Por Tom Graus

Hablamos de un país en crisis. El 31 de octubre es posible que Gran Bretaña salga de la Unión Europea sin un acuerdo de por medio, lo que llaman el “no-deal Brexit”. Si esto ocurre, no hay dudas de que las consecuencias serán severas.

Podría haber escasez de medicamentos y un aumento de precios en alimentos. La economía entera del Reino Unido podría entrar en recesión y los jóvenes que están estudiando en otras partes de Europa, o que planean hacerlo, ven su futuro sumergido en la incertidumbre.

Quizá te preguntes ¿cómo se llegó a esto? Y está bien, porque mucha gente acá se cuestiona lo mismo. Increíblemente, para muchos salir de la Unión Europea sin un acuerdo resulta algo favorable, una forma de asegurar “un Brexit limpio”, como lo ha catalogado el populista Nigel Farage.

Ahora, para otros, una salida sin acuerdo es algo para lo cual “hay que prepararse”. A tres años de la decisión de los votantes en el referendo que determinó que se discutiera la salida de la UE, ronda también una sensación de desgaste y de que hay que aceptar lo que venga simplemente, para así terminar con un largo período de incertidumbre en el que además los políticos no han tenido mucho tiempo de discutir otras cosas.

Este es justamente el argumento del Primer Ministro Boris Johnson, que asegura estar intentando llegar a un acuerdo con la UE, pero que al mismo tiempo también dice que tenemos que estar preparados para salir sin uno el 31 de octubre.

El intento de Johnson de suspender el Parlamento, cosa que la Corte Suprema consideró ilegal- permitiendo que el Parlamento volviera a sesionar- fue diseñado para evitar que sus miembros (la mayoría de los cuales se oponían a un Brexit sin acuerdo) aprobaran una ley para retrasar la salida de Gran Bretaña.

Desafortunadamente para Johnson, eso es justamente lo que hicieron. Justo antes de que el Parlamento fuese suspendido, los parlamentarios pasaron una Ley que exigía al Primer Ministro extender la fecha límite para decidir sobre el Brexit en caso no lograr llegar a acuerdo con el Parlamento. Ahora si Johnson irá a cumplir con eso está por verse.

Entonces ¿Adónde iremos a partir de ahora? Es difícil saber. El público británico se ha dividido cada vez más desde el referendo de junio del 2016. Muchos de los que votaron por salir de la UE ahora solo aceptan una salida sin acuerdo.

Por otro lado, quienes votaron por quedarse, ahora quieren que haya un segundo referendo, uno que incluso tenga la opción de cancelar completamente el Brexit. Así las cosas, la posibilidad de que se respeten los resultados de la votación del 2016 y se realice un “Brexit blando”, uno que mantenga las buenas relaciones con nuestros vecinos, aparece casi como imposible.

Se habla mucho de que dejar la Unión Europea va reducir las posibilidades de desarrollo de la juventud inglesa, y hay mucha verdad en eso.

Tres cuartos de la población entre 18 y 24 años, incluido yo, votamos por permanecer en la UE, sobretodo porque todos vemos como algo positivo para nuestro futuro ser parte de Europa. Pero por otro lado, como decía antes, hay mucho desgaste también, sobre todo porque hemos visto como otros temas cruciales para nosotros, como el acceso a vivienda y el cambio climático, han quedado relevados a segundo o tercer plano.

Ahí reside el problema, porque la frustración por no lograr llegar a acuerdo y la energía que se ha usado en ello sin éxito, ahora tiene a una gran mayoría deseando que el fin de esto llegue luego. Y es en ese contexto que la idea de una “salida sin acuerdo” o “limpia” empieza a volverse atractiva.

Pero claramente es una promesa falsa. Una salida sin acuerdo no resolvería el problema sino que solo nos haría entrar en una nueva fase de negociaciones con la Unión Europea, que podría tomar aún más años. Esto sin considerar las desastrosas consecuencias que tendría para el Reino Unido y su gente.

Muchos argumentan que la única forma de resolver esta crisis es parar con la tontera del Brexit de una vez por todas. Ya sea cancelándolo de plano o haciendo un segundo referendo, uno en el que la gente que el 2016 era muy joven para votar, ahora pueda hacer valer su opinión.

Es cierto que permanecer en la Unión Europea es la forma más simple de resolver la incertidumbre que vivimos hoy en día. Pero esa opción tampoco aparece como algo sencillo.

Cancelar el Brexit a estas alturas sería considerado algo antidemocrático y provocaría el surgimiento de voces populistas en la política argumentando que la “elite” traicionó a la “gente”. Un segundo referendo por otro lado, crearía aún más división. Y tampoco nadie asegura que la opción de quedarse ganaría.

Podría ser que una nueva votación, que defina los términos de salida de la UE versus la opción de quedarse, sea la mejor opción. Pero el camino de regreso a la normalidad para el Reino Unido será largo y complejo.

Incluso si se logra evitar una salida sin acuerdo el 31 de octubre, la crisis está lejos de acabar.