He pasado 17 años de mi vida, probando dietas, recorriendo gimnasios, y pidiendo horas con nutricionistas, porque pese a no encontrarme con un sobrepeso dañino para la salud, las imágenes con las que convivo diariamente no se asemejan a mi cuerpo, y estoy segura que hablo por miles de mujeres que luego de cada ducha se miran al espejo mientras y tocan y aprietan sus rollos como si se fueran a esfumar, porque sobran, no son iguales a los de las mujeres que salen en la tele, ni siquiera se parecen. Ellas no los tienen.

Por Ignacia Gutiérrez

Silvia Trigo

A los 14 años tuve la primera aparición de estrías. Fue algo lapidario, como para muchas mujeres. Gastaba mensualmente varias lucas para ver si la crema que usan las mujeres que fueron madres hacía efecto. Qué puedo decir de las veces que me resté de probar ropa linda en mi cuerpo porque las tallas eran apretadas o se veían pequeñas, o cuántas veces me arropé y me deprimí cuando sufría de dolores menstruales, cuántas miles de veces escuché en la calle mujeres distinguiendo aspectos “negativos” que han sido impuestos por la televisión, “Oye mírala, tiene celulitis”, “No se te vayan a caer las pechugas, el poto”, “Sus piernas son gordas” y así se podría construir un pergamino interminable con nuestros propios actos de violencia entre mujeres.

Me senté una tarde a observar televisión, como lo hago periódicamente luego de ir al colegio, y me propuse observar detenidamente los comerciales dirigidos a mujeres, para ver qué podía reflexionar en torno a eso.

Primero, fondos rosados, música bonita para los oídos, venta de toallas higiénicas a mujeres felices y cómodas, menstruación azul, como si fuese un unicornio, mujeres corriendo sin problemas mientras menstrúan, depilación exprés, indolora, con pelos invisibles, y lo más impactante, mujeres con todo en su lugar; qué decir de las teleseries, donde muestran a mujeres delgadas, con el pelo recién salido de la peluquería, sin arrugas, y donde a las mujeres gordas les dan los papeles de feas y fracasadas en el ámbito amoroso, laboral o son el motivo de los chistes.

“Hemos vivido toda nuestra vida siendo víctimas de la dictadura de estereotipos perfectamente femeninos”, pensé.

Esto nos ha hecho decaer en profundos agujeros de disconformidad corporal, horas de revisar videos en YouTube sobre autoestima y las salvajes competencias por conseguir cuerpos perfectos, aquellas que son los principales motivos de trastornos alimenticios, porque, ¿Quién no ha pensado en dejar de comer para ver si se adelgaza, o ha pensado en consumir laxantes o pastillas que acaban con el hambre?.

Voy en un colegio bastante mixto, no sólo porque somos hombres y mujeres, sino porque hay muchos tipos de mujeres, no como los colegios que encontramos en algunos lugares donde las personas parecen clonadas tal cual serie animada, no, acá hay personas altas, bajas, morenas, rubias, teñidas, y con una diversidad de características físicas.

Sin embargo siempre la disconformidad nos hace más vulnerables, y es que quizás hasta en eso nos vemos oprimidas, miro a esas compañeras que sin pudor en educación física se muestran en sostenes a la hora de la ducha, o no le temen a correr en short y polera, mientras una busca el día anterior la ropa más ancha y fea, para que no se note nada, y mientras corremos, o eso intentamos, nos preocupamos más porque no se nos note ni marque la ropa interior, ni nuestro trasero se mueva en conjunto con nuestro correr, ojalá pudiéramos ser como la modelo que además de menstruar, corre como competidora olímpica y sonríe mientras lo hace, o el personaje de la novela que viste tallas XS.

Querida televisión, nuestra relación de amor y odio debe acabar, no solo la nuestra, sino la relación tóxica que mantienes con todas las mujeres disconformes con ellas mismas, aquellas que recorren psicólogos, y nutricionistas, buscando recortar kilos, aquellas que se encierran en el gimnasio no por salud sino por el deseo insostenible de poder usar bikini luciendo un cuerpo perfecto en el verano, o aquellas que se someten a dolorosas cirugías para “botar a la basura” la grasa que se acomoda en sus caderas.

Querida tv, queridos productores, queridas marcas, somos dueñas de nuestros cuerpos, ¿Qué tiene si muestras sangre real, estrías, celulitis y rollos?¿Los hombres dejaran de consumir? No, sólo nosotras encontraremos la libertad.