Cada vez son más las personas que recurren a las drogas psicodélicas como una alternativa para enfrentar diagnósticos médicos, un escenario por el que países como Canadá han aprobado su uso en casos críticos. Aun así, también hay quienes las consumen con fines recreativos, una situación frente a la que el académico de la Universidad John Hopkins, Roland Griffiths, declaró que “estamos subestimando los riesgos que conlleva”.
Los retiros psicodélicos son una tendencia que está cada vez más en alza. Países como Costa Rica y Jamaica, en donde una gran diversidad de sustancias están permitidas, tienden a recibir turistas que buscan probarlas con fines de terapia o simplemente recreativos. De la misma manera, numerosos estudios han alertado que drogas como MDNA, psilocibina y LSD, podrían ser eficientes en el tratamiento de diagnósticos como la depresión severa y el estrés postraumático, hasta el punto en que, incluso, Canadá acaba de aprobar su uso en los casos de pacientes críticos.
Según la base de datos de Global Industry Analysts, las recaudaciones de la industria asociada al bienestar mental podrían alcanzar los $1.2 billones de dólares en 2027, un escenario que se potenció con factores como la pandemia y sus efectos psicológicos en las personas a nivel mundial.
Pero a pesar de que existen organizaciones y personas naturales que aseguran que someterse a retiros psicodélicos puede ser efectivo para la salud en algunos casos, también hay detractores que alertan sobre los riesgos de estos eventos y la ingesta de este tipo de sustancias, debido a que pueden provocar psicosis o aseverar problemas mentales a largo plazo, especialmente en quienes tengan un diagnóstico de predisposición a estas.
“Hay un cambio de paradigma de los psicodélicos que los hace emocionantes, pero hay que ir despacio”, comentó a The New York Times el profesor especialista de este tema en el área de psiquiatría de la Universidad de Harvard, Collin Reiff, “el peligro es convertirse en un verdadero creyente y no ser consciente de los riesgos que conllevan”.
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Según diversos testimonios recogidos por el periódico con sede en La Gran Manzana, las experiencias varían con cada persona. Mientras algunos describen sus retiros psicodélicos como instancias que les ayudaron a enfrentar traumas, depresión y esclerosis múltiple, otros dicen que no experimentaron grandes cambios. Asimismo, algunos alertaron sobre la posibilidad de enfrentar robos, agresiones sexuales o episodios de desesperación. Incluso, hace unos años, el turista canadiense Joshua Stevens declaró que debió matar a un amigo británico, bajo el argumento en su defensa de que era “asesinar o ser asesinado”, luego de que consumieran el alucinógeno ayahuasca durante un viaje a Perú.
De la misma manera, varios de los entrevistados coincidieron en que el libro How to Change Your Mind del escritor Michael Polland, el cual aborda el uso de estupefacientes en el contexto de tratamientos psicológicos, los influenció a querer sumergirse en rituales de este tipo.
Actualmente, muchos turistas visitan las playas de Jamaica con el incentivo de comprar hongos de psilocibina a los vendedores locales y, a pesar de que en países como Holanda son ilegales, estos también son ofrecidos a los visitantes por redes de narcotráfico que se aprovechan de vacíos legales. Tales situaciones también se repiten en varios sectores de América Latina y Estados Unidos, en donde territorios como Denver y Santa Cruz ya despenalizaron la psilocibina y se pueden encontrar rituales guiados que varían entre $5.000 y $10.000 dólares por el periodo de una semana.
En palabras del profesor de medicina de la Universidad John Hopkins, Roland Griffiths, “toda la conversación cultural en torno a los psicodélicos ha cambiado”, una situación que le preocupa, debido a que “estamos subestimando los riesgos que conlleva”. Por esto mismo, el académico, quien también ejerce como director del Centro John Hopkins para la Investigación de la Conciencia y la Psicodelia, pidió a los consumidores que “tengan cuidado”. Y a pesar de que aprecia que se estén eliminando ciertos estigmas y caricaturizaciones en torno a su uso, también recomendó que, en caso de hacerlo, se considere el apoyo de un equipo médico certificado y con experiencia en el tema.
Por su parte, el académico Collin Reiff de la Universidad de Harvard añadió a The New York Times que no recomienda a nadie su consumo fuera de un cuadro clínico: “Por supuesto que apoyo los psicodélicos. Creo que son fascinantes, pero estas son medicinas, no drogas recreativas”.