
Durante los últimos años, Alemania se ha convertido en el único país Europeo en presentar altas tasas de crecimiento en tiempos de crisis, convirtiéndose en un destino para aquellos ciudadanos que huyen de conflictos armados.
Alemania tiene un gobierno que acoge a la migración, apegándose a una política liberal; es más, el país ha recibido a más de un millón de refugiados en los últimos 5 años, pero esta no ha sido bien visto por el ala conservadora y de extrema derecha de una nación que lucha por sacudirse para siempre la sombra del nazismo.
Las bases de la discursiva nazi han sido abandonadas casi en su totalidad por los pobladores de ciudades modernas como Berlín, más no en pequeños pueblos o zonas rurales donde culpan a la inmigración de arrebatar la religión anglicana para dar paso a una islamización de la cultura europea.
Si bien estos grupos se movieron con total discreción y casi bajo la clandestinidad, hoy en día su presencia es visible y han llegado a cometer crímenes de alta envergadura como el dado a conocer el día de hoy.
Walter Lübcke era un político conservador, pero esta palabra dista mucho de lo que los chilenos pensamos como tal: la autoridad promovía la inmigración en base los valores cristianos en los que creía, pero fue asesinado de un disparo por un neonazi de 45 años tras años de amenazas.

La fiscalía a cargo del caso afirma que hasta el momento, se trataría “evidentemente” de un crimen de odio promovida por un individuo de tendencias derechistas nombrado como “Stephan E”.
Lübcke, ex diputado en la cámara de Hesse y jefe del Gobierno de distrito de Kassel, se situó en el objetivo de la ultraderecha por defender la decisión de Merkel de mantener abiertas las fronteras del país en 2015.

Desde ese momento, el político recibió amenazas que se concretaron hace ya dos semanas, tiempo en el que tardó en ser encontrado su cuepro.
Angela Merkel, máxima cabeza de la país, sosotuvo que “confía en el esclarecimiento de la situación lo antes posible”.