Llegó la hora de salir del closet de los prejuicios y profesar a viva voz nuestro amor por este lugar.

Créditos: Biobiochile.

Madrugué viajando en bus y el chofer puso en todos los televisores el matinal de Megavisión como si tener que despertar con la risa de Viñuela no fuese suficiente castigo para el lunes. Obligados a ver ese bodrio, supimos minutos después y gracias a Luchito Jara, que el tiempo para hoy sería de 30 grados y pensé de forma inmediata en el Parque Intercomunal de la Reina.

Pocas cosas son mejores que estar en un parque con tus amigos, cerveza y una infinidad de comida rica que prolifera durante septiembre. La verdad es que el Inter de la Reina me entregó tantos buenos momentos durante mi juventud que es imposible no preguntarme lo siguiente: ¿Por qué la gente lo odia tanto?

Antes de buscar esas resoluciones, necesito explicar por qué es un lugar tan importante para mí, una persona que llegó a la gran ciudad cuando tenía 18 años y poco y nada sabía sobre la existencia de parques para carretear.

Ser universitario te destruye y de eso nunca nos hablan cuando damos la PSU. Te dan ganas de pelarte como Britney por estrés y como si fuera poco, es un proceso interminable que extienden lo suficiente para que quedes con una rica deuda que terminarás de pagar al momento de jubilarte con una pensión miserable. Cuando tienes claro lo anterior, necesitas pasarlo bien y ahí es donde aparece el parque con más problemas de identidad que yo a los 15 años (me creía hippie, era zorrón y hediondo).

Oficialmente conocido como Parque Padre Hurtado, el intercomunal de la Reina es popular gracias a los sobrenombres que hacen uso de su mala imagen como intercriminal o interpoblacional.

La gente generalmente habla pestes del Inter y siempre es reacia a asistir a cualquier evento que tenga relación con este. Pero allá ellos, personalmente creo que es importante tomarse los espacios de la ciudad para transformarlos en aportes para nosotros mismos y la comunidad que los rodea (ahya).

Créditos: Rockandpop.cl

Los mismos santiaguinos son reacios a admitir que les gusta, lo miran con miedo gracias a los reportajes de Informe Especial y Contacto que retratan lo peor del carrete desenfrenado con orgías y botellas volando sobre los quinchos sangre por sangre guatón Byron.


Pero la realidad es otra: la extensión del Parque es lo suficientemente grande como para no tener que toparte con otras personas si quieres ir con tu grupo de amigos. De hecho, las veces que he asistido con el correr de los años, me sorprende la cantidad de actividades familiares que existe entre los quinchos. Incluso se puede ver a las bendiciones scouts teniendo sus reuniones ahí mismo junto a los monitores mientras sus familias hacen asados mientras miran la situación orgullosos.

Además, si hablamos de parques, las opciones que tenemos se acotan bastante si consideramos las más populares e infladas por los medios. El Parque Metropolitano, ese que tiene funicular, zoológico y una virgen en la punta, se transformó en una trampa para turistas donde te venden artesanías altiplánicas a precios inflados. Además, es muy incómodo para ir cuando hace calor o mucho frío; tampoco es bueno ir cuando hay preemergencia ambiental y no se puede ver nada desde su panorámica.

Pero su contraparte y competencia más directa, es el Parque Bicentenario de Vitacura. Nunca he entendido la pasión de las personas por abaratar todos los eventos en este terreno muy urbano y sin árboles abrazado por un calor extenuante apenas sube la temperatura en septiembre. Este parque se ha convertido en el enclave de la gentrificación al ser catalogado como cool y los eventos del 18 de septiembre como “La Fondería” explotan en convocatoria.

Por eso me gusta el Inter (o Parque Padre Hurtado) porque es democrático, puedes ir con tus amigos, tirar un pedazo de carne en la mañana y pasar la tarde tomando cerveza como parte de una tradición que nace durante la época universitaria (que, mirando en retrospectiva, nunca es tan buena como la pintan).

Por eso, aprovecha el calor, ya lo anunció Luis Jara. Lleva tu squad al parque y no tengas miedo de salir del clóset del amor hacia el y súmate a los cientos que debemos momentos memorables al sitio que se niega a ser absorbido por el esnobismo. Amén.