Y la culpa no es de tu resaca post año nuevo.
Nos consideramos personas completamente visuales donde aparentemente nuestro estado anímico se relaciona de forma directa con todo lo que vemos, pero intenta trabajar en un espacio ruidoso con el olor del microondas de la oficina y te darás cuenta de cómo la vista deja de ser primordial para tu concentración y correcto funcionamiento laboral.
Los neuro arquitectos han estudiado cómo influye el diseño en nuestros sentidos cuando nos encontramos en un espacio determinado, y es que después de todo, el diseño responde a mucho más que una necesidad estética: es la información integrada que todos nuestros sentidos reciben cada segundo y que tiene un efecto directo e inmediato en nuestra forma de trabajar.
El sonido es particularmente el sentido que determina nuestra capacidad de trabajar de forma productiva, y los estudios realizados por el Laboratorio de Experiencia Humana Perkins+Will han revelado la importancia del diseño acústico dentro de las oficinas y cómo este puede incrementar la productividad en este espacio.
El mismo laboratorio explicó el año 2016 la correlación entre la acústica y la procrastinación laboral. Los resultados de las investigaciones entregaron estadísticas sobre cómo el sonido ambiental puede aumentar la productividad si se usa correctamente: los trabajadores que participaron en la investigación incrementaron su creatividad cuando el sonido ambiente del lugar de trabajo era enmascarado por sonidos “blancos” (ruidos constantes y uniformes de la misma potencia).
Sin embargo, estos sonidos también presentaron dificultades para que los trabajadores hablasen en público y en su capacidad de atención.
En la actualidad, los neurocientíficos desarrollan nuevas aplicaciones psico acústicas en tiempo real para determinar el impacto real del sonido dentro de la experiencia humana.
Los ruidos fuertes e innecesarios son una de las cosas más irritantes a la hora de trabajar. El 99% de los trabajadores aseguró ver su capacidad laboral limitada al estar expuestos a teléfonos que suenan sin parar y personas hablando mientras toman café u otras situaciones similares.
El estudio también asegura que las personas nunca se acostumbran a la contaminación acústica independiente del contexto que sea.
De hecho, el 68% de los encuestados afirmó sentir frustración al momento de enfrentarse a ruidos más fuertes que una conversación dentro del horario laboral.
La razón por la que el sonido nos distrae tanto a la hora de trabajar se debe a que la contaminación acústica compite con otras señales auditivas importantes. Los órganos transforman las olas auditivas en señales neutras al recibir la entrada de diversas fuentes que compiten por tu atención. Al no poder decidir cual es más importante, el cerebro simplemente opta por no prestar atención especial a ninguna generando falta de concentración.
Si el nivel de contaminación acústica en la oficina es superior o igual al nivel de la voz de tus compañeros de trabajo, oír ya se transforma en una dificultad; si el sonido ambiente no es relevante para la tarea que te encuentras realizando, la situación es todavía más distractora. La contaminación acústica es todavía más invasiva si te encuentras realizando una labor que implique hablar otro idioma.
Pero como la gente no puede trabajar callada ni se pueden evitar ciertos sonidos, los profesionales responsables del estudio afirman que la solución es trabajar en grupos pequeños de trabajo aplicando sonidos blancos de forma estratégica. Tampoco ayuda la designación de asientos de trabajo específicos, algo aplicado también para colegios y universidades.
Con lo anterior también podemos inferir que quizás ese reggaeton que tienes pegado en la cabeza y que escuchas todo el día sin parar con audífonos, puede transformarse en tu peor enemigo, aunque pensabas que era inocuo.
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