Poco se sabe del protocolo que tiene Metro cuando ocurre un suicidio en sus líneas. Y mucho menos de quiénes terminan removiendo los restos humanos que quedan adosados a los trenes. Lo visible sucede en la estación, pero hay una larga cadena de empleados y subcontratados que intervienen. Aquí las voces de dos hombres que quitan grasa humana, sangre y pelos de los vagones como si se tratara de un trabajo común y corriente.
*Antes de comenzar a leer esta investigación es importante que tengas en consideración que si sufres de ideaciones o comportamientos suicidas, o conoces a alguien que esté pasando por lo mismo, puedes llamar a Salud Responde 600 360 7777, línea telefónica que dispone el Ministerio de Salud / Los nombres de algunas fuentes fueron cambiados para proteger su identidad, así como también se omitió información sobre sus actuales trabajos y los detalles de estos.
–Yo tengo que sacar fotos a los trenes y después mostrárselas a mi jefe para que vea cómo se limpió, qué se hizo, cómo quedó y cómo está, cosa que no haya ningún reclamo cuando el tren pase a mantenimiento. No deben quedar residuos de grasa humana, ni sangre, ni de cabello.
Alejandro (64) cuenta los detalles de su trabajo y del bolsillo de su pantalón saca el celular para mostrar las fotos de su galería. Las imágenes de los restos humanos se mezclan con fotos de su esposa, hijos y nietos. Habla calmado, no es de hilar muchas palabras ni mucho menos de alzar la voz. Se considera una persona simple y enemigo de los conflictos. De su pelo color castaño se asoman unas pocas canas.
Cada vez que ocurre un suicidio en el Metro, Alejandro debe seguir el desconocido protocolo que la empresa busca mantener en silencio. Él es supervisor de limpieza de una de las líneas del Metro de Santiago y el único encargado de limpiar los trenes de ese recorrido cada vez que una persona se tira a las vías. Es el último eslabón de una larga cadena en la que participan distintos profesionales y trabajadores cuando ocurre un suicidio en la red, tanto en la estación de Metro como en el taller de mantenimiento técnico del tren.
Para referirse a suicidios, Metro ocupa la palabra Sigma, concepto que indica que una persona se ha precipitado al paso de un tren en alguna estación. Para la limpieza de los vagones, posterior al hecho, la empresa a agosto de 2020, tenía contrato con tres sociedades subcontratistas de aseo e higiene, las que se encargan de prestar servicios de saneamiento permanente en vagones y proveerles de trabajadores. Estas empresas son Valoriza –ligada al grupo español Sacyr– ISS y Maclean.
A Alejandro por limpiar un caso Sigma le abonan $30.000 a su sueldo final de $500.000 líquidos al mes, pero es un pago adicional fuera de contrato. Ese desembolso extra lo comenzó a recibir de la empresa CVC Comao, luego de 13 años removiendo suicidios, asegura.
En sus primeros años aseando casos Sigma, la empresa contratista Somacol, con la que inicialmente trabajó Alejandro, le hizo una orientación preventiva para realizar la labor, pero no fue hasta ocho años después que recibió una capacitación completa de parte de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) para remover residuos biológicos.
Alejandro dice que trabajaba, principalmente, según su instinto y sin las medidas de seguridad necesarias para remover un Sigma, como por ejemplo, un overol, casco y guantes, entre otras cosas. En todos sus años de trabajo, ninguna de las empresas le ha garantizado, ni a él ni a Mauricio, el otro trabajador consultado para esta investigación, y que realiza exactamente la misma labor, un seguimiento psicológico luego de limpiar los trenes tras un suicidio.
“Nunca me he sentido mal, con el tiempo ya no es raro. Lo veo, lo limpio y listo. Mis compañeros no son así. Nadie quiere limpiar un Sigma porque son reacios a eso. Me molestan, me dicen ´El carnicero´”, cuenta Alejandro, en medio de uno de sus descansos del trabajo.
Según el Servicio Médico Legal (SML), entre 2017 y 2019 el total de muertes llegó a 21. Hubo cuatro en 2017; dos en 2018 y 15 en 2019. De acuerdo a esa información, dos de ellos ocurrieron en la Línea 2, cuatro en la Línea 4, dos en la Línea 5 y 13 en la Línea 1.
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Antes de llegar a trabajar a la empresa, Alejandro no sabía nada sobre Sigma. Su vida no tenía que ver con Metro. En 1976, cuando tenía 17 años, realizó el servicio militar en la Escuela de Paracaidistas en Peldehue, en la comuna de Colina, y dos años después fue chofer de camión en una carnicería.
Similar es el caso de Mauricio (65). Él está a cargo del turno de noche de una de las líneas del Metro, donde se encarga de asear los trenes y atender los casos Sigma. Hace 11 años trabaja para las empresas de limpieza contratistas que han pasado por ahí. Pero no fue hasta su segundo año que empezó a limpiar los suicidios.
A los 32 años trabajó en el Hospital José Joaquín Aguirre, en el departamento de urgencias. Estuvo durante siete meses haciendo un reemplazo. Luego de ello, quiso cambiar de rumbo. Fue comerciante durante 18 años. Tenía un puesto en ferias libres de la comuna Pedro Aguirre Cerda. De martes a domingo vendía muebles, sábanas, alfombras, entre otras cosas. Sin embargo, con el tiempo quebró. El siguiente paso fue Metro.
Para ambos ahora la palabra Sigma es un procedimiento más de Metro y no tienen problemas en contar sus responsabilidades ante estas situaciones. Dicen estar acostumbrados y que no les afecta quitar los restos de sangre y grasa humana que quedan adheridos en la parte inferior de los trenes. Hoy, son los únicos encargados de limpiar los vagones tras un suicidio.
Sin embargo, según fuentes de ISS, el equipo de limpieza de trenes luego de un Sigma cuenta con al menos seis personas capacitadas. Pero en los 11 años que Mauricio ha trabajado limpiando casos Sigma es el único capacitado para hacer esta tarea. Le dieron esa labor por ser el trabajador más antiguo, sumándole $35.000 a su remuneración final de cada mes. Este es un acuerdo fuera de contrato. Su sueldo líquido varía entre $450.000 y $550.000, dependiendo de si le asignan otras tareas externas como limpiar un graffiti o un Sigma. “Me dicen que no van a mandar a un cabro nuevo porque capacito que se desmaye“, relata el trabajador.
Mauricio tiene un tono de voz enérgico y es de risa fácil. No le gusta pensar a largo plazo ya que crecer con diez hermanos lo llevó a vivir el día a día, pues el dinero no les sobraba. Ser el cuarto hermano le dio una responsabilidad frente a los más pequeños que lo hizo madurar rápido. Creció en la población San Joaquín de la comuna Pedro Aguirre Cerda, la misma en la que vive actualmente.
Los últimos restos que limpió fueron los de una persona de 42 años. “Los datos del sexo y la edad se saben al tiro. Los trabajadores lo comentan, y como yo estoy ahí, escucho la conversación”, relata.
Al primer año de trabajo, a pesar de ser un aseador parte del equipo, le designaron, como un trabajo extra, ser la persona encargada de limpiar los trenes luego de un suicidio. Tampoco recibió una capacitación especializada para hacer esto. La empresa solo le dio una charla para explicar cómo hacer la labor, además de una prueba para verificar que había aprendido todo.
Cuando le informan un caso de suicidio debe ir directo al taller. Ahí se encuentra con técnicos de mantención y empleados de Metro de la línea. “Yo reviso el tren entero por si hay alguna partícula, siempre hay, pero son cosas pequeñas, puede quedar sangre, un poco de sesos o grasas que se pegan en los fierros”, cuenta Mauricio para dar ejemplos de qué se encuentra debajo de los trenes que limpia.
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Alejandro recuerda con nitidez un episodio que ocurrió en noviembre de 2019. Ese día se lanzó una persona a las vías y no falleció. Los trabajadores de Metro tuvieron que subirla al carro para salvarla. El tren llegó al taller de Alejandro y realizó la limpieza habitual, pero en esta ocasión no fue debajo del vagón. Quitó la sangre del piso que dejó el cuerpo. Todavía tiene las fotos de ese caso.
La política de Metro es clara: no entregar información a externos sobre el procedimiento en caso de ocurrir un suicidio. O más bien, como lo llama la empresa, “el protocolo para un caso Sigma”, información que buscan mantener bajo reserva y oculta. La empresa no se refiere ni entrega detalles al respecto, según lo consultado a Metro se debe por “respeto a las familias, de acuerdo a las recomendaciones que entrega la Organización Mundial de la Salud respecto de estos temas”.
Teniendo en consideración lo anterior, y para conocer qué sucede tras un caso Sigma, cómo vuelven los trenes a la estación y el procedimiento que lleva a cabo esta empresa, se consultaron a las otras instituciones involucradas en el proceso y a trabajadores de Metro. Entre los documentos obtenidos para esta investigación, figura el informe “Procedimiento para la Intervención de Contención Emocional de Origen Laboral (ICEL)” de Metro, con la actualización de 2016.
El documento fue facilitado por un trabajador de Metro que solicitó reserva de identidad. Allí se define el proceso y metodología de contención emocional de parte de la compañía cuando ocurre un Sigma en las vías.
Cuando ocurre un suicidio se activa el protocolo ICEL, y a la par de todo este proceso, se involucran otras instituciones como el SML, el Ministerio Público y Carabineros de Chile para determinar qué se hará con el cadáver. En tanto, solo cuando es solicitado por un fiscal, interviene la PDI.
Pero en las líneas ni Mauricio ni Alejandro se ven afectados cuando relatan cómo quitan grasa humana, sangre y pelos de los vagones del Metro. “A mí me propusieron la labor y como estuve trabajando en un hospital, donde vi muchas cosas, no me afecta”, dice el primero. Es más, ambos, en entrevistas separadas, dijeron que están acostumbrados a limpiar un Sigma. Se ríen a ratos contando sus historias.
No lo admiten al principio, pero aducen su falta de sensibilidad al limpiar un caso Sigma debido a sus trabajos anteriores. Alejandro como militar en 1976 y Mauricio como auxiliar de aseo en el hospital José Joaquín Aguirre, en la sala de urgencias.
El psicólogo clínico experto en trastornos por estrés postraumático, René Sepúlveda, indica que no es posible que una persona sea inmune o que no le afecten situaciones violentas. “Lo que ocurre cuando se vive un hecho potencialmente traumático, es que la mente humana se protege y trata de olvidar lo que está sucediendo”, afirma.
Daniela Campos es jefa de riesgos psicosociales de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), entidad que actúa como mutual y administradora del seguro social contra riesgos de accidentes del trabajo, y en este caso, de la contención emocional de los trabajadores de Metro. Ella asegura que luego de cualquier evento laboral violento es necesario que exista un seguimiento psicológico a la persona, lo que actualmente no se realiza a los trabajadores subcontratados de Metro posteriormente a un caso Sigma.Tanto Alejandro como Mauricio no han sido tratados psicológicamente, al menos no en un periodo largo de tiempo, según señalaron para esta investigación.
Al ocurrir un Sigma, tal como se mencionó anteriormente, se activa el protocolo ICEL, el que resguarda la integridad emocional de los trabajadores de Metro, pero este no aborda qué es lo que pasa con los trabajadores subcontratados que presencian o actúan en los suicidios. Lo único que se menciona es que los trabajadores se contactan con los administradores de contrato de las empresas tercerizadas con las que trabajan.
Luego de la primera contención en terreno, y si el trabajador subcontratado no pasa a urgencia, pero se determina que sí requiere de atención psicológica, el experto en prevención de riesgos de Metro les informa a los administradores de contrato de Metro, y este verifica si es que hubo una derivación correcta a la mutualidad correspondiente. La empresa contratista tiene la responsabilidad de entregar un informe con el resultado del tratamiento del trabajador, el que finalmente llega a las manos del prevencionista de riesgo de Metro. Nada de lo anterior se ha hecho efectivo para los casos de suicidios en los que han trabajado Mauricio y Alejandro
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–¿Alejandro, ¿cómo te sientes luego de limpiar un Sigma? ¿Has tenido pesadillas? – pregunta un psicólogo de la ACHS al trabajador luego de remover restos humanos.
–Nada, no siento nada – responde.
Esas son algunas de las preguntas que le han realizado a Alejandro en las cinco sesiones que ha recibido en sus años limpiando casos Sigma en Metro. Según contó para esta investigación, los tratamientos que le han entregado han durado máximo dos horas y se centran en cómo se siente, si ha dormido bien y cómo le afecta su labor
Sin embargo, después de estas sesiones, según dice Alejandro, los psicólogos se cansaron de seguir tratándolo. “Se aburrieron después de un par de veces. Me explicaron que yo no tenía nada. Después de la quinta vez me dijeron que para qué iban a venir a verme de nuevo”, recuerda.
Comparando la cantidad de veces que Alejandro ha limpiado un Sigma, versus la cantidad de veces que un psicólogo lo ha ido a ver, él dice que la situación es “grave”. Pero agrega que está feliz de que nunca le han diagnosticado “algo malo” psicológicamente, ya que “si me hubiesen encontrado algo, me cambiarían al tiro”. La empresa busca rápidamente a otra persona capacitada”.
A Mauricio no le gusta pensar mucho en el futuro y no está seguro de qué hará cuando jubile, pero sí le gustaría vivir en una zona costera del país. El mismo sueño tiene Alejandro cuando deje de trabajar. Dice que le encanta la playa y los paisajes del litoral central. Cuando puede va a Cartagena con su esposa. “Nos quedamos en un hotel amarillo, no recuerdo el nombre, pero somos clientes habituales. A veces vamos con mi nieto, el Tsunami”, ahí también aprovecha de tomarles algunas fotos a los dos.
Uno de los últimos suicidios que limpió en 2019 fue el 10 de agosto, unos días antes del cierre de esta investigación. Dice que la persona fue impactada por dos carros del tren en vez de uno, situación que es poco usual. –Me llegaron dos vagones, con más residuos humanos de lo normal. Creo que le mostré una foto, ¿se acuerda?
*Nota de redacción: La investigación fue escrita durante 2020 y siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que aconsejó en su informe “Prevención del suicidio: un instrumento para profesionales de los medios de comunicación”.
Además, es una versión adaptada para la web, su versión completa, ganadora del premio Periodismo de Excelencia de la Universidad Alberto Hurtado, está disponible en el libro El mejor periodismo chileno 2020.