Crónica de lo que fue el Papapalooza en Santiago de Chile.
Lunes 15 de enero. Son cerca de las 20:00 horas. Salgo del trabajo camino a tomar el metro en Plaza Italia cuando me encuentro con un grupo de cabezas rubias con delantales amarillos que hacen juego con una serie de pulseras y jockeys. Eran las juventudes del Papa, dispuestas a dar su vida por la visita del sumo pontífice en Chile.
“No hay más vallas” le dijo un policía a un joven con delantal rojo que parecía al mando del grupo. Luego de unas instrucciones policiales estaban todos tomados de las manos para suplir los fierros que deberían impedir algún tipo de protesta o también a algunas fans que podían saltar al papamóvil y ser las verdaderas estrellas de la tarde.
Mientras armaban el cerco-humano rezaban y miraban al cielo, otras se reían, conversaban, se decían “que nervios” entre ellas e impedían que la gente se sobrepasara. De vez en cuando un grito de un hombre en la vereda del frente motivava a toda la fanaticada a seguir. “¡Viva el Papa! ¡Viva!” y se respondían con total entusiasmo. Ahí estaban sus meses de espera, los miles de comentarios en contra de su visita, ahí estaba toda la fuerza católica: resumida en los decibeles de los gritos de la quizá única manifestación en sus cuerpos.
Pasa el Papa y desde los otros lados de las calles marchan feministas gritando “¡Pedófilo!”, otras con carteles, banderas LGBT+, manifestándose en contra del Papa, aunque el Papa ya había pasado y sólo quedaban sus fans.
- No entiendo por qué hacen eso.
-
Es un país libre, hay que dejarlas.
-
Sí, pero es que te juro que no entiendo.
Se conversaban, y las veían pasar enfurecidas. Crucé la calle y me encontré con la protesta travesti-lesbiana-feminista. Entre un grupo de personas el autodenominado Ché de los Gays posaba junto a una bandera del Mums (Movimiento por la Diversidad Sexual) mientras otros levantaban carteles y repetían gritos, solo cuando el Ché estaba en silencio.
Canela Benjamín y Dominga Bofill se besaban y performeaban entre los flashes de las cámaras de diferentes medios de comunicación. En ese mismo lugar luego llegarían a cantar otras artistas y activistas. Sofía Devenir y Noelia le Shalá, junto a más manifestantes un día después fueron detenidas sin mayores antecedentes, según relataban sus cercanas.
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Terminó el primer recorrido del Papa y para esta segunda jornada tenía planeada la visita al Episcopado y también a La Moneda, para reunirse con la presidenta Michelle Bachelet y enunciar un breve discurso donde aseguró sentirse avergonzado por los abusos sexuales que ha cometido su Iglesia, y que han opacado incansablemente su visita.
Terminó de sentirse avergonzado y se fue al Parque O’Higgins, donde oficiaría su primera misa, allí lo estaba esperando yo y miles de fieles y un coro inmenso y dos presentadores que desde las 7:00 de la mañana estuvieron rellenando con las mismas canciones en loop.
Entre todo el público en primera fila y ayudantes de misa se encontraba Juan Barros Madrid, el mismo al que Juan Carlos Cruz acusa de encubridor de las violaciones y abusos de Fernando Karadima en la Parroquia de El Bosque, en un acomodado sector de la capital chilena.
No contento con su primera participación de la mano del Papa, en su tercer acto público Barros volvió a estar presente en la “Misa del Progreso de los Pueblos”, en Temuco, en la Región de La Araucanía.
“Yo he dicho muchas veces que no he sido testigo de eso y les pido que me dejen tranquilo”, dijo el acusado mientras dos policías lo escoltaron para abandonar el lugar acosado por la prensa, feligreses y protestantes.
En el Parque O’Higgins cada vez faltaba menos para que llegaran las 10:30 horas, la hora del inicio de la tan esperada misa. A diferencia de otros magnos eventos empezó en extremo puntual. El Papa llegó a eso de las 10:00 y se paseó por todo el parque saludando.
Implementaron caminos entre todos los puntos de público para que el papamóvil los recorriera tranquilamente. Pasó por el sector en el que esperaba yo, y toda la gente sacó su celular. Gritaban “¡Ahí viene! ¡Ahí viene! ¡Sáquense los gorros y saluden con los pañuelos!”.
Me doy vuelta para ver el tumulto y veo pasar una camilla con una mujer desmayada.
Otros grupos llorando, agradecidas se abrazaban y se consolaban sabiendo que ya lo vieron y que las saludó, y ahora vendría la misa así que se trataban de calmar, también entre ellas mismas.
- Me emocioné – Le decía una mujer a su pololo mientras abrazaba a su hija.
¿Te vio?
No, pero yo lo vi tan de cerca.
Conversaciones así se repetían entre quienes lloraban.
La misa se empezó como cualquier misa. Me aburrí en demasía así que pensé en ver qué estaba pasando con todos esos homosexuales que se escudan en la religión para pretender que son igual a los heterosexuales y, ¡Bingo!
Creé un usuario en Grindr que se llamaba En Misa Papal. A cincuenta metros un hombre casado “piola” y varonil ofrecía sexo rápido.
Otro uniformado a 200 metros (la distancia aproximada del Retén Móvil), ofrecía sexo sin lugar.
Otro joven de 22 años estaba dispuesto a todo, a sólo 50 metros de distancia.
Había de todo en la espera de la llegada del Papa, incluso en su misa los fieles no aguantaban los ánimos de conocer el placer de la carne.
Los católicos se iban antes de que terminara por completo la misa. Cuando finalmente terminó y todos caminaban a distintas estaciones de metro o buscaban un lugar por donde caminar, un grupo de padres preocupados por el futuro de Chile entregaba una carta de odio en contra de las personas trans y la Ley de Identidad de Género.
Broche de oro que ayuda a entender cómo funciona la Iglesia.
Esta carta la entregaron en la salida de la misa del #PapaFranciscoenChile en el Paraue O’Higgins. pic.twitter.com/tPAXJAywK2
— marcial is afraid (@marcialmarcials) January 18, 2018
Foto portada: FACH