Hace exactamente un año el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, le mandaba este mensaje: “Como su presidente, haré todo en mi poder, para proteger a nuestros ciudadanos LGBTQ de la violencia y opresión de una odiosa ideología”.

Pero el día de hoy el hombre del peluquín anunció que los Estados Unidos ya no “aceptarán o permitirán” personas transexuales en el ejército americano, diciendo que las fuerzas militares “deben estar enfocadas en la decisiva y abrumadora victoria” y que no pueden “permitirse los costos médicos y ruptura que causarían las personas transexuales en el ejército”.

Trump, fiel a su estilo, comunicó vía Twitter que la decisión fue tomada luego de hablar con generales y expertos en la materia, a los cuáles no nombró. Eso le bastó, tres tuits.

Esta decisión va en contra de la transformación y modernización del ejército que impulsó la administración anterior de Barack Obama, quienes el año pasado habían anunciado que las personas transexuales podrían servir abiertamente en la milicia.

Además, el secretario de defensa de Obama, Ashton B. Carter, había abierto todos los roles de combate a las mujeres y había nombrado al primer secretario de la Armada abiertamente abiertamente homosexual.

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Las criticas apuntan a que el presidente de los Estados Unidos está creando una política peor que el don’t ask, don’t tell de la era Clinton, en donde las personas homosexuales no podían servir abiertamente, y que con esta exclusión, es incongruente con sus dichos sobre la igualdad.

Nos guste o no, Estados Unidos tiene un dominio político/cultural en el actual orden mundial, por lo tanto, las medidas tomadas por Trump pueden implicar una fuerte influencia en el discurso de algunos líderes y en la ciudadanía.