El número de Septiembre de la revista VOGUE americana es simplemente una cátedra de cómo convertir la publicidad en contenido y experiencia. No hay otra igual, aunque por esto mismo la cuestiono.

Javiera Sarratea llego con la épica edición a mi escritorio y me regalo una experiencia parecida al placer, si embargo después no pude evitar un análisis más profundo. ¿Un fruncimiento de labios para VOGUE ?

Si bien la editora en jefe, Anne Wintour en el documental “The September Issue” confirma el rudo parecido a Miranda Priestly  de “El diablo se viste de Prada”, podríamos discutir su prototipo, pero hay que darle los créditos por una composición editorial de asombro y que raya casi en el límite de lo absurdo.

Hace tres años atrás no entendía la profundidad de la moda. Quizás muchos prefieran aún distinguirla como una banalidad, pero la Moda no solo tiene que ver con el diseño y alta costura, si no con una respuesta a los fenómenos culturales, sociales, urbanos y creativos, tangibilizando esa energía en una forma de expresión con la cual nos investimos. Es una forma de llevar el mundo y lo que nos pasa.  Mucho agradeceré eternamente a mi amiga Laura Novik por abrirme esa sensibilidad y camino.

En ese contexto, el trabajo creativo alrededor de la moda es un estímulo e inspiración constante. Casi un módulo de educación completo para nuestra imaginación, donde entramos muchas veces en mundos estéticos exquisitos, realidades paralelas o nos envolvemos en imaginarios que seducen nuestra seguridad o inseguridad, dependiendo de la fuerza de nuestra autoestima. Me gusta creer que personalidad nos sobra.

En más de 750 páginas y con el matrimonio de Kate Moss como anzuelo, la edición de septiembre parece  ser más responsabilidad de las agencias creativas que de Vogue mismo. Aunque queda claro que la extravaganza, inter-culturalidad y el color, son las directrices y alma de esta temporada, es un alivio saber que no estamos tan lejos y confirmar que tenemos potencial, aunque aún hay mucho trabajo que hacer.

Personalmente destaco dos campañas:  El surrealismo hyperfashionista de Alexander McQueen que nunca cansa y la campaña de Tommy Hilfigers, que de una forma muy atractiva le da continuidad y solidez a un concepto, se distancia del individualismo en que generalmente se vive la moda y no logra dejar de “despertar” ese espiritu “preppy” que tenemos todos. “Hilfigers are back and they get together in their super preppy home.”

El resto, hay que descubrirlo por cuenta propia. Yo por ahora vuelvo a la realidad.