Studio 54 revive gracias a un documental y acá te contamos algo de su historia.


Dicen que todo tiempo pasado fue mejor aunque sabemos que esta apreciación es mentira. Tan solo se trata de un epíteto cultural arraigado a través del halo positivista que nos provoca la nostalgia. Sin embargo, si podemos remontarnos a un espacio donde efectivamente las cosas sí eran mucho más provocativas que hoy en día, no podemos dejar de lado a Studio 54.

La disco ubicada en Nueva York era tan famosa como la Estatua de la Libertad y llegó a ser tan rentable que se produjo un frenesí alrededor de su aura desde su primer día de apertura el año 1977. Esta década era complicada para la ciudad de Nueva York, que enfrentaba una crisis económica sin precedentes, los mayores índices de criminalidad del mundo y un sentimiento de acabo de mundo gracias al apogeo de la guerra fría.

La Gran Manzana no era un lugar amigable para ese entonces, aunque nunca perdió su estatus como el lugar donde las corrientes culturales se desarrollaban para luego desperdigarse entre otros lugares de occidente (sobre todo Europa).

La disco fue fundada por Steve Rubell, socialité abiertamente homosexual en una época donde su orientación era reprimida y perseguida por los oficiales de su propio estado. En el lugar grababan diferentes series (por eso su nombre de “estudio”) y no tardó en aclimatarse en una disco enorme donde todo lo que tenía que pasar, pasaba. Incluso mucho más.


Durante los últimos años de la década de los 70 Studio 54 se transformó en un espacio de liberación para todos quienes habían sido marginados: artistas transgéneros, artistas experimentales, homosexuales, lesbianas y músicos principiantes. Toda esta amalgama celebraba todas las noches con las mayores celebridades de ese entonces, incluyendo a John Travolta, Calvin Klein, Mick Jagger, Diana Ross, Salvador Dalí y Liza Minnelli entre una lista sin terminar de personajes que traspasaron las puertas del club.

En los palcos de Studio 54 se tenía sexo sin discriminar orientaciones y en su pista de baile había una luna gigantesca con la figura de un hombre inhalando cocaína. Sus administradores no se ilimitaban a elegir a celebridades para entrar al lugar, la contrario, querían que estas se sintieran como personas normales al estar rodeadas de gente común y corriente (que debía compartir el amor innato de las estrellas por la músico disco y el alcohol).



El club se transformó en un enigma mundial y claramente al llamar tanto la atención, hizo que las autoridades pusieran sus ojos en el club y encontraron cientos de miles de dólares y kilos de cocaína dentro de sus paredes clausurándolo al instante. Studio 54 fue cerrado en 1980, viviendo tan solo tres años de hegemonía mundial como el lugar más salvaje para pasar la noche.

Lo bueno dura poco, dicen. Sin embargo, el lugar tuvo una reapertura en 1981 igualmente exitosa aunque las cosas cambiaron bastante: la aparición del VIH hizo que el ambiente se volviese menos liberal.



Durante los años siguientes las celebridades de moda pasaron el lugar para intentar replicar el ambiente de sus inicios. Por esta nueva generación de starlets apareció una desconocidísima Madonna junto a Drew Barrymore que frecuentaba el lugar con tan solo 9 años. Si bien el sitio pudo conservar el halo que lo envolvió durante un principio, tras el término del contrato que tenían sus nuevos socios el año 1986, se cerró de manera definitiva.

Conforme pasaron las décadas y Nueva York se transformó en el epicentro de series, centro mundial del turismo y una de las urbes más seguras de Estados Unidos, se intentó reintroducir el concepto de Studio 54 sin mucho éxito. Existe una réplica en Las Vegas, pero como se imaginarán, se trata tan solo de una atracción turística que intenta copiar la forma en que se festejaba durante los 70, cuando el mundo parecía acabar en cualquier minuto.

El año pasado se estrenó un documental que retrata a la perfección el ambiente suscitado por el club. Cuando lo veas, te impregnarás del sentimiento característico de Studio 54.