Sangre, “prepagos” y “peladitas”, silicona y muertos que no lo están realmente. Ya he visto más de 180 capítulos y estoy hablando como colombiana.

Los Marín Santana sufriendo por alguna cosa que les hizo La Diabla, probablemente.

“Estoy viendo la media novela”. Así me dijo mi mejor amiga hace más o menos un mes y medio atrás. O quizá fue hace más tiempo, porque llevo tantos días encerrada en mi pieza frente a la tele o al celular viéndola. No es que quisiera estar pegada porque sí, pero tengo razones de peso para argumentar lo adictiva que es esta teleserie y que por fin me devolvió la esperanza en el género (lo siento, Perdona Nuestros Pecados pero me aburriste al capítulo 30).

¿Es necesario que explique qué es una teleserie?

No, pero nunca está demás. Las teleseries, telenovelas, telecomedias o simplemente comedias según alguna de tus vecinas del barrio, son un género televisivo serializado con características melodramáticas que cuenta la historia de una pareja que debe superar ciertos obstáculos (económicos, sociales o simplemente humanos) para estar juntos, momento que se da generalmente en el último capítulo. Toma prestadas ciertas características de las fotonovelas o algunas novelas gráficas románticas de primera mitad del siglo XX y la radio (las famosas radionovelas). Las primeras novelas fueron emitidas por televisión en formato de miniserie y simultáneamente países como México, Cuba y Brasil empezaron a sacar las suyas para el público local.

En cierto momento la cosa se descontroló tanto que en los 80 ya todo el continente las estaba produciendo; algunas fueron producto de exportación hacia otros países y otras sirvieron para fortalecer industrias locales. El revuelo fue tan grande en el mundo que cadenas de televisión en habla hispana en Estados Unidos empezaron a hacer sus propias telenovelas y comenzaron a hacer alianzas con canales latinos para co-producir productos que serían emitidos en todo el continente. La primera teleserie en pasar la prueba fue Gata Salvaje, de Univisión, en 2002 (yo sé que están cantando la canción en su cabeza). Es por eso que Telemundo también siguió peleando por el rating de la comunidad hispana en EE.UU. con Pasión de Gavilanes, en 2003. Esa también fue un éxito.

Hoy, las teleseries son un formato replicado en todo el mundo y son uno de los productos televisivos más consumidos en la historia. Brasil exporta teleseries, al igual que Turquía y Corea del Sur, pero aún no podemos traicionar del todo a las novelas hechas para y por latinos. Es un poco así la historia de como Sin Senos Sí Hay Paraíso entró a mi vida (mentira, fue gracias a mi mejor amiga y a Netflix).

Catalina no estaba muerta y, más encima, hace que con su aparición le dé una trombosis a Doña Hilda.

En algún momento de mi adolescencia mis compañeros estaban vueltos locos con una miniserie que daban en la noche por La Red que se llamaba Sin Tetas No Hay Paraíso, sobre una niña de 18 años que vive en un barrio pobre de Pereira, Colombia, que lo único que quiere es tener plata para salir de esas condiciones. Su mejor amiga la mete de “prepago” (prostituta, en Colombia) para acercarse así a los narcotraficantes con más poder y plata de toda la zona, pero es rechazada por uno que dice que no tiene suficientes tetas para serlo. La chica, obsesionada con la idea de tener implantes, sacrifica a toda su vida anterior por la prostitución, para después arrepentirse cuando es demasiado tarde.

Más parece argumento de serie que telenovela, pero en 2008 RTI Televisión produjo para Telemundo la teleserie Sin Senos No Hay Paraíso, una mucho más extendida de los hechos de la primera versión y asíexplotó por fin el boom. Esta Catalina Santana (Carmen Villalobos) era una versión de la original mucho más cálida, inocente, menos mala que su predecesora e infinitamente mucho más linda (perdón, en serio, pero es que Carmen Villalobos es preciosa).

Es más, todo el cast fue embellecido hasta decir basta y quizá hasta daban ganas de ver la teleserie tomando once de puro ridículas que eran las situaciones; de la ropa microscópica que se ponía Catalina y sus amigas, de lo guapo del ex novio Albeiro (Fabián Ríos) y lo mucho que entendíamos que se haya metido (y a la vez no) con la mamá de Catalina, Doña Hilda (Catherine Siachoque). Este sí que era un buen culebrón, tanto que la hicieron en España, Venezuela y casi la hacen serie en EE.UU.

No por nada dicen que es la primera narconovela de la historia, y por eso, la primera en causar controversia en su país de origen por “promover” un mensaje errado en la población sobre el narcotráfico y los problemas asociados a éste (sí, claro), además de ser hasta 2009 la novela de Telemundo más vista en la historia del canal.

A Yésica la DEA, perdón la TEA, por fin la pesca, pero…

Corte al 2016 y Telemundo (junto a Fox Telecolombia) anunció que iba a sacar la continuación de SSNHP 18 años después, con la historia de la hermana pequeña de Catalina, Catalina La Pequeña (Carolina Gaitán), hija de Albeiro e Hilda, lo que pasó después de la “muerte” de Catalina en 1996 y la subida al poder de Yésica “La Diabla” Beltrán (Majida Issa) como la narcotraficante más poderosa de Colombia. La gente se volvió loca y Telemundo se coronó como el rey de las teleseries para los hispanos de Estados Unidos y el mundo, cosa que ya venía cementando con La Reina Del Sur y El Señor De Los Cielos (que ya va en su sexta temporada).

Sin Senos Sí Hay Paraíso estrenó hace una semana su tercera entrega después de un final de temporada angustioso. Porque sí, ahora podemos decir que las teleseries tienen temporadas porque pueden durar por años y nadie se queja; no necesariamente tienen que terminar después de 6 meses como era la costumbre. En algún punto de esos años, Netflix decidió comprar todos los derechos y subirla entera al servicio de streaming, cosa que me hizo encerrarme en mi casa por todo ese tiempo que dije porque no podía parar. La primera teleserie tocaba temas socialmente complejos, como la prostitución, el narcotráfico o la deserción escolar, para una Colombia que aún vive bajo la sombra de Pablo Escobar (para más remate Netflix después haría una serie con su historia…no hay paz), pero esta continuación es una bomba explosiva de sangre, violencia y familia escrita a un nivel finísimo.

20 años después: ¿podrán Albeiro y Catalina POR FIN estar juntos?

Le pregunté a mi mejor amiga, Catalina (pura coincidencia, pero creo que hay algo en el nombre), que era lo que la atrapaba de SSSHP: “La historia es atrapante. Te deja cada capítulo pensando en el siguiente, me gusta mucho el formato en el que está grabada, porque finalmente a mi me entra mucho por la fotografía. Tengo que reconocer que me gusta mucho la forma en la que se construye un villano, más que la pobre protagonista. Además, el relato de los hechos hace que a pesar de que sea una serie larguísima, te enganche en el cambio temporal. Es más de una historia y todo un por qué hacía atrás. El factor sorpresa de las causas que llevaron a todo lo que está pasando. Obvio que cae en la ridiculez, es una novela más cristiana que la cresta, que demoniza cosas absurdas, por eso creo que al final igual es el morbo el que hace verla, aunque últimamente he encontrado buenos diálogos de crítica social de Colombia y narcotráfico. Al final, la ficción en ese nivel es divertida”.

Entonces, ¿era una coincidencia que en un par de semanas empezara a escuchar más y más millennials saliendo del clóset de las teleseries diciendo que la veían? Siempre me han tratado de señora por ver teleseries, por disfrutarlas tanto, pero ahora algo en la cabeza me hizo click:

  1. No estoy sola ni soy la única señora acá
  2. Netflix tiene un catálogo amplio de teleseries latinas y no latinas, entonces la probabilidad que alguien la vea no es tan baja
  3. A la gente de +18 le siguen gustando las teleseries, todo gracias a una plataforma de streaming y un cuidado de la imagen casi cinematográfica
¿Alguien dijo violencia?

 

Ojalá fuera solo invento mío, pero hay números que apoyan el punto 3: durante el día de su estreno, y toda la semana del 11 al 15 de junio Telemundo fue la cadena nº 1 en español durante el Primetime (8 a 11 pm) en Estados Unidos, entre adultos de 18-49 y 18-34, según los ratings Nielsen.  ¿18-34? La mismísima edad de los millennials de hoy (y un poquito de Generación Z).

“Me enganchó mucho más porque era ver el proceso que a lo mejor no había pasado en la primera parte donde todo era muy diferente, ya que esta se trata de una venganza. Tiene un poco de lo que es el día a día de lo que puede pasar en alguna parte del mundo y porque es muy pegajosa, ya que estás todo el tiempo en la intriga de que va a pasar, y para mi era mucho más compleja que la primera que vi hace 10 años”, explica Yarisbel Rosales, televidente de la novela.

Otra fanática confesa, aunque mucho más crítica: “La gente tiene un doble discurso, y me incluyo, porque a veces veo teleseries y las encuentro pésimas e igual me intriga ver lo bizarras que son. Yo creo que es tan exitosa en gente de nuestra edad porque es un distractor súper potente, porque siento que trabajo tanto y quiero llegar a la casa a ver cualquier cosa”, dice la publicista Natalya Guzmán.

Y antes que el editor me rete por hacer una memoria sobre lo mucho que amo las teleseries, quiero decir: TODOS SE MUEREN, NADIE ESTÁ A SALVO, HAY HASTA UNA MALDICIÓN RONDANDO POR AHÍ Y NADIE ES BUENO.

Las primeras dos temporadas de SSSNHP están disponibles en Netflix.

 

https://www.youtube.com/watch?v=mTSAta9uQZ0