Si también lo hiciste pasa a leer. Voy a empezar el debate así: Orange Is The New Black ya no es una comedia dramática, es un drama con tintes temporales de comedia.
El sistema corrompe a cualquiera, ya sea que estés dentro de él o caminando por sobre sus delgados límites. Pero no solamente te quita, también aplasta tu humanidad. En un Litchfield en donde los papeles se invierten y los prisioneros se vuelven los guardianes, nadie puede decir que están libres de oscuridad en sus corazones.
Volver a la prisión de Litchfield, después de cuatro temporadas con más altos que bajos, es como regresar a casa después de tres días de fiesta y darse cuenta que dentro de tu hogar también hay un desastre. La quinta temporada de Orange Is The New Black, la primera en una renovación de tres más (sí, tenemos serie hasta por lo menos la temporada 7) es una vuelta de tuerca completa. Ya no es una comedia dramática, es simplemente un drama con tintes temporales de comedia.
La serie comienza su quinto ciclo con las consecuencias de la muerte accidental de Poussey (Samira Wiley) a manos del inexperto guardia Bailey (Alan Aisenberg) y el ingreso de un arma a la prisión, de manos del sádico Humphrey (Michael Torpey), que cae en manos de Daya (Dascha Polanco). Toda la prisión se reúne para decidir la suerte del guardia, mientras el horror de perder a una de las suyas producto de la extrema deshumanización de quienes, en este caso, tienen el poder, las hace declarar una toma con la intención de exigir cambios severos en una cárcel que pasó de ser pública a privada en muy poco tiempo, y que sólo las ve como un gasto más que hay que cubrir.
El foco de la serie ya no es una persona, como lo fue en un principio con Piper (Taylor Schilling) quien tuvo que ceder el protagonismo a otros personajes cuyas historias, previas y dentro de la prisión, eran muestras más claras de como estar en el momento equivocado, tomando decisiones erróneas, te puede cagar la vida. El protagonista es la humanidad de las prisioneras de Litchfield, quienes en el transcurso de tres días deben sentir el peso de una libertad ilusoria.
Taystee (Danielle Brooks) se alza como la figura más capaz para ponerle voz y orden a las negociaciones con la gente que dirige la suerte de las prisioneras. Como ya había quedado demostrado en temporadas anteriores, y a pesar del duelo que está pasando pero que le sirve de catalizador, Taystee es el cerebro y el corazón de Litchfield. Es quien puede decidir el destino de todas y cada una de sus compañeras; es, también, quien dirige las preguntas sin repuesta que mueven a la serie, como la injusticia del sistema carcelario en Estados Unidos y el mundo, con una convicción que deberían tener los políticos del futuro y no los que están hoy en el poder.
Por otro lado están Gloria (Selenio Leyva) y Suzanne (Uzo Aduba): mientras la primera intenta cumplir su rol de madre a distancia, con un hijo grave y a punto de ser operado, la segunda no logra encontrar la estabilidad que la rutina le provee y que es tan esencial para las personas con ciertas enfermedades mentales. Son dos facetas de la complejidad de lo que implica ser mujer y ser humano, ambos roles privados de cumplirse a cabalidad y que luchan por sobrevivir.
La quinta temporada, a nuestros ojos, parece un experimento sociológico, que repercute en el arco dramático de OINTB. Los flashbacks ya no están ahí para mostrarnos los pasados delictuales de los personajes, sino como pequeñas ventanas de una vida pasada en dónde adquirieron las habilidades para sobrevivir, tengan las consecuencias que sean. Pero volver constantemente a los mismos personajes una y otra vez hace que la historia pierda fuerza y termina haciendo que como espectadores añoremos volver al presente.
Es difícil saber qué suerte correrán todas las prisioneras de Litchfield, porque la serie está poniéndole fin a ciertas historias para dar paso a un gran relato de vida. Esperemos que Orange Is The New Black vuelva a reencontrar la voz que perdió en este período de transición.
https://www.youtube.com/watch?v=lDcEQCHrXz8
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