La anterior película de Marialy Rivas, Joven y Alocada, también tiene como protagonista a una mujeres en una edad temprana, pero Princesita (un oscuro cuento de hadas) es mucho más arriesgada que su predecesora. Si la primera tocaba el despertar sexual propio de la adolescencia y la represión familiar y religiosa, Princesita es todo eso, pero llevado al extremo de la perversión.

Había una vez una niña, Tamara (Sara Caballero), que creció entre árboles, pájaros, lagos, niños, mujeres y hombres, muy, muy lejos de aquí. Con su madre ausente, su único referente paterno es Miguel (Marcelo Alonso), un hombre de mediana edad, de mirada sabia, recio y bello. El hombre quiere que ella, una joven de 12 años, sea la madre de un mesías que nacerá de ambos…

Con una premisa así de sordida, Princesita, el segundo largometraje de Marialy Rivas, adentra al espectador en un mundo de sectas, primeros amores y cuentos de hadas, pero no de esos que nos contó Disney, sino que a la usanza de la literatura y el folclor alemán de los hermanos Grimm.

Oscuros y muchas veces inapropiados, estos cuentos fueron tildados muchas veces de inapropiados para los niños, al narrar escenas de violencia y de connotación sexual de sus protagonistas. Ese espíritu es el que quiso rescatar Marialy, quien volvió a trabajar junto a Camila Gutiérrez, co guionista de Joven y Alocada, en esta historia de mujeres fuertes y hombres malos.

La película está narrada por una Tamara más adulta (Aline Kuppenheim) y que toma voz de los sentires, pensamientos y dudas que tuvo cuando era más pequeña. Tamara vive en una secta de gente bella, escogida y vestida por Miguel, quien maneja sus vidas y sus decisiones. Un día, Miguel decide mandar a Tamara al colegio por primera vez en su vida. La razón: poner a prueba su silencio y templanza, al serle prohibida la posibilidad de hablar con alguien sobre lo que ocurre en su casa.

Todo depende de dos cosas: el momento en que a Tamara le llegue la regla y que nadie del mundo exterior, menos su profesora Nadia (Maria Gracia Omegna) y especie de “hada madrina”, se entere de lo que pasará. Aturdida por la responsabilidad, Tamara se debatirá entre el amor innato y el miedo que le tiene a quien es su figura paterna y el amor por un compañero de curso.

Pero no solo es lo fuerte de la historia lo que llama la atención en Princesita. Producida por Fábula, la película es un festín visual de tonos saturados, en el que abundan el cyan, el rojo y el rosado y destello dorados. Grabada con un steadycam, el cámara sigue a Tamara desde todos los puntos; a veces desde su nuca, otras directo a su mirada, como si la estuviera persiguiendo, al igual que sus pensamientos y la omnipresencia de Miguel.

A pesar de que ambas películas de Marialy Rivas traten sobre protagonistas mujeres en una edad temprana, Princesita es una apuesta mucho más arriesgada que su predecesora. Si la primera tocaba el despertar sexual propio de la adolescencia y la represión familiar y religiosa, Princesita es todo eso llevado al extremo. ¿Cómo es posible que una niña tenga la responsabilidad de llevar un hijo en su vientre cuando todavía no sabe ecuaciones de primer grado?

Princesita es un cuento de liberación femenina, un grito para apoderarnos de nuestros cuerpos y nuestras vidas, a pesar de que todo esté en contra de esto.

Fecha de estreno: 19 de octubre, en todos los cines del país.

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