Aburrimiento y la impresionante capacidad de agotar al espectador es lo provoca una de las nuevas producciones de Netflix, protagonizada por Ashton Kutcher en su retorno a la comedia luego de su paso por “Two and a half men”. Un sitcom extraviado, con un humor rancio, que deja la sensación de estar viendo “Duck Dynasty” pero con risas enlatadas.
Por Fernando Delgado.
No todo lo que sale de Netflix es oro, es innegable que nos han dado producciones originales de alto vuelo como “House of cards” “Sense8” y “Orange is the new black”. ¿Entonces qué pretendían con The Ranch? Interrogante que por ahora es un misterio, pero cualquier espectador medianamente interiorizado en la actual época de oro de las series, podrá entender que estamos ante un retroceso que hereda y reproduce el espíritu fiel de ese humor patriotero y redneck que hizo nata durante las décadas de los sesentas hasta los ochentas. No faltará quien trate de salvar The Ranch, argumentando que se trata de una rocambolesca sátira sobre los campesinos y ganaderos que avalan a Donald Trump. Pero no, eso es hilar extremadamente fino. Lo que hay aquí es sólo una caída libre, sin paracaídas y con resaca de destilados. Cualquier otra lectura es perder el tiempo buscado la sofisticación en un charco de barro.
Colt Bennett (Kutcher), vuelve a la casa familiar en un rancho de Colorado luego de una opaca participación en una liga semi profesional de futbol americano. En ese polvoriento latifundio lo aguardan el áspero patriarca; Beau (Sam Elliott), un personaje que ni en el mejor de los escenarios alcanza a esbozar alguna sonrisa en el espectador. -Existen personajes detestables pero entrañables y magníficamente delineados como Gregory House, de Doctor House. Frank Gallagher, de Shameless o la pareja de ancianos de Vicious, pero ninguno de ellos sirve de ejemplo para la configuración de Beau Bennett-. Junto a él, la posible tabla de salvación de esta historia; Jameson (Danny Masterson, de That’s 70s show), que reacciona al alias de Rooster. Hermano de Colt, siempre ladino y sarcástico con su agreste prole. Cierra esta deslucida postal la madre del clan; Maggie (Debra Winger, protagonista de ese subclásico llamado “Reto al destino” de 1982), quien mantiene una relación puertas afuera (No es para menos) con Beau y maniobra el bar adonde se dejan caer los parroquianos del sector.
No hay nada más que relatar de su argumento porque no hay más visionados posibles de realizar. Las risas son escasas, el tratamiento y el tono es erróneo, insistiendo una y otra vez con momentos “emotivos” sobre los errores cometidos por Colt en el pasado. Incluso la secuencia de créditos inicial resulta confusa con sus imágenes evocadoras de la América profunda y del ganado siendo arreado, mientras suena la letra de “Mammas don’t let your babies grow up to be cowboys” original de Waylon Jennings y Willie Nelson, ambos estrellas del country. Todo un conjunto más cercano a un melodrama familiar que a una comedia de situaciones.
Irónicamente estrenada el 1 de Abril (Día de los inocentes en EEUU). “The Ranch” encierra el fin de una era, -la de los hacendados y la cultura machista- y el comienzo del fin –la de la ficción añeja e inofensiva-