Sense 8, la serie más ambiciosa de Netflix dijo hasta siempre con un último capítulo lleno de significados solemnes y profundos.
Es difícil decir adiós, y en estos días, sobre todo a una serie. Sense8, que se estrenó por primera vez en 2015, se veía como una apuesta extremadamente ambiciosa (grabar en varios continentes porque así la historia tendría mucho más sentido, fue una de las exigencias de las hermanas Wachowski, (The Matrix) quienes junto al también creador J. Michael Straczynski, presentaron a Netflix hace más de cinco años, en 2013.
A pesar de que estaban mapeadas al menos cinco temporadas, incluido el final, Sense8 terminó siendo un show a veces incomprensible para algunos espectadores, demasiado cara para producir por la plataforma de streaming (un capítulo de la primera temporada costaba alrededor de 4.5 millones de dólares y en la segunda temporada podían llegar a costar hasta 9 millones de dólares) y los números no fueron lo que esperaban. Alcanzaron a hacer una primera entrega que enamoró a muchos, un especial de navidad que dejó a otros marcando ocupado y una segunda temporada confusa.
Después de eso vino la abrupta cancelación.
El poder de Internet permitió que existiera una campaña de sus fans por salvar Sense8, por lo menos para tener una respuesta clara después del final de la segunda temporada angustioso y no quedar en ascuas, con el corazón roto. Lo lograron y Lana Wachowski se los agradeció en una extensa carta, prometiendo un especial de más de dos horas para concluir la serie.
“For our fans”, son las últimas palabras que aparecen en el último capítulo y eso queda súper claro. En algún punto de la segunda temporada, y quizá también por la falta en el alto mando de Lily Wachowski, que decidió tomarse un tiempo a parte para dedicarse a su transición aunque siempre siguió relacionada a la serie, Sense8 perdió parte de su encanto y se transformó en un desastre que igual nos encantaba ver.
El argumento de Sense8 era el siguiente: ocho personas que comparten la conciencia y que al mismo tiempo, a pesar de estar en lados opuestos del mundo y no se conocen físicamente, son uno mismo, ignorando constructos sociales de género, raza, sexualidad, económicos y sociales.
Al principio, el concepto desarrollado por las hermanas Wachowski era más parecido a Black Mirror que a lo que terminó siendo Sense8, ya que quería explorar cómo las tecnología unía y dividía a la humanidad, y decidieron apostar por el concepto de “empatía radical”, en el amplio sentido de la palabra: amor, protección, placer, etc.
Durante la primera temporada, varios de los personajes (no todos) estuvieron participando en una orgía que desafiaba el espacio/tiempo y que hizo comprender más aún la idea de la serie. Quizá no estábamos esperando esa escena final con tantos cuerpos en una sola orgía, sensates y sus parejas, pero que tenía todo el sentido del mundo.
Y no es que esta expresión de sexualidad plena tenga que estar relacionada con el amor, pero el momento en que se da lo es, después de la boda de Nomi (Jamie Clayton) y Amanita (Freema Agyeman), en el que se deja entrever que la consumación del amor (ya sea en matrimonio o en actos sexuales) es aquello que puede salvar tu cuerpo y tu alma. Cada vez que uno de los miembros del cluster está en peligro mortal, la fuerza del amor, y esa empatía que se solidifica en ellos, lo salva.
Aunque el objetivo de este último capítulo es poder derrocar el reino de terror del villano Whispers y BPO y reestablecer de alguna manera la calma, Sense8 es una serie sobre cómo nos hacemos cargo de nosotros, los otros y cómo nos podemos hacer sentir bien, amados y seguros, peleando por lo que es justo. Porque el amor es amor y no tiene colores, géneros, posturas políticas y clases sociales.
Sense8 está completa y disponible en Netflix.