Nunca tomé un taller ni un curso de defensa personal y mi aproximación más cercana se ha dado por mujeres relacionadas al mundo de las artes marciales en Chile. Esta oportunidad llegó de la nada, sin siquiera buscarla.
Al mismo tiempo que mi editor me enviaba la información sobre Primavera Hacker V, yo le enviaba un mail a Constanza, de Derechos Digitales, que fue parte de la organización del evento, para pedirle ayuda sobre como acceder a uno de los talleres que impartirían.
“Que bueno que me escribas, me gustaría mucho que asistieras al taller”, me escribió. Ella ya había sido parte de de una instancia similar, que se dio por primera vez fuera de México, de donde son las chicas que lo organizan, en Ecuador.
Quizá no fuera un momento revelatorio o epifánico, pero si muchas cosas que aún no manejo a la perfección fueron resueltas en algún punto del fin de semana; cosas como unos simples movimientos de artes marciales que podrían salvarme la vida en la calle o cómo ocupar navegadores y aplicaciones más seguras para resguardarme en Internet.
Era temprano en la mañana y hacía bastante calor. El sol pegaba directo al pavimento del MAC de Quinta Normal y no corría mucho viento. Varias chicas estaban dispersas por aquí y por allá, calladas, tal vez un poco tímidas; no todas se conocían, aunque algunas llegaron en grupo. La convocatoria al taller de Autodefensas Hackfeministas fue la siguiente: “Dirigido a mujeres e identidades lesbo/bi/inter/trans/queer. Defensoras, periodistas, activistas, feministas y/o trabajadoras sexuales. Accionamos autodefensas hackfeministas tanto físicas como digitales, mantenemos la guardia y complementamos estrategias de lucha y cuidados colectivos en cada territorio que decidimos habitar. Frente a la guerra contra nuestros cuerpos, nosotras elegimos combatir”. Todas, más o menos que otras, calzábamos perfecto en la descripción.
Organizado por el Laboratorio de Interconectividades y Comando Colibrí, ambos con sede en Ciudad de México, las representates de ambos colectivos son Liliana (@lili_anaz)y Darinka, respectivamente. Ambas se presentaron ante una audiencia que empezó siendo menor a 10 en la primera hora a pasar a casi 30 mujeres en el primer día, atraídas por el flayer de la programación que estaba en la entrada del museo.
Ninguna de las asistentes se presentó, porque no era requerimiento, pero si varias eligieron pegarse un sticker que decía “NO FOTO” para señalar que no quería aparecer en imágenes que se sacarían durante el taller, parte de la política de esta versión de Primavera Hacker. Esta introducción carente de nombres dio una sensación de igualdad, de poder sororo en que no eramos individuos, sino que un gran colectivo de mujeres.
Las primeras actividades tenían que ver con relacionarnos con las demás. Caminando por el domo en el que se realizó el taller, al oír un aplauso, cada una de nosotras teníamos que emparejarnos con una compañera y hablar con ella. Contarle que hicimos ayer, que es lo que más nos enojó en la última semana, quién fue la persona que nos introdujo a la tecnología, para qué la ocupamos. Hacer simples conexiones humanas que a veces estamos muy ocupados para querer hacerlas en el diario vivir.
Durante la mañana, tuvimos que explicar que era tecnología para nosotras, cómo nos habíamos acercado a ella de pequeñas. O juntarnos en grupo y definir como repeleríamos un ataque de alguien, un hombre en específico, como si fuéramos círculos de seguridad. Entre medio, describiendo desde lo más básico que haríamos hasta lo más extremo, salieron nuestras particularidades, esos mecanismos que pueden rayar en la superstición pero que son un salvavidas en casos de vida o muerta. También, comenzaron a salir las historias complejas de acoso y abusos.
En Chile, nueve de cada diez mujeres dice que sufrió acoso sexual, según una encuesta de Corporación Humanas de 2015, es decir, el 89,9% de las encuestadas, y otro 77,4% cree que la violencia hacia las mujeres en el país ido en aumento. De donde vienes las chicas que impartieron el taller, México, siete mujeres mueren cada 24 horas según los datos de ONU Mujeres. La misma institución asegura que 14 de 25 países con mayor número de femicidios están en Latinoamérica.
“Nadie te enseña a repeler un abuso, menos si es de un ser querido”. Esa frase se me quedó clavada en la mente desde que la escuché durante el taller y que me hizo reflexionar a mi misma sobre mi propia situación de abuso, una que ocurrió hace unos años. No, nadie te enseña y eso duele, duele, duele hasta que deja de hacerlo. Pero el escuchar a otras mujeres contar sus historias con entereza supe que dentro de mi corazón no tenía por qué minimizar el daño, sino que sacarlo y hacerlo fuerte. Eso es algo que atesoro en mi corazón para siempre.
El cuerpo como tecnología
Fueron dos días que se dividieron entre el repensar el cuerpo como arma y el entender que la tecnología no es solo una parte de nuestra vida, sino que lo es todo. Si el primer día fue más teórico, el segundo fue práctico. Darinka, quién es luchadora de muay thai, nos enseñó como una lista básica de movimientos nos podrían ayudar a reducir a alguien que nos está atacando en el momento preciso. Una, que siempre le dijeron que las mujeres no tienen fuerza, ni que son estrategas, nos fuimos rotando de parejas y enfrentando cada vez a un “rival” diferente que se movía de manera distinta, que reaccionaba de otra forma. Y aunque no fueran los movimientos más fáciles del mundo y tampoco los tenemos grabados a cabalidad en la memoria, fue un precedente para muchas a querer saber más sobre como pararnos y defendernos.
Lo peor de todo es que ni siquiera deberíamos tener que recurrir a esto. ¿Existen círculos de hombres que se juntan a aprender movimientos y defenderse de una mujer? Déjenme dudar de aquello. Pero si no existieran esta enfermedad que nos consume, que se llaman machismo, violencia contra la mujer y el patriarcado, terminará por matarnos a todas.
Y así lo dijo Darinka: “Algo de lo que nos hemos dado cuenta nosotras en este tiempo dentro del feminismo hay una tendencia, por lo menos en México, de querer aprender muchas cosas pero hacerlo muy rápido, como tomar talleres de dos días. En México es una necesidad; la autodefensa ya no es un derecho, es una obligación. Tenemos que hacerlo para que no nos sigan matando y lo que podemos hacer pasa por nuestros cuerpos. Lo que nosotras hacemos no está relacionado con el Estado, porque las instituciones no están ahí para nosotras, pero lo que si podemos hacer es entrenarnos, organizarnos y aprender. Nosotras nos dimos cuenta que esos procesos cuestan mucho trabajo mantenerlos porque nunca nos ponemos a nosotras en primer lugar. Hemos tenido la oportunidad de compartir con chicas increíbles, súper diversas, lesbianas, mujeres trans, periodistas, artistas, adolescentes, personas mayores, mujeres indígenas, un montón. Eso siempre se nos ha hecho muy rico, porque justo cuando hablamos de estas estrategias de defendernos y no enfermarnos para mantener el control y como sanarnos entre nosotras, como cuidarnos, nos damos cuenta que esta diversidad de mujeres tienen una cantidad de estrategias impresionante”.
“Cuando hablamos de autodefensa no solo hablamos de defendámonos o defendámonos juntas, sino también, y principalmente, desde los cuidados colectivos. Eso a nivel de autodefensa digital tiene todo el sentido. Nosotras desde el principio lo empezamos a trabajar así, porque de nada sirve armar un iKit de todo lo más top de lo top en cifrado, en mails, chats y cualquier tipo de comunicación más segura si yo no entiendo que pasa ahí; no entiendo ese proceso, no sé que es lo que quiero cuidar pero estoy super asustada porque en el contexto mexicano si soy políticamente activa hay problemas. Más allá de todas estas amenazas que están ahí, es como hacer para tener un cuerpo que camine con más seguridad en cualquier espacio. A veces ni usamos tanto las palabras “seguridad”, porque la usa tanto el otro lado que mejor nosotras lo ponemos desde otro lugar. Es volver a apelar al termino de intimidad, privacidad, al de confianza”, explicó Liliana.
Por esta razón es que ambas organizaciones, una que está más dedicada a la defensa digital y otra a usar el cuerpo como tu barrera contra el peligro, se juntaron para dar este taller. No solo salimos de ahí con los movimientos en la cabeza o una aplicación cifrada para mandarle mensajes más seguros a mis amigas, sino que entender que todo mi cuerpo y toda mi vida es el arma contra la violencia del mundo. “Para nosotras el laboratorio no solo era tratar de ver como hacerle para no estar tan cuarteada en Internet, cada vez más encerrada y menos curiosa. Si estamos estableciendo esto del cuerpo como territorio, cómo lo hago para habitar Internet y no ser una usuaria. Lo mismo en el integral de autodefensa, porque es un cuerpo que tiene posibilidad de vida y ahí es donde no hay que separar las cosas. No es que ahora le digamos autodefensa integral, si no es que es un nombre que usamos para darnos a entender pero de fondo si creemos que podemos y de que manera los diálogos pueden permitir esto”, agregó.
Fotografía de portada: Eva Lépiz. Taller Autodefensas Hackfeministas en Oaxaca,
México, 2016.