Conversamos con Stfi Leigthon, la chilena que recorrió América pintando murales feministas

“Entiendo que un trabajo de años fue tapado en un día y me parece fuerte, pero ese es el código de la calle. Eso es el graffiti, y tal vez por eso no soy graffitera. Comparto el mismo soporte que es la calle pero pienso que es posible tener códigos diferentes, más constructivos”, nos contó Stfi sobre el conflicto estético del momento.

Estefanía Leigthon (29) quería irse de vacaciones por una temporada y terminó yéndose cuatro años con su casa en la espalda. Recorrió durante todo ese tiempo nueve países de América en donde, de alguna forma u otra, puso su marca en las paredes de algunas de sus casas y edificios. En Chile, decidió dejar un trabajo como vestuarista teatral y a su familia para pintar en murallas de países ajenos y que se terminaron transformando en pedazos de su hogar.

Pero el quedarse tanto tiempo fuera no fue algo planificado. “Más que una decisión de experimentar el arte, el arte llegó a mi, me tocó. Inicialmente, el viaje fue porque necesitaba vacaciones. Yo antes me dedicaba a otra cosa, trabajaba en vestuario para teatro, cine y danza. Yo pensaba hacer una investigación textil en este viaje y resulta que todo se dio para que en vez de eso me pusiera a pintar”, explicó Stfi.

El viaje comenzó en Cochabamba, Bolivia, donde Stfi fue invitada a pintar en la Bienal de arte urbano de la ciudad, pero fuera del plazo del evento mismo. El primer mes pintó cinco muros en un mes, cuando acá en Chile podía pintar la misma cantidad en un año. En total, fueron más de 40 muros repartidos entre Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Guatemala y México.

Así, Stfi se fue conectando con otro tipo de proyectos que no necesariamente tengan que ver estrictamente con el arte. En Quito, Ecuador, donde vivió un año, donde se relacionó con grupos de mujeres feministas, en especial “Justicia para Vanessa”, en honor a una de las tantas víctimas de la violencia contra la mujer.

En otro de esos encuentros con organizaciones feministas, Stfi pudo pintar una sala de manera colabotariva: “Hay un proyecto donde pinté que se llama Mujeres de Frente y que se trata de educación popular para mujeres adultas que están vinculadas a temas de cárcel, que estuvieron allí o que un familiar está en esa situación, y que no saben leer y escribir. Todos los que trabajan son voluntarios y ahí pinté un lugar que es para acompañamiento para los niños, donde los acompañan para dormir o hacer yoga para que las mamás estudien tranquilas. Hice el diseño y pinté, pero era un muro colectivo donde todas las mujeres, los niños, estudiantes de algunas universidades, mucha gente, pintaron. Todos los días habían personas diferentes, entre 15 y 20 al día, en cinco días de pintura en total. Era hacer un taller vivo; se hizo un mix de texturas, de colores, donde se refleja lo diverso de la naturaleza y como somos como personas”.

Ayahuasca y la ley de la calle

A pesar de no ser una muralista entrenada en la disciplina siempre estuvo ligada al mundo del arte urbano, aunque no era precisamente su contexto ideal. “Tuve que salirme del contexto del graffiti para animarme a pintar, porque es otro código y nunca sentí las puertas abiertas para hacerlo. En el viaje lo vi desde otro punto de vista, desde el muralismo y la pintura colectiva, y ahí dije que eso era lo mío”, dijo.

También, en la pintura logró encontrar una especie de paz interior que no logró en Chile: “Para mi la pintura es terapéutica, es una instropección, meditación, un ejercicio de tú y el muro. Un ejercicio de silencio. Cuando estás en la calle, la gente se siente con la libertad de opinar, de decir que le gusta y que no, si siente algo. Es transformador”.

Hablando de momentos transformadores, durante cuatro años pueden pasar muchas cosas. Una de esas para Stfi fue el ayahuasca, un brebaje ceremonial de los pueblos del Amazonas y otras regiones de Latinoamérica conocido por sus efectos alucinógenos y sanadores. Muchos dicen que una ceremonia de ayahuasca vale años de terapia psicológica. “Tomé ayahuasca en la selva de Ecuador. Soy otra desde ese día. He hecho dos ceremonias, una hace 3 años y medio y la última hace dos. Fue místico, porque si es realmente sanadora. Es magnífico y duro a la vez, es un poco de terapia de shock. Cambió mucho mi arte, pero ahora me falta canalizarlo acá”, recordó.

Hoy, aparte de estar ilustrando un libro para Colombia, aprobado por el Ministerio de Educación de ese país, para ser material de lectura en los colegios, sobre afrocolombianidad, Stfi se está reencontrando con Chile: “Me toca reecontrarme con Chile. Tengo un conflicto, porque cuando yo me fui, no tenía idea de qué se venía. Mucha gente tenía mucho prejuicio, muy poca información de lo que es Latinoamérica. Hoy, yo no me siento tanto chilena como latinoamericana. Ojalá compartir un poquito de eso, porque al abrir mi mundo a Latinoamérica ahora pienso diferente”.

En eso, la ley de la calle sigue siendo igual en todos lados del mundo. Murales que parecen obras de arte son borrados por otros que quieren poner su marca ahí y se generan discusiones como las que ocurrió la semana con el mural “100 caras & 1 país”.

“Una vez en Lima, Perú, luego de un mes que pinté un mural me enviaron fotos de la chica completamente intervenida. Llena de tatuajes, cejas de Frida y hasta bigotes y cicatrices carcelarias en la piel. Muchos amigos indignados me enviaron fotos para mostrarme la situación. A mi me provocó gracia que un otro se animara a expresarse en un muro, pero el mío tenía la cantidad de detalle de este caso”, explicó.

“Entiendo que el trabajo de años fue tapado en un día y me parece fuerte, pero entiendo que ese es el código de la calle. Eso es el graffiti, y tal vez por eso no soy grafitera. Comparto el mismo soporte que es la calle pero pienso que es posible tener códigos diferentes, más constructivos. Pero sé que la calle es pública y cuando decides que ese será tu soporte de trabajo y expresión tienes que practicar el desapego en su totalidad, porque o viene otro y te tapa o el dueño de casa quiere restaurar su fachada y te borra, demuelen el edificio, etc. De hecho, dudo que el nuevo muro dure mucho tiempo. Me imagino que desde ahora ese será un spot constantemente renovado por distintos pintores. Hasta yo podría pintarlo algún día. Las dinámicas van cambiando, aceptemos el cambio”, concluye.

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