*Este artículo está libre de spoilers hasta nuevo aviso*

Algo nos ha enseñado la serie del abogado de Walter White a quienes nos ponemos prejuiciosos con el cine: no todas las precuelas son una basura; no siempre arruinan el título original. Tanto así en este caso, que podría decirse que le está haciendo la competencia a Breaking Bad.

Sí, le tomo el peso a lo que estoy diciendo.

Y es que si el largometraje El Camino (spin-off sobre el destino de Jesse Pinkman) fue predominantemente calificado de consentidor e innecesario -hasta el punto de no conseguir convencernos de ser parte del universo de Vince Gilligan- Mejor llama a Saul provoca precisamente todo lo contrario.

Better call Saul logró ser Better call Saul y Breaking Bad es Breaking Bad. La historia consiguió una identidad propia, y esa es una dicotomía interesante: logra mimetizarse con la obra de metanfetamina que nos conquistó a todxs, pero al mismo tiempo lo hace de manera no lineal con su antecesora y brillando por sí misma, aunque con la misma atmósfera.

Pero, ¿por qué tantos fans de Breaking Bad abandonaron este spin-off que prometía tanta popularidad? Recordemos que cuando se estrenó el primer capítulo en 2014, Netflix rompió todos los récords de visualizaciones al primer capítulo. Con el tiempo y contra el pronóstico general, se transformó en una serie más bien de culto (quitándole el factor longevidad a este término, obvio).

Y es que el hecho de ser una obra a la altura de su progenitor, no quiere decir que esté hecha para todxs. Te explicamos por qué:

Partamos por el tema de la violencia. En Breaking Bad y especialmente a partir de la segunda temporada (por eso a muchxs no les gusta tanto la primera), las escenas violentas son frecuentes y a gran escala. Puntos extremos como la muerte de Gus o cuerpos desintegrados en ácido son algunos ejemplos de este estilo. Que en el film protagonizado por Bob Odenkirk predomine la sutileza en este aspecto la hace aún mejor, pues no necesita utilizar las clásicas técnicas narrativas de catarsis para mantener al espectador enganchado con la trama. Por el contrario: usa el camino difícil.

O sea, es un logro que pese a ser lenta logre ser buena igual. Quizá este punto y el anterior son las principales razones por las que muchxs no pudieron con esta serie. Se lo pierden: El ritmo calmoso que utiliza le permite un mejor desarrollo de personajes, utilizando en varias ocasiones los silencios para comunicar y las tomas quietas para narrar. Este tratamiento llega a ser hasta, en ocasiones, poético.

También, consideremos el hecho de que el conflicto en Breaking Bad define bien a los protagonistas y antagonistas (exceptuando el ambiguo y divisor rol que ocupa el sr. White). En cambio, en Better call Saul los papeles malos son menos evidentes, generando dinámicas menos obvias y acciones perversas más específicas y relevantes.

Y si nos ponemos moralistas (sorry about it), la historia del abogado es más humana y profunda que la del profesor de química. En tanto éste se mueve por ambición y poder, Jimmy protagoniza la historia de búsqueda de su identidad y lugar en este mundo sin caer en un típico viaje del héroe, cuestión que finalmente justifica la trama que le da origen a la serie: ¿De dónde viene Saul Goodman?

Adicionalmente, es central que consiga abarcar dos ejes dramáticos de forma armoniosa y cruzarlos sólo en lo preciso. De un lado tenemos la historia principal que cuenta quién fue el fracasado Jimmy McGill y cómo se convirtió en un irreverente Saul Goodman.

Por la otra parte, conocemos el mundo de los narcotraficantes que ata cabos sueltos de Breaking Bad: cómo se enfermó Héctor Salamanca, de qué forma convivían los carteles, cuándo comenzó a trabajar Gus con Mike y cómo se gestó su imperio de metanfetamina.

A lo Pulp Fiction, vemos el desarollo de estas dos realidades paralelas que se guiñan eventualmente con encuentros como Mike y Jimmy, para al final -esperamos todos- desembocar en la red común abogado-narcotraficantes que Walter White y Jesse Pinkman conocieron.

Por último, nadie puede negar que el tratamiento audiovisual del spin-off es igualísimo al de Breaking Bad, uno de los aspectos más piropeados de la serie de Albuquerque. Mantiene el uso de planos imposibles -el máximo sello estético del film original- y una dirección de foto sofisticada y detallista. Notable es, por ejemplo, la toma de la droga en “primera persona” cayendo por una tubería.

Eso ocurrió en esta temporada. El lanzamiento arrancó, a diferencia de las ediciones anteriores, con dos capítulos en vez de uno (pero igualmente espectaculares).

Ahora iré a eso.

La nueva temporada

*De aquí en adelante sí pongo los sellos de spoilers*

Esta temporada inicia -nuevamente- con una incolora escena del presente (post Breaking Bad). En esta ocasión, vemos a un Saul angustiado: primero recogiendo sus pertenencias, después espiando el canal radial de la policía y a continuación tomando desayuno nervioso. Finalmente llama al local de Cinnabon donde trabaja para consultar si alguien ha preguntado por él.

Su psicosis cobra sentido cuando dos tipos lo reconocen en el pasillo del mall y lo obligan a admitir, de forma invasiva, que es el mismísimo Better Call Saul de Albuquerque. Tras eso, decide llamar al señor de las aspiradoras, Ed, y discretamente le solicita repuestos: el código para una nueva vida. Súbitamente, se arrepiente de seguir huyendo y opta por “arreglar el asunto” por sí mismo, dando fin al suspensivo segmento en blanco y negro y volviendo al pasado en el que se desarrolla la historia.

Esa parte es muy significativa, puesto que ese personaje también apareció en El Camino y el actor, Robert Forster, falleció poco después, el año pasado.

En las temporadas anteriores, hemos visto a un Jimmy en constante búsqueda por su lugar en este mundo. Paulatinamente, descubre la identidad con la que lo conocimos, hasta hacerla oficial en el arranque de esta Season 5: ver a Jimmy McGill cambiando su nombre legal a Saul Goodman indica explícitamente que este es el momento que esperamos desde que empezó la serie.

En tanto, se sigue observando a una Kim que lo apoya, pero que se ve cada vez más desentusiasmada con la relación y la identidad que está moldeando su pareja. El quiebre emocional de la abogada ocurre cuando Jimmy la convence de mentirle a su cliente para que tome una decisión menos arriesgada. Se acerca el porqué del término de la relación que, siempre supimos, llegaría a su fin en algún punto.

En el mundo de los narcotraficantes, Mike envía de vuelta a los obreros alemanes a través de distintos aeropuertos y fractura su relación con Gus aparentemente por el sentimiento de culpa de haber matado al germánico que dirigía las obras. La tensión entre Fring y el cartel Salamanca sigue aumentando, y el chileno se las ingenia para mentirles y salir de un lío relativo a la división de mercadería.

Poco a poco vemos cómo el spin-off se acerca a su final (y a Breaking Bad). Recordemos que ésta es la penúltima temporada, ya que hace poco Netflix confirmó una sexta y final para 2021.

Todo indica que esta serie tiene todo para ser la mejor obra del universo Gilligan. “The Hollywood Reporter y otros maravillosos medios escribirán artículos sobre ¿Cuál tuvo mejor final? Y les aseguro que dirán que el final de Better Call Saul fue mejor”, prometió el cocreador, y le creo.

Y bueno, Guillermo del Toro hace rato dijo que derechamente encontraba mejor BCS que BB.

Así que vengan de a uno.