“Lo peor está por venir” advierte el alcalde de la ciudad que nunca duerme, Bill de Blasio, respecto al futuro de la sociedad por el COVID-19. Postales vacías de la gran manzana y un Central Park en calma han dado la vuelta al mundo, como si fueran el símbolo máximo de que la civilización se ha detenido como nunca lo hizo antes.
Estados Unidos es el tercer país con más contagiados (después de China e Italia) con 35.000 casos y 471 muertos hasta ayer domingo, según datos de la Universidad Johns Hopkins. El virus ha sido detectado en todos los estados, siendo Nueva York por lejos el más grave al concentrar prácticamente la mitad de los casos (20 mil contagiados y 14 muertos), con apenas un 6 % de la población total del país.
Nueva York en pausa
El confinamiento se endureció para los 8,4 millones de neoyorkinos. Lo venía anunciando el alcalde la semana pasada bajo el eufemismo shelter in place, cuando autoridades como el gobernador -Andrew Cuomo- aún se resistían a la idea de una cuarentena total. Una semana después, la pandemia le da la razón al edil, y el mismo Cuomo anuncia el plan “Nueva York en pausa”.
En un intento desesperado por contener la curva de contagios, el gobernador se rindió ante los efectos negativos -especialmente económicos- que tendría la paralización total de la ciudad y pasó del toque de queda -y el cierre de sitios como bares y restaurantes- a la cuarentena prácticamente absoluta.
“Son dos reglas básicas, solo los negocios esenciales estarán operando, la gente puede trabajar desde la casa, solo los esenciales pueden tener a sus trabajadores moviéndose a los trabajos”, explicó. Anterior a eso la situación ya era sostenible: personajes como Minnie Mouse y Mario Bros no encontraban turistas para sacarse fotografías, los bandejones de Wall Street descubrieron la miseria de los espacios vacíos y ya nadie hacía filas en Broadway.
“Se puede ver que Nueva York está en una posición dramáticamente diferente, y se puede ver por qué estamos tomando estas acciones”, dijo el gobernador en una rueda de prensa respecto a la medida que comenzó a regir el domingo en la noche. Hace 17 días, no existía ningún caso de hospitalización por el virus en todo el estado. Hoy, ofrecen incentivos económicos a las industrias para que fabriquen insumos médicos como guantes y máscaras. “Los ventiladores son a esta guerra lo que los misiles fueron para la Segunda Guerra Mundial”, dijo agobiado.
Actualmente existen cerca de cinco mil ventiladores, y se estima la necesidad de unos 30.000 en el futuro próximo. Adicionalmente, anunciaron una moratoria de 90 días para quienes deban desalojar sus propiedades. “Sé que vamos a dejar a la gente sin trabajo con lo que hicimos. No quiero sacarlos de su casa también”.
Mientras tanto en la Casa Blanca, Donald Trump se ha llamado a sí mismo un “presidente en tiempos de guerra”. En tanto en el Senado los republicanos y demócratas no llegan a acuerdo respecto a la manera de manejar la crisis por el virus, la Guardia Nacional -soldados reservistas- se desplegará por las calles de tres estados: California, Washington y Nueva York.
Las autoridades continúan balanceando las necesidades y efectos de las medidas que toman unos y otros estados (y se pelean entre sí, igualito que en Chile) y las calles de Manhattan o las de Brooklyn y Queens están dando un respiro. Se han paralizado más que en tiempos de guerra.
Están paradas como nunca antes, y aún nadie sabe por cuánto tiempo más estarán dormidas, mientras las autoridades despiertan (y la gente también).