Sebastián Piñera y Alejandro Guillier se vieron las caras por últimas vez antes de la segunda vuelta de este 17 de diciembre en un encuentro decepcionante.

Por debate entendemos como aquella instancia en la que dos o más personas opinan sobre varios temas en discusión exponiendo y defendiendo ideas. Si bien uno esperaría que los candidatos se ajustaran a dicha definición en relación a sus propuestas de gobierno, lo cierto fue que en el último debate presidencial de Anatel solo fueron defensas y ataques personales en que las propuestas se asomaron solo de vez en cuando.

¿Cómo se vivió el debate a través de Twitter? Muy típico de Twitter, los dos ganaron dependiendo por quien vota. La red social del pajarito fue un mar de personas convencidas que daban por ganador a su propio candidato defendiendo su claridad y seguridad, siendo que desde el otro lado, los argumentos eran los mismos hacia la opción propia. De esta forma, por ejemplo, se podía leer como muchos seguidores de Alejandro Guillier afirmaban su triunfo nombrando su “seguridad y cercanía” mientras que los de Sebastián Piñera afirmaban lo mismo.

El formato daba espacio para un verdadero debate entre Guillier y Piñera, pero en vez de aprovechar esos seis minutos de conversación para confrontar ideas, los candidatos aprovecharon ese tiempo valioso para encararse todo lo que habían o no hecho en un momento determinado. En casi todas estas intervenciones lo único que se podía escuchar eran tres voces que trataban de hacerse escuchar, la de los candidatos y el o la periodista.

Sin lugar a dudas el momento más tenso, pero a su vez un poco extraño, fue en el final del debate cuando Mónica Rincón le preguntó a cada uno por una virtud de su contendor, pero las respuestas estuvieron lejos de dar con alguna virtud. Fue ahí el momento de mayor ritmo y subidas de tono. Ambos candidatos prefirieron nombrar de manera muy tapada alguna característica positiva como “fue un buen periodista” o “es un hombre hábil con los negocios”.

Luego pasamos a “las malas experiencias no hay que repetirlas” y a los “no tiene experiencia”. Una terapia a vista y paciencia de los 50 puntos de rating que tuvo el debate.

Finalmente el momento de mayor interés fue cuando los micrófonos ya no funcionaban, la música dramática de Anatel sonaba y las cámaras enfocaban a los candidatos conversando sanamente, sonriendo y dándose un apretón de manos como si se hubieran encontrado después de mucho tiempo.

En resumen, quienes encuentran a Mónica Rincón una periodista buena, la consideraron buena y quienes la encuentran “marxista”, la seguirán considerando “marxista”. Quienes encuentran a Sebastián Piñera brillante, lo siguieron sintiendo brillante y quienes consideran que es un ladrón, lo seguirán definiendo como tal. De la misma forma con Alejandro Guillier como alguien sin experiencia o totalmente capaz y así también con todo lo que se vio. En fin, un debate para convencidos. Un debate que, probablemente, en su mayoría fue visto por convencidos.