Los movimientos ambientalistas tienen que ampliarse a decir algo más que “no” a proyectos de desarrollo y proponer opciones diferentes. La ciudadanía debe saber que no tiene que elegir entre el empleo y la protección del medio ambiente, porque si así se comprende nuestra posición, perderemos.

El fallo del Comité de Ministros que rechazó el proyecto minero-portuario Dominga representa un gran logro para el movimiento ambientalista en Chile y, de hecho, para el mundo.

El proyecto de la minera contemplaba intervenciones industriales en la zona cerca a la Reserva Nacional Pingüino Humboldt, la cual es una joya de biodiversidad con inmensa importancia para la conservación de especies emblemáticas y en peligro de extinción. Los pingüinos Humboldt que viven en la reserva superan los 21 mil individuos, lo cual representa un 80% del total de la especie. Otros animales habitan el sector también: lobos marinos, delfines nariz de botella, pingüinos patagónicos, tortugas marinas, ballenas azules, ballenas de aleta, ballenas jorobada, cachalotes y aves marinas como los cormoranes y los albatros.

Para quien pueda ir a conocer la reserva, es totalmente recomendado. Personalmente fui y me acuerdo muy bien de la experiencia de andar en caleta con los delfines pescando a nuestro lado y ver cómo se acercaban a mirarnos. Además, no hay nada más tierno que ver una pareja de pingüinos cuidando su cría.

El peligro del proyecto Dominga puede costar entenderlo al principio pero es innegable. Ahora, es importante dejar algo claro: ni la mina ni el puerto quedaría dentro de los limites de la reserva. No obstante, tendría efectos negativas para la fauna de la zona. El aumento en el flujo de súper buques amenaza directamente a los mamíferos acuáticos. Una de las mayores causas de muerte prematura para los delfines y las ballenas son justamente las colisiones con barcos.

La construcción del puerto, además, interferiría con las zonas de abastecimiento de los animales de la reserva. Las islas que habitan los pingüinos, por ejemplo, están totalmente protegidas pero no pasan todo su tiempo allí. Tienen que salir de la reserva para buscar comida y es durante estas actividades cuando se verían afectados por el puerto. La planta de ósmosis que abastecería agua para la mina cambiaría la concentración de sales y minerales en el mar. También depositaría los químicos usados en el proceso de ósmosis, cambiando así la salinidad de las aguas.

No existe otro mar igual al que rodea la reserva porque la confluencia de corrientes es única y propicia para la vida marítima. Por otro lado, sin el puerto y la posibilidad de llevar los minerales al mercado internacional, no tiene sentido construir la mina.

Fueron estos argumentos, respaldos en la carta publica de 41 científicos destacados, los que acogió el Comité de Ministros. En la declaración publica después de llegar a su decisión, el ministro del medio ambiente destacó información deficiente y la falta de medidas de mitigación y reparación de los daños al medio ambiente en las propuestas de Andes Iron, el holding detrás del proyecto. La reacción del mundo empresarial y sus medios de comunicación se enfocó en la perdida de 10.000 nuevos puestos de trabajo y de una eventual inversión que llegaría a US$ 2.500 millones. Mientras las ONG pro-medio ambiente la celebraron, los desempleados de la región (con una tasa de desocupación de 7.7%, la cuarta mayor de Chile) y algunos pobladores de la comuna de la Higuera lamentaron la decisión. Es justamente esto el talón de Aquiles del movimiento ambientalista.

Si nosotros los “verdes” queremos seguir siendo exitosos a largo plazo, el movimiento ambientalista tiene que convertirse en un movimiento que diga algo más que “no” a proyectos de desarrollo. La ciudadanía debe saber que no tiene que elegir entre el empleo y la protección del medio ambiente. Si así se comprende nuestra posición, perderemos. Pensemos en la jerarquía de las necesidades humanas. ¿Qué importan los pingüinos para alguien que no tiene para dar de comer a su familia? ¿Cuánto le importan a alguien que está desempleado y con una deuda masiva para pagar la educación de sus hijos?

Los empresarios no se demorarán en echar la culpa por el desempleo a las ONG pro-medio ambiente y sus aliados en el gobierno. Esta posición ya tiene cierto nivel de apoyo social. Ha habido marchas recurrentes en la comuna a favor del proyecto. La empresa firmó un acuerdo marco con más de mil habitantes y sus organizaciones sociales que promete traer beneficios concretos a la comuna, la cual carece de servicios públicos. La minería se ha dado cuenta de que tienen que mirar más allá de lo económico y pensar en lo social.

De similar manera, el movimiento ambientalista debe expandir el foco más allá de la conservación y empezar a vincularla con el desarrollo económico y la creación (o protección) de empleos. En el caso del proyecto Dominga, el gobierno no sólo debería hacer hincapié a las preocupaciones ecológicas, como hizo el ministro, sino también enfatizar los efectos positivos de esta preservación para el turismo (que subió a 53.294 turistas para el año 2015), la pescadería artesanal y los agricultores de la zona.

Porque si no, democraticamente la ciudadanía va a votar por candidatos que prometen empleos a costo de destrucción ambiental. Es una simple cuestión de matemáticas: ¿Quienes son más: los que salen ganando con la decisión de los ministros o los que pierden? Las ONG tienen más influencia al nivel élite que en las masas. Es un problema ineludible del movimiento ambientalista: lamentablemente, las ballenas y los pingüinos no votan.