Son las 7:30 am y Felipe se dirige –tal como lo hace religiosamente todas las mañanas– hasta la cocina donde un gran bidón de agua purificada lo espera. Allí sirve el agua, le exprime un par de limones y lentamente bebe su limonada. “Si está a temperatura ambiente tu cuerpo lo absorbe mejor” aclara”. Luego de la ducha matutina prepara un zumo a base de piña, zanahorias, limón y jengibre, del que se refiere como un milagroso anti-inflamatorio. El zumo acompañará un desayuno a base de huevos fritos, tocino y papas y vegetales varios. Felipe dejó de comer tostadas al desayuno cuando se dio cuenta de que todos sus problemas de acidez estomacal eran producto del gluten, y se olvidó totalmente de la leche, cuando notó que su alergia constante a la “primavera” era producto de la caseína, presente en toda la leche de origen animal.
Desde su ventana se alcanza a ver a la gente corriendo por Pocuro durante la mañana. “Me encantaría volver a vivir con la playa cerca, o en campo por último” me cuenta “acá es rica la vista y todo, pero me colapsa todavía el exceso de gente por todos lados”. Es así como partimos una conversación acerca de la sobrepoblicación, de las increíbles capacidades geográficas/económicas que nos ofrece un país como Chile para vivir en comunidades. Se confiesa neomalthusianista[1. El neomalthusianismo es una teoría demográfica, social y poblacional que considera el exceso de población como un problema para su calidad de vida], pero simplemente porque considera que la maquinaria que da vida a todo lo que hacemos día a día va a colapsar y que lo ideal es casi volver a vivir en tribus. Felipe no tenía ni la menor idea, pero de seguro entre la gente que escuchábamos corriendo, se encontraba Camila.
Camila corre 5 kilómetros sagradamente todos lo días por la mañana, pero eso en realidad no es nada dentro de su régimen deportivo. Al medio día tiene clases de defensa personal y dos veces a la semana practica Crossfit.
Temas que antiguamente la hacían desvivirse como la moda, hoy en día no son más que un tópico más dentro de su apretada agenda deportiva/nutricional. Los días que no sale a correr, es porque se toma la mañana para ir a la vega y a la tostaduría a comprar una alta dosis de vegetales y semillas de todo tipo. Si la pillas con tiempo, como yo, puede hablarte largo y tendido acerca de las implicancias de su signo, sus ascendentes y cómo ha aprendido a convertir sus miedos –que no son pocos– pues por culpa de su eneagrama del tipo 6, siente que el mejor ejercicio para su cabeza, es tomar decisiones arriesgadas de vez en cuando. “Encuentro que si todo el mundo supiera su eneagrama, nos ahorraríamos más de la mitad de los problemas que tenemos con la gente” cuenta entre medio. De pronto volvemos a la alimentación y es tajante “obvio mis amigas pensaban que estaba media loca, pero ahora una a una van sumándose, porque en el fondo el ritmo de vida que una tiene, te va a dejar llena de canas y arrugas a los 40. Mi papá ponte tú igual desde joven tiene problemas de resistencia a la insulina, presión alta y qué se yo, y es todo porque aunque cree comer bien, en realidad se alimenta pésimo”. El regimen alimenticio de Camila es particularmente complejo pues debe ser responsable con ciertos horarios, y aunque de vez en cuando se sale, sobre todo por compromisos sociales, durante el resto de la semana nada se deja al azar.
Camila confiesa que todo su ritmo de vida cambió cuando por culpa de su ex pololo español, conoció un concepto llamado Permacultura.
Permacultura es la palabra con la que Bill Mollison y David Holmgren bautizaron a la nueva rama del diseño e ingeniería de carácter ecológico en el año 1978. Etimológicamente es una contracción de agricultura y cultura permanente que en resumidas cuentas lo que propone es el desarrollo verdaderamente sostenible.
¿Qué tiene de importante esta llamada permacultura hoy en día?. Es que a diferencia de las tendencias importadas que gobernaron los 90 como el vegetarianismo o la práctica del yoga, los principios básicos de la permacultura están invadiendo paulatinamente todo lo que tocan los millenials.
Este mismo tema es el que toca Michelle Miller en su libro The Underwriting, que conocimos hace un par de semanas por el efecto viral que alcanzó su propuesta: “El hipster ha muerto, viva el muppie” leíamos por todos lados.
La investigación de Michelle tiene muchos aciertos, pero en general se equivoca en dos cosas. Por un lado relacionar esta nueva mentalidad de los millenials con los hipsters, y por otro lado, entender las motivaciones reales de este estilo de vida en la que tanto nutrición como deporte, son virtualmente lo más importante.
Es que tal como ocurrió con Camila, después del despilfarro económico y gastarse la vida en fiestas, ropa y viajes, la contrarespuesta personal es hacer tu vida sustentable.
Hacer sustentable tu vida suena como sacrificio gigantesco considerando la idea mental del personaje viviendo con energía de paneles solares, reciclando su basura o hablando de “huella de carbono”, pero en el caso de los millenials es una sustentabilidad más bien egoísta y antojadiza. A pesar de que muchos de ellos en verdad reciclan o prefieren formas de vida más limpias, en realidad cuando a esa persona le sumas el concepto de “trendsetter” en la ecuación, todo se trata de un yo que quiere ser eternamente joven, llevando una vida sana, o envejeciendo con gracia, porque si hay una palabra que aterra a estos nuevos trendsetters, es la vejez, casi tanto como las enfermedades de las que escapa a través de lo que come.
Este trendsetter siente una conexión fuertísima entre su trabajo, alimentación, su relación con el deporte, astros, amigos y el estilo de vida en general que lleva. Todo, absolutamente todo está conectado. Salta de una feria orgánica, al evento de lanzamiento de una nueva marca de shampoo, que por cierto, jamás va a usar porque probablemente dejó de lavarse el pelo hace meses, todo, porque hoy día se siente particularmente con energía gracias a un “eclipse en saturno”.
Gran parte de esta nueva mentalidad ha sido tratada en “How Millennials are reshaping health and wellness” de Katrina Lerman quien tomó una muestra de cerca de 1500 millenials para desenmarañar cómo viven. De la investigación se revelaron muchos datos clave, como que el 37% de ellos considera que el estilo de vida norteamericano, respecto a alimentación & salud es sumamente pobre o terrible.
Al final del día todo lo anterior es sólo una transición, y que no te sorprenda que más pronto que tarde veas a tu amigo comiendo arcilla, haciéndose biomagnetismo o diciéndote que finalmente se irá a vivir a una comunidad alejada de la ciudad, porque ese es un poco el sueño de la generación del detox, ejercicio de alta intensidad, libres de gluten y que abandonó las bebidas azucaradas, revisa químicos en lugar de calorías y está dispuesto a pagar un sobreprecio por leer etiquetas como orgánico, libre de pesticidas, sin antibióticos o colorantes artificiales.