Si bien existen relatos de personas que aseguran que el consumo de drogas alucinógenas les ha ayudado a reducir síntomas depresivos y de que diversos estudios confirman que su ingesta genera cambios en la actividad y conectividad cerebral, otras investigaciones ponen en duda si estas son realmente efectivas. Frente a esto, académicos de las universidades John Hopkins, Oxford, Maastricht, Imperial de Londres, Leiden y Chicago, comparten los resultados de sus investigaciones.
Cuando Joseph, un diseñador proveniente de Austin, capital de Texas, empezó a tomar microdosis de drogas psicodélicas hace cinco años, en reemplazo del medicamento Prozac que tomó desde su niñez, sintió que los síntomas de su depresión se alivianaron progresivamente.
Llegó a ellos luego de leer los estudios del profesor Roland Griffiths de la Universidad John Hopkins, en los cuales investiga los efectos de la psilocibina, el componente activo de los hongos alucinógenos. En uno de ellos, el académico confirmó que, junto a su equipo, notaron que el consumo de este elemento ayudó a pacientes de cáncer a disminuir síntomas depresivos y de ansiedad.
Asimismo, el texano después encontró un artículo de Wired en donde distintos emprendedores de Silicon Valley afirmaron que la ingesta de microdosis les ayudaba a tener más energía y creatividad a la hora de trabajar en sus empresas tecnológicas.
Fue ahí cuando decidió probar esta opción para enfrentar su depresión. Según declaró en una entrevista con The New York Times, antes de aquello se sentía “estancado”, mientras que “no era feliz y estaba enojado y preocupado todo el tiempo”. “Eso contradecía la perspectiva que tenía de mí mismo”, añadió, pero una vez que empezó a ingerir, sintió que “mejoró mi ánimo y mi confianza sin más”.
Según un informe de la unidad de psicofarmacología de la Universidad de Oxford en torno a este ámbito, el cual fue publicado en julio de 2019, se entiende por microdosis a un cantidad de entre el 5% y el 10% de una dosis completa.
Frente a esto, las opiniones de los especialistas siguen siendo dispares. Un informe del Departamento de Neuropsicología y Psicofarmacología de la Universidad de Maastricht, Países Bajos, afirmó en agosto de 2020 que el consumo de microdosis puede incentivar al cerebro a desarrollar nuevas conexiones celulares. Aun así, los autores de otros todavía tienen dudas respecto a si esto es efectivo en el tratamiento de la depresión y la ansiedad y si, en caso de serlo, cómo lo es.
Uno de ellos es el director clínico del Centro para la Investigación Psicodélica en la Universidad Imperial de Londres, David Erritzoe, quien dijo en una entrevista con The New York Times que “a estas alturas, es probable que las personas participen en un ensayo clínico de microdosis solo si están convencidas de que eso podría ayudarles”, por lo que la eficacia de estas sustancias podría estar relacionada con las expectativas que tienen los consumidores, generando así un efecto placebo.
En un estudio liderado por él para dicho establecimiento educacional en 2020, repartieron microdosis reales y otras cápsulas idénticas estéticamente (pero que no eran droga) entre los participantes. Al final del estudio, la mayoría de ellos aseguró haber sentido cambios que fueron beneficiosos para su salud mental, mientras que quienes consumieron drogas reales y sospecharon que podía tratarse de un placebo, aseguraron no haber sentido nada.
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Una situación similar evidenció la académica en psicología cognitiva de la Universidad Leiden de Países Bajos, Michiel Van Elk, durante el año pasado, quien aseguró al periódico de La Gran Manzana que “en un principio, me sorprendió, pero también me decepcionaron un poco los resultados, porque cuando organizamos el estudio, éramos muy optimistas de que las microdosis podían tener un efecto” más profundo que el de un placebo.
Asimismo, un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Chicago y publicado el 1 de febrero de 2021, optó por reunir a un grupo de participantes para darles cuatro dosis de LSD en un periodo de dos semanas, sin detallarles qué estaban tomando ni cuál era el propósito de la investigación. En los resultados, tampoco notaron diferencias entre quienes consumieron placebos y quienes ingirieron muestras reales.
Frente a esto, otros científicos del mismo establecimiento educacional han alertado que efectivamente el consumo produce cambios en la actividad y conectividad cerebral. “Yo no diría que todo se debe al efecto placebo, es evidente que es una droga activa”, manifestó la académica de la Unidad de Psiquiatría y Psicobiología, Harriet de Wit.
Tanto ella como Van Elk declararon al periódico neoyorquino que es probable que no hayan encontrado una eficiencia particular sobre el beneficio en el consumo de microdosis, debido a la realización de sus estudios en base a la prueba de placebos, además de otros factores que podrían haber entorpecido en su hipótesis inicial, tales como la duración, el tipo de pruebas y las preguntas que les hicieron a los participantes.
Aun así, el pronóstico de Erritzoe es distinto. “Si no se puede ver en un ensayo adecuado que alivie los síntomas, en aspectos que la gente de verdad pueda detectar, sentir y experimentar en su vida, entonces no es tan interesante”, dijo a The New York Times, “no pretendo menospreciar la microdosificación, solo estoy siendo prudente, y creo que, por ahora, el panorama no se ve muy alentador”.
Entre los argumentos que mencionó para avalar su perspectiva, está la dificultad para eliminar el efecto placebo en los estudios, ya que, en su experiencia, el 72% de los participantes adivinó correctamente la sustancia que estaban consumiendo.
De todas formas, estos factores no alteraron la decisión de Joseph, el diseñador texano aludido en un principio, quien aseguró que efectivamente se sintió mejor cuando consumió microdosis de drogas alucinógenas, a pesar de no tener seguridad científica de que la ingesta haya sido el factor determinante en la transición de sus estados de ánimo.
Aun así, en otra entrevista con The New York Times para un reportaje acerca de los efectos de componentes alucinógenos, Griffiths, quien también ejerce como director del Centro John Hopkins para la Investigación de la Conciencia y la Psicodelia, recalcó que para el consumo de estas sustancias, es recomendable el apoyo de un equipo médico certificado y con experiencia en esta temática.