Nieve mezclada con excremento por falta de alcantarillado, explotación sexual infantil y métodos laborales propios de la esclavitud convierten a la ciudad peruana en una de las zonas más complejas del mundo.
El humano es antropológicamente ambicioso. Este sentimiento ha logrado sacar lo peor de nuestra especie creando coyunturas lamentables durante diferentes periodos de la historia.
La ambición de oro llevó a que cientos de conquistadores devastasen comunidades, imperios y culturas en Sudamérica. Y lo peor es que pasados siglos y siglos desde estos sucesos, la sed de oro continúa y detrás de eso, persisten de igual manera las malas prácticas que involucran su extracción.
Los indígenas inventaron El Dorado como forma de disuasión para que los españoles y portugueses se inmiscuyesen en la selva buscando la mítica ciudad repleta de riquezas. Lo cierto es que esta ciudad existe, pero no hay nada de fantástico en ella: la tierra del oro es un lugar repleto de violencia, pobreza, esclavitud y mierda.
Reiterando, el lugar que buscaron los europeos durante incontables expediciones existe, se encuentra muy cerca del norte de Chile -específicamente en los andes peruanos- y se llama La Rinconada.
La ciudadela es uno de los lugares más hostiles del mundo y es imposible creer que existan zonas de estas características en pleno siglo XXI a vista y paciencia de la opinión pública. Quizás es otro signo de cuan indiferente se ha vuelto la sociedad frente a temas que deberían indignar a todos de forma transversal considerando la magnitud de los hechos.
Realizaremos un tour virtual por La Rinconada, y digo virtual porque nadie en su sano juicio iría hasta este lugar por voluntad propia a menos que quiera asistir como voluntario para contrarrestar alguno de las decenas de problemas existentes en el lugar.
En la Rinconada no existen términos medios: acá hablamos de la ciudad más alta del mundo donde sus casi 100 mil habitantes viven en condiciones extremas picando piedra a más de 5 mil metros de altura -La Paz en Bolivia se encuentra a 3 mil metros para hacer una comparación- haciendo que las temperaturas del lugar sean gélidas. Está demás decir que la electricidad de la zona es intermitente así que ni hablar de tener calefacción constante.
La gente llegó a la zona atraída por la fiebre del oro que benefició al mercado peruano durante el periodo del 2001-2009 cuando el precio del metal subió más de 200%
En el terreno pedregoso de los andes se fueron instalando casas de zinc y ladrillo a diestra y siniestra. Cerca del 93% de las edificaciones no cuenta con sistema de alcantarillado y el agua potable se consigue derritiendo nieve que, a su vez, está contaminada con mercurio producto de los residuos de la mina de oro.
Pocos extranjeros y periodistas se acercan a La Rinconada. Uno de ellos fue Óscar Espinosa, del diario El País de España. El reportero relató las duras condiciones de vida que atraviesan sus habitantes, convencidos de que su paso por el lugar es momentáneo: en su mayoría esperan encontrar la cantidad de oro suficiente para hacerse ricos y huir en cuanto puedan del lugar.
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Cierto misticismo se otorga a la zona, asegurando que muchos peruanos de clase baja lograron hacer fortuna gracias a la buena suerte y que ahora viven cómodamente a las orillas del lago Titicaca en Puno, ciudad más próxima al enclave andino.
Sin embargo, es muy complicado lograr ese objetivo tomando en consideración que los mineros no reciben sueldo alguno. Tal cual: todos quienes se acercan a trabajar a la mina deben conformarse con estar bajo el sistema del cachorreo, práctica esclavista interpuesta por empresarios inescrupulosos que se aprovechan de la mano de obra gratuita en Perú.
El cachorreo consiste en trabajar gratis durante los 30 días del mes y dejar el último para “beneficio” del empleado. Es decir, durante la última jornada mensual el minero es libre de llevar consigo a casa todo el oro que encuentre. El problema es que muchos de ellos no encuentran nada y deben endeudarse para poder comer.
Las mujeres tienen prohibida la entrada a la mina por que se considera de mala suerte su presencia. Según la creencia, la figura de una de ellas en el lugar provoca muertes y falta de oro en la zona. Esto no impide que cientos de ellas se encaramen a las faldas de la cordillera para rebuscar pepitas de oro corriendo el riesgo inminente de ser aplastadas por las recurrentes avalanchas de escombros que cusan las explosiones de la mina.
En La Rinconada abundan los problemas de salud gracias al mercurio usado en los procesos de extracción en la mina. Sin embargo, las autoridades peruanas tienen los ojos puestos en la situación de la prostitución infantil, donde 1.500 menores de edad son explotadas en este comercio (aunque las estimaciones sobrepasan calculan como 4 mil adolescentes obligadas a prostituirse)
“Estamos hablando de un delito grave (…) y al hablar de menores de edad la condena puede ser de hasta 25 años de pena privativa de la libertad”, dijo la ministra de la Mujer Ana Jara para la prensa peruana el año pasado.
El gobierno del Perú no atiende las necesidades de las personas de La Rinconada al considerar que es un problema de corto plazo. Después de todo, piensan que nadie fue llevado en contra de su voluntad y que cuando no quede nada por extraer, simplemente la gente se irá por donde vino.
Vivir en La Rinconada, donde sus habitantes comen animales contaminados con mercurio, no tienen acceso a agua potable, el barro se confunde con excrementos y toda la población es explotada, produce incredulidad; sobre todo si hablamos de un lugar cercano a Chile, que nos devuelve a Lota, a todo lo que se intentó destruir durante la independencia de América Latina y que permanece proliferando en la montaña como un recordatorio de nuestra propia indiferencia.