Reflexiones de un “viejo chico” viajando de regreso a su generación

Entender a los millennial no es fácil, ni siquiera para un millennial.

Nunca estoy muy seguro de lo que pasa. Me preocupan detalles que no son importantes y busco contarme la historia de mi vida, la que estoy viviendo, pero que no conozco.

Tengo 24 años y edad y estoy soltero. Nada raro para un millenial.

Soy parte de una generación que vive en al menos tres comunidades llenas de interacciones, mails, likes, comentarios y reacciones planas. Cables llevan y traen emociones.

Mis veinte años estuvieron marcados por relaciones con otros hombres que pasaban mi edad por otros veinte años.

Mis mejores amigas, de esas que llamas para avisar que ya subieron la serie favorita a Netflix, me pasan por lo mínimo en otros diez.

Mi mamá tuvo la idea de ser madre llegando a los cuarenta. Mi infancia estuvo cercana a mis abuelos y sus hermanos. Tenían un pequeño negocio, ahí trabajé mano a mano con gente que siempre me superaba por dos décadas.

Tengo una facilidad para llevarme bien con las señoras, con abuelos, con gente mayor, de esas que sólo comparten historias de vida. Que se cuentan, tomando té, los recuerdos de tiempos en blanco y negro, de sonrisas sinceraste, de cartas de amor, de radioteatro y vinilos prestados por algún vecino, de cumpleaños en familia y secretos de felicidad.

Dando vueltas por Internet conocí, a través de una app para gordos gay, a otro chico de mi edad, que tenía amigos de su edad y que salía con ellos. Que compartía experiencias con las que sólo mi yo de otra dimensión se podría sentir identificado.

Juegos online, de consola, videojuegos clásicos, de Nintendo, super Mario, y cómic japoneses, cultura nipona y del bite. Chistes de jóvenes, de personas de mi edad, fiestas entretenidas, disfraces modernos y jergas contemporáneas, palabras a la moda, imágenes y fotos que sólo se podrían describir como cool.

Comencé a trabajar siendo muy joven, era común rodearme de mayores, hablando sobre cómo hacer durar el sueldo en uno de los países con las ciudades más caras del mundo, sobre huelgas, sobre las teleseries, los dramas románticos del barrio y las discusiones nocturnas por el mal sexo después de los treinta años de matrimonio.

Es fácil empatizar con adultos, los siento más cercanos, llevo una vida compartiendo y ya hasta actuando como ellos, entonces el desafío es ser alguien de mi edad.

Alguien que disfrute el presente, los errores y temores de ser joven, de poder equivocarse y de amar sin frenarse por miedo. Ser joven y escuchar de todo, dormirse hasta tarde y soñar despierto mientras viajo en los buses que me llevan a lugares para compartir. Reírme de las conversaciones que escucho cuando camino por el lado de gente que desesperada le grita al teléfono pidiendo que dejen de llamarles para ofrecer productos. No es necesario que eso sea ser joven, pero es lo que quiero pensar que sería, con menos estrés.

Ser y comportarme como alguien de mi edad, alguien más relajado, ver memes sin culpa porque el tiempo libre es escaso, ir a conciertos y volver a reírme. Usar gafas de sol en lugares oscuros sólo por hacerlo, viajar y no tener prisa, ni ansiedad o inseguridad, subir fotos a redes sociales sin esperar me gusta, comentarios o publicaciones compartidas, poder sentirme tan libre como para ir y volver a explorar mi identidad las veces que yo quiera.

Llevo cerca de seis meses saliendo con este compañero de generación y mi descontextualización amorosa se nota, mi postura de abuelo sobresale y me mezclo más con sus tíos que con sus amigos, me salen las palabras más fácil en las reuniones familiares que en los clubs mientras bailamos y tomamos shots con sus amigos.

Estar saliendo sin compromisos formales me sitúa también en mi generación, líquida, libre, poco concreta y con libertad para moverme desde ahí.

Me estoy mudando de edad, me cambio de generación oficialmente y pienso que volver a sentir la juventud que me quitó y volvió a entregar Internet es algo que incluso otras generaciones deberían mutar, volver a sentirse joven – siéndolo o no, es la libertad de querer hacer lo que sea, y lo mejor, es que sientes que puedes hacerlo, eso y todo.


Ilustraciones cortesía de Hola Nico Gonzalez

Total
0
Shares
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *