Y la generación anterior no logra entenderlo. Acá una reflexión al respecto.

Las revoluciones no tienen por qué ser ordenadas. Si lo fueran, no serían revoluciones. Si queremos cálculos y estrategias, hablemos de batallas y guerras. Las revoluciones son el destape de una alcantarilla: revienta la porquería estancada para que el agua pueda avanzar por el cauce correspondiente.

Las generaciones más viejas quieren entender la movilización feminista de estos días, pero algo no les calza. Intentan buscar explicaciones a las tomas feministas en las facultades universitarias, en las tomas de los liceos de niñas, en las asambleas solamente de mujeres, en las funas contra los profesores y funcionarios acosadores. En las marchas.

Los medios están en la misma intriga. La Segunda tituló en su edición del viernes pasado “La nueva ola feminista” y una suerte de dossier periodístico sobre el contexto en torno a las movilizaciones estudiantiles. Está la voluntad de entender las tomas de género, pero les cuesta entender cómo esta generación propone las movilizaciones. Y es necesario tener algunas cosas en perspectiva.

Primero, esta es la primera generación de manifestantes que no conoció el pinochetismo. Que no sabe qué significa vivir en los miedos a la dictadura. Las chicas que hoy tienen 20 años entraron a la escuela en 2003; es decir, en la mitad del gobierno de Ricardo Lagos Escobar, cuando la gente empezó a perder el miedo a expresarse. No entienden de legados del pinochetismo remanente: de esas luchas, se encargaron otros antes.

Primero, la Revolución Pingüina en 2006 (al pedir la derogación de la Ley Orgánica de Educación, LOCE) y, luego, el Movimiento Estudiantil en 2011 (al pedir el fin al lucro en la educación y la lógica de Estado subsidiario). Los discursos de esta generación no tienen arraigados los elementos remanentes del pinochetismo. No estuvieron enfrentados a esos discursos, puesto que les tocaron a sus antecesores.

Si ahora tienen 20 años, ¿cuántos años tenían en 2011? Tenían 13 años. Estaban en la adolescencia, si acaso, recién estaban interesándose en asuntos políticos. Y la preocupación en los temas políticos tiene mucho que ver con la época como estás viviendo la política. No conocieron la dinámica de los consensos que ahogó a nuestra democracia. Ellas conocieron la ruptura de esa forma de enfrentar la política.

Gracias al movimiento de 2011, aprendieron que puedes presentar una idea sin esperar el consenso en torno a la misma. No tienes que persuadir a toda la audiencia para presentar una idea.

Por ello, las actitudes de las tomas feministas complican a las generaciones más viejas. Pueden ser consideradas autoritarias; porque no están hechas para persuadir, sino para afirmar. Es decir, pareciera que les escandaliza la diferencia entre la retórica (convencer) y la dialéctica (enfrentar posturas).

También les escandaliza la radicalidad de los métodos de protesta. Quieren eliminación del plantel docente a través de la funa, en lugar de entregar antecedentes a un sumario. Quieren cambios inmediatos. Pero eso no es ilógico.

Son una generación educada en el consumo inmediato. Se trata de una generación que no tienen una conciencia de pasado: el pasado es algo que (por ejemplo) Google permite tener registrado; por lo tanto, el concepto de “memoria” se convierte en un archivo relativamente al alcance de la mano. Tampoco hay una conciencia de futuro: no se trata de que el futuro sea algo inestable (todos lo sabemos: “uno nunca sabe”), sino que no lo conciben como posibilidad, por cuanto se trata de un abismo del cual no podemos disponer.

Como solo podemos confiar en los procesos que estamos guiando, solo podemos confiar en el presente. Las empresas tecnológicas se abastecen del presente de las personas: Netflix se plantea como competencia de la expectativa de futuro inmediato más universal de todas: el sueño; Instagram Stories se basa en la inmediatez de las vidas íntimas; Twitter se convierte en una conversación que va detrás de los trending topics y quién obtiene la mejor reflexión para cazar una reputación coyuntural en función de los favoritos y los retuiteos.

Son una manifestación hecha por nativos de la nomofobia, del fear of missing out. Sus palabras son urgentes, sus actos son fáticos y sus necesidades son inmediatas. Las generaciones más viejas se escandalizan con el atolondramiento de las movilizaciones feministas de estos días: los viejos quisieran otras actitudes, las actitudes más comedidas de sus épocas (la dinámica del consenso noventero); quisieran otros tiempos, los tiempos de sus épocas (la cosa retórica, el ser convencidos).

Pero no pueden achacarle al feminismo (como a la lucha por una educación no sexista, como a la erradicación del acoso en los ambientes de estudio) la urgencia de las mujeres que manifiestan estas demandas. Se trata de las sincronías de quienes reclaman.

Ellas quieren la certeza de su propia inmediatez.