Después de verlo estuve alrededor de media hora sin revisar Instagram.


Las redes sociales evolucionan a una velocidad que adelanta nuestro poder de discernimiento sobre su posible futuro. Hace tres años, era imposible sospechar que Facebook se transformaría en un espacio que privilegiase las odiosidades políticas gracias al compartimiento sobregirado de fake news y otro tipo de contenido.

Nada haría presagiar que Instagram -una tímida plataforma que comenzó de forma exclusiva para usuarios de Apple y que enmarcaba fotografías de comida y atardeceres- se masificara al punto de ser la red social líder dentro de su clase.; porque son las fotografías y la forma en que nos presentamos al mundo la ley para el éxito dentro del universo que nos presentan las aplicaciones (algo aprendimos de Fotolog después de todo).

Pero Instagram -a diferencia de otros símiles como Pinterest o Tumblr en un principio- fue más allá del público de nicho y se masificó al punto de convertirse en un negocio millonario gracias al desarrollo de publicidad impuesta por los personajes que amamos seguir.

“The American Meme”, el documental de Netflix número 1 en tendencias hoy en día, parte con una pregunta que nos hace dudar sobre el tiempo que le damos a nuestra imagen virtual: Si te despertaras sin ningún seguidor ¿Podrías comunicarte con los demás de forma normal?

Para responder esto, se comunicaron con diferentes personalidades que hacen millones de dólares gracias al contenido auspiciado que intentan vendernos de forma “natural y subliminal”: Paris Hilton, The fat Jew, Brittany Furlan, Dj Khaled, y otras figuras que suman en conjunto la población de un país como Chile en cuanto a número de seguidores se refiere.

La producción parte de manera un poco tediosa, demostrando cómo personas comunes y corrientes se hacen millonarias a costa de estupideces que amamos ver para seguir con nuestras vidas al instante; en el fondo, indica cómo nuestros minutos de ocio transforman a estos personajes en supermillonarios en épocas donde la mayoría de los jóvenes no pueden costear una casa (y esto provoca un desprecio inmediato hacia estas personalidades que se bañan en kétchup ganando miles de dólares por ello).


Pero la sensación de injusticia dura poco, porque no podemos evitar sentir lástima de estos personajes conforme ahondan en la desesperación y soledad que implica mantenerse vigente para un público que de un día para otro, puede castigarlos con la total indiferencia.

El caso de Brittany Furlan es el más explícito respecto al doble filo que tiene el éxito en las redes sociales. Tratando de probar suerte como actriz, Furlan no conoció el éxito hasta ser la estrella indiscutida de Vine -red social que cerró al mismo tiempo en que decantó la fama de Brittany que intentó de todo para mantenerse relevante-.

“Volví a probar suerte en el mundo de la actuación, pero todos me veían como la chica de Vine y no podían tomarme en serio” sostiene.

Pero el documental va más allá de presentar el auge y caída de los mayores influencers del sistema: The American Meme dice tanto de nosotros, los espectadores, como de aquellos que expone en casi dos horas de duración. Existe un dualidad que pocas veces tendemos a reconocer al pensar que las redes sociales son efímeras y pasarán de moda tras cumplir su ciclo; pero la falta de personalidad y habilidades sociales que dejamos de cultivar por estar pendientes de la aprobación digital, es la conclusión que nos deja con un gusto particular y amargo.