Tras 18 días finalizaron los juegos Panamericanos de Lima 2019. Nuestra prensa nacional ha puesto énfasis en la gran victoria de nuestros deportistas en materias consideradas de élite. Fueron 50 medallas que impresionaron a los estadistas, y también al gobierno que hizo acto de presencia en la capital peruana.

Sin embargo, esta proeza no ha sido tomada con la altura de miras que requiere y menos considerando que los próximos Panamericanos serán celebrados en Chile el año 2023. Los deportistas lograron una proeza casi imposible luego de un largo camino de falta de financiamiento, displicencia gubernamental e incluso recorte de fondos que afectan a futuras generaciones que quieran dedicarse a deportes que van más allá del fútbol.

El año pasado, el Plan Olímpico aseguró que se recortará el financiamiento a 400 deportistas tan solo a un año de celebrarse los olimpiadas en Tokio. Esta medida se tomó para “optimizar” los recursos según afirmó la ministra del deporte Pauline Kantor.

“Son deportistas que no clasifican aún a Sudamericanos o, si lo hacen, no tienen opciones de tener un desempeño entre los cinco primero, porque no se trata de llevar a deportistas a pasear” aclaró la autoridad a modo de justificación de la causa.

El caso más explícito sobre esta falta de interés por los deportistas que practican estas numerosas disciplinas viene desde Tomás González, quien pese a ser uno de los rostros más populares de la gimnasia olímpica en América Latina ha debido luchar por poder.

González ha recibido financiamiento por parte de Leonardo Farkas, el excéntrico millonario que le ha quitado responsabilidad al gobierno de hacerse cargo de sus propios deportistas. Este y a pocos meses de los Panamericanos de Lima, González afirmó que, nuevamente, se encontraba sin financiamiento.

“No hay nada. Ni siquiera marca de ropa. Me ha costado harto. Sería útil, pero llega un punto que cuando ya tocas todas las puertas, todas las marcas, dices ya, que sea lo que salga no más” aseguró.

Doble discurso

El 81% de los chilenos -más de 11 millones de personas- no realiza actividad física de forma recurrente según el estudio proporcionado por la OMS el año 2018. Pero las condiciones climatológicas para hacerlo en el sur son difíciles frente a la falta de equipamiento, en el norte la baja calidad en infraestructura son un motivo igual de importante, y ni hablar de la baja calidad del aire en la zona central producto del smog y la quema de leña.

No hay espacios óptimos para ser un aficionado en el deporte. Básicamente, si no pagas una cuota para ir al gimnasio estás frito, y es porque todavía se le da al mero hecho de hacer ejercicio como un motivo estético en lugar de considerarlo como una disciplina tangible y para toda la vida.

Pese a las cifras alarmantes, el Ministerio de Educación aseguró durante la primera mitad del año que se reducirían las clases de educación física como parte del cambio curricular. Esto generó el paro de profesores más largo del último tiempo, y también una verdad incómoda que caló dentro del pensamiento social: al gobierno -sea cual sea- no la importa la promoción del deporte y no ve esta materia como una de factor de cambio para la salud de nuestro país.

Conscientes del problema, la ministra del deporte, Pauline Kantor propuso una solución copiada a Brasil: integrar a los deportistas a las fuerzas armadas.

“En el fondo lo que hacen es que entran a la reserva militar, donde se les llama al servicio activo. Por ejemplo, trabajando en lo que ellos hacen, que puede ser apoyar el desarrollo de su deporte dentro de la institución, como el pentatlón, atletismo o esgrima, porque son deportes que igual se desarrollan al interior de la institución. Pueden ser instructores, hacer capacitaciones, pueden hacer desarrollo de estrategias deportivas al interior de las FF.AA.”, reconoció la autoridad para Emol.

La redención

Es posible que se generen planes de financiamiento adecuados para los deportistas cambiando la mentalidad de la población hacia el deporte. Cuba y Argentina se han transformado en potencias regionales en materias olímpicas haciendo grandes esfuerzos para dar a entender a su propia población civil que el deporte no se trata tan solo de recolectar medallas, sino de una carrera de largo alcance y que genera movilidad social en un mundo segregado por la ineficiente distribución de recursos.

Lima invirtió mil millones de dólares en las instalaciones de sus juegos este año, pero con un objetivo claro: quieren que estos centro deportivos queden para los niños y el resto de la población que se interesa en practicar ciertas disciplinas. En Medellín ocurrió lo mismo; tras el término de los juegos panamericanos en Colombia un gran porcentaje de la ciudad se lanzó hacia el deporte y ahora una nueva generación de deportistas tiene fe en que pueden entrenar tranquilos.

Ese es el verdadero desafío de Chile: crear espacios atemporales que alberguen a jóvenes promesas en lugar de un show mediático específico para demostrar falso interés por nuestros exponentes del deporte. Queda poco tiempo, pero si se logró la proeza de 50 medallas bajo condiciones polémicas, imaginen lo que podrían hacer los cientos de deportistas con tan solo un pequeño esfuerzo por parte de las mismas entidades que los visitaron luego de darles la espalda.