No es una película nueva, de hecho es del 2010 y el libro en el cual se basó data de 2005, año en que esta novela escrita por Kazuo Ishiguro fue completo best seller. Never Let Me Go está disponible en Netflix y es de esas producciones que vale la pena ver, comentar, pensar y debatir.
La historia ocurre en Inglaterra principalmente en Hailsham, una escuela que a buenas y a primeras parece ser un establecimiento educacional perfecto en donde los alumnos son educados de manera extraordinaria, con cierta sensibilidad al arte y a la cultura.
Duermen en el mismo establecimiento, pues es un internado, y no tiene mayor contacto con el exterior más que los metros cuadrados de patio con los que cuenta el establecimiento.
La finalidad de dicho establecimiento de potenciar estas habilidades y sensibilidades en sus jóvenes alumnos es hacer que la sociedad perciba que son personas sanas, amables que se encuentran en un óptimo estado. ¿Esto por qué? Porque la única finalidad en la vida de estos jóvenes es dar vida a otros que requieran una parte de ellos.
Estos jóvenes son clones y su único rol en la sociedad es brindar sus órganos a los humanos no clonados que lo requieran. A pesar de lo terrible que son las verdaderas intenciones de Hailsham, sus alumnos saben para lo que han sido creados. Existe un punto en su educación en el cual son informados para lo que “sirven”, y se les advierte que no van a envejecer y que sus vidas serán cortas.
A sus cortas edades les explican que le sacarán órgano por órgano hasta que claramente su organismo no lo pueda seguir soportando y finalmente mueran.
Cuando son adolescentes estos clones son enviados a otro lugar en el que pueden sociabilizar un poco más y tener un poco más de contacto con el mundo exterior. Es en ese contexto en el que brota el amor, el sexo y todas las actitudes comunes entre los adolescentes, pero también comienzan a crecer sus cuestionamientos sobre la injusticia que existe sobre ellos de no poder vivir más y experimentar todas las otras bondades que puede ofrecer la vida que, por ser clones con una utilidad donante, jamás conocerán.
Protagonizada por Andrew Garfield, Carey Mulligan y Keira Knightley, Never Let Me Go, es una película con una fotografía espectacular y una banda sonora que se agradece y su trama nos invita a cuestionarnos los límites de la ciencia y en particular de la clonación humana.