso de esta planta. “Y te digo que sirve porque lo viví, lo practiqué, me resultó y le pude dar una buena calidad de vida a mi Margarito con el cannabis”, dice. 

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“Chile es uno de los países que tiene el mayor consumo a nivel recreativo y siguen existiendo casos como el del padre que se suicidó por el hostigamiento policial que recibió, tras ser absuelto por usar cannabis para tratar a su hijo autista”, sentencia Francisca Medina. Además dice que tiene esperanzas en que una nueva Constitución podría ayudar en cierta medida a resolver esta problemática. Desde la incorporación de veterinarios como profesionales de la salud, hasta garantías en medicamentos.

La mayoría de expertos, y también los y las que han recibido sus beneficios, se encuentran en estos dos puntos: falta información y educación al respecto, y la legalización es el siguiente paso. 

La clave es regular. Regular no significa que aumente el consumo. Regular no es liberalizar; es controlar, poner reglas del juego claras. La clave está en si queremos que el mercado lo controle el Estado o el narcotráfico”, opinó a El País Manel Guzmán, catedrático de Bioquímica de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité directivo de la Asociación Internacional por la Medicina Cannabinoide.

*Si tienes dudas sobre la medicina cannábica veterinaria o si quieres saber si tu mascota podría ser tratada, puedes escribir a este correo:  [email protected]