Juan Manuel Santos se llevó el reconocimiento por su empeño y pese-o-porque el plebiscito para el acuerdo de paz fracasó.
“El premio debe ser visto como un homenaje al pueblo colombiano que, a pesar de todos los abusos sufridos, no ha perdido la esperanza de lograr una paz justa y a todas las partes que han contribuido a este proceso de paz”, dice el comunicado de prensa que el Comité Nobel publicó para dar a conocer que este año, 2016, el premio Nobel de la Paz recaía sobre el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos.
Es entonces, más que un premio solamente al Primer Mandatario, un premio a la gente. Por intentar ponerse de acuerdo aunque no se pudiera.
Lo mismo Santos, que convocó al plebiscito para consultar a la ciudadanía si es que aprobaban el pacto de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas. De las casi 13 millones de personas que fueron a votar, el 50.23% de no aprobar los acuerdos pactados entre la guerrilla y el Gobierno. La razón: los opositores, que finalmente ganaron, no estaban de acuerdo con que el contrato implicara impunidad/perdonazo para los guerrilleros. Los del “No”, encabezados por el ex-Presidente Álvaro Uribe dicen “Si a la paz, pero que pasen por tribunales primero los que puedan haber tenido responsabilidad en alguna de las 220 muertos y 45 mil desaparecidos que el conflicto ha dejado en los últimos 50 años”. Es complicado.
Otra lectura es que el premio tiene más que ver con un aguante. Porque con este resultado, que nadie en el mundo se esperaba- porque desde agosto que se viene celebrando el cese al fuego y el final de la guerra casi como cuando un jugador celebra que le cobraron un penal antes de ejecutarlo- ahora toda la negociación se puede ir al carajo.
Más que otra lectura, es otra razón por la cual le dieron el Nobel a Santos. O sea eso dijo la presidenta de la Comisión Nobel, Kaci Kullman Five, explicando los motivos del reconocimiento por “el papel de Santos como presidente y como guardián del proceso, especialmente en estos días en que hay riesgo de que el proceso se pare”. Es más bien un espaldarazo, una piedra de tope para que la puerta no se cierre de portazo.
El Presidente de Colombia terminó su conferencia de agradecimiento con el siguiente mensaje: “La paz es posible, la paz está cerca. Es la hora de la paz”. Por su lado el comandante de las FARC, en respuesta a las opiniones que decían, entre ellas la de Ingrid Betancourt, que la guerrilla se merecía también el premio, así: “El único premio al que aspiramos es el de la #PazConJusticiaSocial para #Colombia sin paramilitarismo, sin retaliaciones ni mentiras #PazALaCalle”.
Lo unico cierto y lo único claro es que el premio, al igual que cuando ganó el “No” al acuerdo de paz, sorprendió al mundo y que nadie sabe demasiado bien qué irá a pasar. Si las Farc hasta están construyendo un parque de diversiones temático.
Pero en todo caso, no es primera vez que un Nobel de la Paz resulta raro, medio sarcástico incluso, como cuando el 2009 Obama recibió el premio mientras el ejercito de Estados Unidos reventaba Libia y Afanistán a bombazos. Henry Kissinger, uno de los responsables del golpe de Estado chileno, también lo ganó.
Y Hitler estuvo nominado. Stalin también.