Connacionales de países africanos y asiáticos, pero que residían en ciudades ucranianas, han reportado que sus rasgos físicos les han generado diferencias en el trato con las autoridades fronterizas. “En el momento en que nos volvimos inútiles para ellos, nos convirtieron en vagabundos”, expresó un estudiante de medicina marroquí en una entrevista, quien pasó 60 horas insistiendo a los guardias para que lo dejaran escapar junto a su pareja en dirección a Polonia.

El pasado 27 de febrero, una mujer negra con nacionalidad de la República Democrática del Congo que residía en Kharkiv, Ucrania, decidió escapar del país ante la invasión rusa que había iniciado tres días antes. Su nombre es Grace Kass, tiene 24 años y hace 7 había llegado a dicho territorio para estudiar ingeniería, aunque posteriormente decidió desempeñarse como maquilladora.

“No era solo un espacio en donde vivía, sino que estaba haciendo algo con mi vida”, dijo a la revista Time. Pero a pesar de que conocía las calles, aprendió el idioma con fluidez y creó un círculo de amistades cercanas, su visión de la cultura ucraniana se desvaneció cuando quiso tomar un tren desde Lviv hacia Przemysl, ciudad fronteriza de Polonia. 

Ahí, dividían en dos filas a quienes buscaban escapar: una para población blanca y otra para los que no.

Según su relato, tanto ella como otras personas de tez morena entraron en “último lugar”, debido a que las autoridades en el sector le daban prioridad a mujeres blancas y a sus hijos. Asimismo, el citado medio confirmó que sus corresponsales escucharon numerosas historias de hombres que aseguraron haber sido atacados por los guardias al intentar subir, para que luego se les permitiera cruzar la frontera, pero a pie.

Si bien, Kass finalmente pudo subir al tren, en un momento este se detuvo por 17 horas, debido a órdenes de seguridad militar. Durante ese periodo, los funcionarios del vehículo repartieron alimentos como pan y salchichas entre los pasajeros, pero cuando llegaron a los últimos vagones, simplemente pasaron de largo. Más tarde, cuando les tocó recibir su ración designada, “nos tiraron los extremos del pan duro”, declaró la mujer, para luego añadir que “fue una experiencia traumática”.

Frente a esto, Time se contactó con el Centro de Medios de Comunicación de Crisis de Lviv para consultar su visión sobre estos testimonios, pero no recibieron respuesta. Cerca de una semana después, durante la noche de este martes, la organización Humanity First Germany denunció a través de un comunicado que un grupo de voluntarios en la zona fueron increpados por ciudadanos polacos, quienes les exigieron que “volvieran a su país”.

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Otro caso es el de la pareja marroquí conformada por Ashraf Muslim y Lina Kuretta, estudiantes de medicina y odontología, respectivamente. Según relató el primero al citado medio, durante su estadía “los ucranianos nos trataron bien, porque nos veían como dinero”. “En el momento en que nos volvimos inútiles para ellos, nos convirtieron en vagabundos”, añadió, luego de que pasaran 60 horas insistiendo a los guardias fronterizos para que los dejaran escapar.

“Hay una diferencia en acoger a los ucranianos, no sólo por razones políticas, sino que también porque ellos son en su mayoría europeos blancos y cristianos, en lugar de personas de Oriente Medio y África que buscan seguridad”, declaró a Time la portavoz de la organización Refugees International en Europa, Daphne Panayotatos.

Antes de la invasión rusa al territorio ucraniano, las personas de países africanos y asiáticos debían solicitar un visado Schengen para ingresar a la mayoría de las naciones de la Unión Europea, pero esta semana, la comisaría europea de Asuntos del Interior de dicha alianza, Ylva Johansson, declaró que sus fronteras permanecerán abiertas para extranjeros que estén en Ucrania y que tengan el propósito de regresar a sus zonas de origen. 

Asimismo, la representante del Departamento de Igualdad de Trato del Comisionado de Derechos Humanos, Marcin Sośniak, dijo a Time que son “conscientes de algunos problemas” en torno a las diferencias de ayuda de los funcionarios hacia los ciudadanos.

Respecto a la migración en la frontera entre Ucrania y Polonia, un voluntario que trabaja hace más de tres décadas en la zona, el polaco Oscar Broz, declaró a Time que “desgraciadamente, se está dando prioridad a los ucranianos”, por lo que recomendó a los extranjeros en el país que fingieran haber perdido sus pasaportes, para que así se les permita subir a los trenes.