La llegada de Gregg Araki a la tele de la mano de la cadena Starz es inmejorable; imaginen Melrose Place con BDSM, marihuana y extraterrestres. Suena imposible y también arrebatador, aunque extrañamente cercano. Porque no es necesario vivir en Los Angeles para hacer match con sus personajes desesperados y poliamorosos.

Para hablar de Now Apocalypse- así, invirtiendo a Coppola y su coloso sobre Vietnam)- indiscutiblemente es necesario hablar de Gregg Araki, nombre clave del new queer cinema de los noventas junto a Gus Van Sant (Mi mundo privado, 1991) y Todd Haynes (Poison, 1992). Escenario donde el trauma del sida y el aire rígido de la era Reagan -recibida como posta por George H.W. Bush- tenían un tanto invisibilizada a la comunidad LGTBQ+ de entonces. Desposeída de historias con las cuales reconocerse, donde la mirada heterosexual hacía de filtro para la imaginería disidente.

Majadero o no, hablamos de una tele sin Will & Grace ni San Junipero ni Queer Eye. Y de un cine sin Moonlight ni Love, Simon. ¿La respuesta a eso? La cámara como fusil.

Deslizando en un swipe up al presente, el salto temporal entre una década y otra es notorio. Si antes fue el paternalismo institucional y la homofobia velada, hoy es la apropiación y el avance sustantivo de las identidades. Y ahí es donde los nuevos-viejos-trucos de Araki funcionan a cabalidad. Y como no, si el casting es adorable, la narración ingeniosa y la banda sonora es un vicio consumado que acopla a The Radio Dept. con Years and Years y a Frank Ocean con M83.

Sugerencia; Abrir Spotify y seguir. Para entrar en calor (y color) con este cuarteto de guap@s bronceados.

Ulysses “Uly” Zane (Avan Jogia, ya crecido desde Victorious en Nickelodeon). Es un actor sin currículum demasiado pegado en la hierba. Y si a eso se le agrega su dificultad para mantener un trabajo de medio tiempo, es posible que ese sea el caldo de cultivo para ¿ver? alienígenas caminando entre los homeless paranoicos de L.A.

Todo esto luego de una cita de Grindr que emprende el ghosting; un trompetista llamado Gabriel. Como el arcángel, pero sin alas y con un plan de datos.

Pero Ulysses no está solo en sus ansiedades, su confidente es Carly (Kelli Berglund) con quien además de pelambres y almuerzos sostienen díalogos a quemarropa. Vibrantes, como los juguetes usados por Carly para satisfacer a sus clientes vía sexcam. Un salvoconducto monetario y de experimentación sexual mientras consigue algo fijo como actriz.

El héroe fumado comparte departamento con Ford (Beau Mirchoff), ese (muy) cándido aspirante a guionista enganchado de Severine (Roxane Mesquida), una francesa gélida y nihilista como solo podría entenderlo su director. En un guiño a la década donde empezó todo.

El padre de la trilogía del Apocalipsis adolescente, iniciada con Totally Fucked Up (1993) seguida por The Doom Generation (1995) y rematada con Nowhere (1997) traza un gran mural en tonos fluor y ecos shoegazing (Por ahí resuena The Jesus and Mary Chain). Produciendo una fiesta de diez capítulos en el corazón de una urbe perfumada de plástico. Haciendo un contrapunto en la guerra que bautiza a la serie. Porque ahora el frente enemigo son las aplicaciones de citas. Y la estrategia es la de hacer sustentable una relación en los tiempos del love bombing.

El Armagedón será en tierras digitales. Y será sexy y divertido y bizarro.