En Chile el último registro sobre la venta de plaguicidas fue en 2012. Desde ahí que no existe seguimiento sobre su uso en el país, por lo que se hace más difícil el estudio de las consecuencias que tiene su utilización indiscriminada en los terrenos agrícolas. Por lo mismo, un grupo de expertas realizó una investigación en siete regiones del país que evidencia problemas neurológicos y hasta de fertilidad en quienes están más expuestos a ellos.
En una investigación titulada Exposición a plaguicidas en Chile y salud poblacional: urgencia para la toma de decisiones, siete expertas estudiaron las consecuencias del uso irregular de plaguicidas en el país y los resultados son preocupantes. El estudio que fue realizado en siete regiones del país evidenció tres tipos de problemas graves en la población más expuesta a los plaguicidas que se utilizan en predios agrícolas: trabajadores del rubro, niños y mujeres en edad fértil. Los efectos más frecuentes fueron neurotóxicos (54%), genotóxicos (31%) y reproductivos (15%).
De las cifras más alarmantes de esta investigación, se encuentran los efectos de los pesticidas en niños de la Región del Maule que estudian en escuelas municipales cercanos a cultivos: estos presentaron mayores proporciones de niños/as con discapacidad intelectual, y un “coeficiente intelectual inferior al promedio esperado para su edad (>90)”. Todos ellos además corresponden a un nivel socioeconómico bajo.
Las trabajadoras agrícolas por temporada son también de las más afectadas. En comparación con aquellas sin “exposición ocupacional” a pesticidas, 87 mujeres de la región del Biobío presentaron mayores riesgos de problemas de fertilidad, complicaciones en el embarazo, abortos espontáneos y malformaciones congénitas.
La investigación consigna que en 2012 (el último año en el que se tuvo registro), en el país se comercializaron 40 toneladas de plaguicidas. Por ejemplo, los tres tipos de insecticidas más vendidos en el país (organofosforados, carbamatos y piretroides) son conocidos por afectar directamente al sistema nervioso y alterar el funcionamiento de las neuronas. Pero eso no es todo: dentro de los fungicidas y herbicidas que se utilizan con mayor frecuencia en los monocultivos chilenos, se encuentran algunos que han sido restringidos o derechamente prohibidos internacionalmente puesto a que existe evidencia científica de que contienen elementos cancerígenos para los humanos.
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La fiscalización y regulación de los pesticidas es escasa en nuestro país. Por lo mismo es que los investigadores a cargo de este informe expresaron su preocupación al respecto, afirmando que es “urgente tomar decisiones para proteger la salud de la población”. Sin el establecimiento de reglas claras sobre el uso de plaguicidas que se alineen con las regulaciones internacionales, los daños podrían ser irreversibles para quienes están más expuestos a estos químicos dañinos.
¿Puede Chile seguir produciendo grandes volúmenes de frutas y verduras de exportación a costa de la salud de los chilenos? Los expertos son claros: no, pero aún hay tiempo para prevenir el desastre.