Los kawésqar vivían en los archipiélagos australes. Eran un grupo nómada que pasaba el día en sus canoas (hallef) recorriendo canales con vientos, lluvias y un frío implacable. Su lengua estaba marcada profundamente por su geografía, por esto tenían 32 formas de decir aquí.
Los hombres eran responsables de la caza terrestre y marítima. Navegaban el golfo de Penas y el estrecho de Magallanes en busca de lobos marinos, nutrias, aves y moluscos para alimentarse, siempre rodeados por densos bosques.
Las mujeres buceaban para recolectar mariscos. Cubrían su piel con grasa de lobo marino para entrar a las gélidas aguas del Pacífico sur.
Poblaron América hace miles de años, al igual que el resto de los pueblos originarios, pero con el paso del tiempo y la llegada de los colonos a esta zona austral de Chile, el grupo étnico sufrió una transformación brutal.
Aprender español se volvió una necesidad en la Patagonia Occidental y relegaron su idioma.
Además, abandonaron su vida nómada estableciéndose en Puerto Edén, una pequeña villa situada al sur del golfo de Penas.
Hoy sólo ocho personas hablan kawésqar
La mitad de los hablantes son ancianos. Tres nacieron en la década de 1960 —la última generación que adquirió la lengua desde la infancia—, y solo uno, que no es miembro del grupo étnico, lo habla: Oscar Aguilera, etnolingüista chileno.
Aguilera tiene 72 años y lleva casi 50 intentando salvar este idioma. Ha registrado el vocabulario, documentado el léxico y grabado durante horas archivos sonoros.
Otra persona que no es de la comunidad y está interesada en aprender su gramática es la primera dama, Irina Karamanos.
La dirigenta feminista se ha comunicado con el etnolingüista para investigar más sobre el tema. Afirma que los chilenos tienen una relación “deficiente” con sus comunidades y pueblos indígenas. Aprender su léxico es una forma de acercarse a ellos.
¿Cuál es su origen y sus características más importantes?
La respuesta aún no está clara, en parte, porque se le considera una lengua “aislada” o “no clasificada”. Es más complejo descubrir de dónde vienen sus palabras, su estructura o su gramática.
No forma parte de una familia lingüística ni tiene vínculos con ninguna otra lengua viva.
El primer testimonio que se conoce de su lengua fue registrado por el aventurero francés Jean de la Guilbaudière. Aparece entre los años 1688 y 1689, sin embargo, se estima que los kawéskar habitaron la Patagonia Occidental hace unos 10 mil años.
Según el Museo Chileno de Arte Precolombino, hacia el siglo XIX su población alcanzaba las 4 mil personas, y la mayoría hablaba el idioma ancestral.
A fines del siglo XIX su población descendió abruptamente a 500 personas y luego a 150 para 1920, esto debido a las matanzas y muerte por enfermedad, así como abandono del grupo.
Actualmente hay cerca de 250 kawéskar en la región de Magallanes, pero solo hablan español y no dominan la lengua de sus antepasados.
¿Qué características tiene este idioma?
Por sus características morfológicas, el kawéskar es una lengua aglutinante y polisinética; es decir, tiene “palabras, oraciones o frases” que no se pueden traducir a una sola palabra al español.
“No hay una equivalencia de uno a uno, como por ejemplo, el table inglés y el ‘mesa’ español. En kawésqar tenemos palabras como jerkiár-atǽl, un verbo que significa ‘el movimiento que hace el mar de flujo y reflujo'”, explica Oscar Aguilera a BBC Mundo.
Los kawésqar se resisten a aceptar préstamos del español. Han creado sus propias palabras para llamar, por ejemplo, a los aparatos han ido adquiriendo (como el televisor o el teléfono).
Peligro de extinción
Al ser hablado solo por ocho personas, está entre las lenguas que la Unesco considera en vías de extinción.
“El problema es que, en términos generales, no es una lengua práctica. Es mejor aprender español o estudiar inglés”, dice Aguilera.
El experto explica que el español se instaló entre los kawésqar debido a la comercialización de sus productos con los nuevos habitantes de la zona.
También sufrieron discriminados por los pueblos aledaños, como los chilotes (habitantes de la isla de Chiloé).
“Los chilotes los miraban en menos e incluso se reían de cómo hablaban su idioma. Entonces ellos decidieron no hablar más su idioma en público, sino que solamente en la casa“, explica el lingüista.
Hasta el día de hoy no hay suficientes incentivos para revitalizar el idioma. La única escuela que hay en Puerto Edén enseña en español. El Estado de Chile no ha priorizado su rescate o sobrevivencia.
“Hay algunas personas que están haciendo esfuerzos por aprender la lengua, pero la falta de continuidad y persistencia, además de tratarse de una lengua gramaticalmente tan diferente del español, lo hace difícil para ellos”, cuenta Aguilera.
La relación entre el lingüista y los kawésqar es estrecha. Cuando decidió involucrarse en el idioma hizo todo lo contrario a lo que los libros de texto le recomendaban a un investigador.
“Usted saque información, describa la lengua y váyase… Yo me involucré con la comunidad”, relata.
Aguilera decidió adoptar a dos niños de la comunidad para que recibieran una buena educación en Santiago.Los niños pertenecían a la familia de los Tonko. En total, eran ocho hermanos y a uno de ellos, José, le apasionaba la lectura.
“Con el permiso de sus padres, le compré un pasaje a Puerto Montt y lo fui a buscar para irnos a Santiago. Ingresó a la escuela, al Liceo Alessandri, donde yo también había estudiado”, cuenta.
José es ahora coautor de distintas publicaciones —como “Gente de los canales” (2019)—, y ha colaborado en la creación de un diccionario kawésqar-español, que aún no logran terminar.
De cara al futuro del idioma, la esperanza del lingüista está depositada en la primera dama.
Quizás su interés —dice— ayude a revitalizar realmente la lengua de quienes considera su verdadera familia.